El regionalismo ideológico

JESÚS MUÑOZ

07·01·2016

En una democracia joven e inexperta como la nuestra es habitual jugar a la confusión y a la manipulación por parte de muchos políticos. Pudiendo afirmar que a nivel local sufrimos la nociva combinación de ideales políticos y sentimientos regionales o culturales. Almería es una tierra administrativamente andaluza desde hace 34 años aunque cultural e históricamente no lo sea. Esto ha provocado que antes y después de la creación de la Andalucía que hoy conocemos surgieran voces discrepantes de este matrimonio de conveniencia política. Como todo en España se está tendiendo a una perniciosa politización del sentimiento almeriensista y andalucista que no hace si no perjudicar al desarrollo y expresión de los almerienses como pueblo. A esto se unen diversas causas, pero afirmo que las principales son dos:

La primera es el mantenimiento de un Gobierno andaluz liderado por el mismo partido durante más de tres décadas, lo que ha hecho equiparar a mucha parte de la población el concepto de Andalucía y el socialismo —esto se acentúa aún más teniendo en cuenta que el PSOE junto con UCD y PSA fueron los principales artífices de la creación de la Andalucía de las ocho provincias y que en la Transición fue un partido netamente andaluz—. Sin entrar a juzgar la calidad de estos gobiernos advertimos la existencia de cierta parte del regionalismo almeriense que únicamente ve la autonomía uniprovincial como una válvula de escape del socialismo, lo cual sería un importante error. Si a esto le añadimos que el nacionalismo andaluz siempre ha hecho gala de una serie de principios opuestos a los de la derecha más conservadora de nuestro país —federalismo, socialismo, laicismo, maurofilia, etcétera— refuerza el deseo de terminar con los pilares de la Andalucía actual. Pero el almeriensismo tiene una base cultural e histórica y esto no lo cambia el hecho de que gobierne un partido de derechas o de izquierdas, ni el que predomine un tipo de opción política. Almería y su cultura es la que es, no se pueden cambiar, manipular, ni se deben argüir para una mera disputa política temporal.

La segunda causa sería la confusión entre la vertiente ideológica y andalucista de Blas Infante. Este político de principios del siglo XX es considerado el 'padre de la patria andaluza' por el Estatuto de Autonomía de Andalucía, y se podría calificar como el 'inventor' de esta región puesto que de su trabajo surge la base del andalucismo actual. Pero a su vertiente nacionalista habría que añadirle y separarle necesariamente su vertiente de ideólogo de izquierdas. Infante, a pesar de su origen pudiente, fue un ferviente defensor de los derechos de la clase trabajadora y luchó para acabar con el caciquismo y el centralismo que asolaba España. Es por ello por lo que representa ideológicamente a una parte importante de la población que ve en su lucha política un ejemplo a seguir. De esta confusión se aprovechó deliberadamente el andalucismo durante la Transición. En un periodo de grandes cambios para España, este movimiento equiparó el sentimiento y la pertenencia a Andalucía con una opción política que pretendía luchar contra el franquismo. Generaciones de almerienses con un fuerte sentimiento democrático y con ansias de acabar con la dictadura apoyaron esta idea. Si ser andaluz significaba libertad, ellos serían andaluces independientemente de su legado cultural o sus tradiciones, y más teniendo en cuenta que hacer lo contrario significaba ser tachado de franquista. Desgraciadamente este movimiento andalucista llevaba tras de sí unos intereses políticos muy claros que poco o nada tenían que ver con un orgullo regional, ni andaluz ni almeriense. El problema radica en confundir la lucha social con la lucha territorial y equiparar la cultura andaluza con la tendencia política de Blas Infante. Ambas no son complementarias, y perfectamente se pueden seguir sus ideales de izquierdas o federalistas sin necesidad de sentirse andaluz. Unir ambos sentimientos de forma inquebrantable lleva a la propagación y manipulación de un falso nacionalismo ideológico que tiene secuestrado a muchos almerienses. Andalucía, su cultura y su historia, no son de izquierdas al igual que en los años 50 o 60 no lo fueron de derechas cuando el franquismo la utilizó hasta la saciedad como estereotipo de la España más rancia.

Ya han pasado décadas desde la Transición y son ahora otras generaciones de almerienses las que, librándose de las ataduras de esa moda del andalucismo de los setenta, están empezando a darse cuenta de que se puede desarrollar el almeriensismo desde cualquier posición política. Siempre he afirmado que es un grave error unir sentimiento regional e ideológico, sea en la zona que sea. El almeriensismo debe ser plural al igual que lo es la sociedad almeriense, y mezclar nuestra cultura con corrientes ideológicas es pernicioso para nuestra tierra. No se puede manipular a la sociedad apropiándose de una historia que es de todos para usarla para intereses políticos. Los almerienses, sean de derechas, de izquierdas o apolíticos, tienen derecho a conocer su cultura, costumbres, idiosincrasia, léxico, etcétera, sin que por ello les enmarque en una determinada opción política. Los territorios no tienen ideología, son los ciudadanos que los habitan en momentos históricos puntuales y por circunstancias concretas los que siguen uno u otro pensamiento político. Apropiarse de Almería o de Andalucía para estos fines únicamente daña nuestro pasado e hipoteca nuestro futuro.