Asco, tristeza y miedo

DIEGO JEREZ

22·12·2015

La principal conclusión que debemos extraer del resultado electoral del pasado domingo es la del fracaso, rotundo y estremecedor, de nuestro sistema educativo: Al menos 5 millones de españoles —probablemente muchos más— creen que la riqueza cae del cielo o es depuesta graciosamente por el ano de un unicornio.

El trabajo, el esfuerzo, la investigación, el ingenio o el riesgo de la iniciativa empresarial de los ciudadanos nada tienen que ver en su creación —probablemente piensen que sus iPhones brotaron de un manzano silvestre—. La riqueza simplemente existe, está ahí: los tomates nacen por sí mismos de la tierra, como el plástico que los cubre o el tractor que labra y fumiga los cultivos. El camión que los transporta se diseñó por sí solo y apareció un buen día en la nave del pérfido transportista. El supermercado surgió espontáneamente tras las lluvias otoñales, como cualquier otro hongo. El pescado avanza dando saltitos en una simpática procesión desde las aguas a las pescaderías. Los televisores, los ordenadores, las videoconsolas y demás artilugios electrónicos se cosechan en un claro del bosque las noches de luna llena…

La riqueza nada tiene que ver con trabajar 17 horas al día porque aún no sabes cómo vas a hacerlo para pagarle a tus empleados, ni con aguardar hora tras hora, día tras día, ante la casa de un moroso. Nada que ver con arriesgar tu mucho o poco patrimonio en la ejecución de una idea; nada que ver con endeudarse o con pagar una cantidad aplastante de impuestos aunque tengas que comer con tus hijos en casa de tus padres porque este mes has vuelto a tener pérdidas. Nada que ver con arruinarse.

No, la riqueza simplemente está ahí —porque lo ha dicho un perroflauta que no tiene ni puta idea de lo que cuesta producirla—, y hay que arrabatársela a quienes la generan con su esfuerzo para repartirla arbitrariamente.

Esto, y no otra cosa, es lo que este domingo han defendido millones de españoles con su voto... Asco, tristeza y miedo.