El reconocimiento de la identidad almeriense

PEDRO ASENSIO ROMERO

08·11·2014

El hecho de sentirse o no sentirse andaluz se circunscribe al ámbito estrictamente privado de las personas, es decir, constituye una decisión particular e intransferible que, junto con otros rasgos de la personalidad, conforman lo que se denomina identidad individual. Si declaro no sentirme andaluz, decisión que excluye cualquier rechazo o confrontación con la cultura andaluza (todos somos españoles y por tanto, compatriotas), ¿alguien puede forzar dicho sentimiento e imponer “mi” propia identidad? Evidentemente, en términos subjetivos, no. Veamos la cuestión desde la perspectiva social o colectiva.

Tras más de tres décadas de adoctrinamiento nacionalista, y una vez consolidada la implantación de una estructura administrativa inequívocamente centralista asentada en un buen número de instituciones autonómicas, tanto políticas, como educativas y culturales, podríamos pensar que la población almeriense se vincula, de forma lógica e inapelable, en el ámbito de la identidad colectiva andaluza. En efecto, podríamos pensarlo, pero la idea no se corresponde con la realidad. En Sociología hay que ser muy osado o temerario para atreverse a pontificar desde la lógica y la generalidad. Lo normal es que las identidades individual y colectiva coincidan, pero no ocurre siempre así. La Región de Almería representa un caso muy particular y, desde luego, digno de estudio. Salvo rarísimas excepciones, los almerienses se sienten españoles, y no cuestionan jamás la pertenencia a su Nación. Sin embargo, respecto del andalucismo, la identificación difiere sustancialmente: hoy día, miles de almerienses reconocen no sentirse andaluces. Una pena que ninguna institución haya afrontado un verdadero sondeo demoscópico sobre esta cuestión, ¿será que no interesa dar a conocer el estado de la opinión pública? Lo singular del hecho diferencial almeriense es que, hasta hace muy poco, la “confesión” solía manifestarse en círculos privados, casi nunca públicos. Afortunadamente, con las redes sociales, se ha producido un punto de inflexión sin retorno.

Existen razones históricas, culturales, etnográficas, sociales y políticas que podrían explicar las causas que originan esta incuestionable realidad. En cualquier caso, acabamos topándonos con el fuero interno de cada cual, marco conceptual en el que confluye un mosaico de motivaciones no siempre fácilmente discernibles. En Almería, esa disfunción o discrepancia entre la silenciosa identidad individual que ignora o niega el rasgo andaluz, y la supuesta identidad colectiva andaluza con la que nos asocian, se ha llevado con indiferencia, con ese punto de indolencia o pasotismo que, por suerte o desgracia (más lo segundo que lo primero), nos caracteriza. El tiempo avanza y la administración andaluza continúa empeñada en construir un argumento nacionalista basado en la inacabada articulación del territorio, una idealizada historia común y la prevalencia de ciertos rasgos lingüísticos y culturales supuestamente homogéneos. Un buen número de almerienses, mientras tanto, se sienten cada día más alejados de los postulados nacionalistas andaluces. Y la tendencia, sospecho, crece de forma exponencial. En este punto tan crucial, como en muchos otros, las instituciones políticas autonómicas han fracasado. Ante este fenómeno sociológico, nos preguntamos: ¿reaccionarán los partidos, las organizaciones empresariales y sindicales y, en definitiva, el tejido social almeriense.


Pedro Asensio es escritor, licenciado en Derecho y Económicas, y vocal de la asociación cultural reivindicativa Acción por Almería