Carta abierta a don Pedro Sánchez

DIEGO JEREZ

19·10·2014

Estimado Sr. Sánchez:

Me dirijo a usted para poner en su conocimiento, siquiera someramente, la vasta lista de agravios de la que vengo siendo objeto desde hace años, y a la que incluso personas de su conocida sensibilidad —usted mismo, don Pedro— han contribuido en reiteradas ocasiones.

En las últimas semanas, sin ir más lejos, he podido escucharle manifestar la necesidad de reflejar «la singularidad de Cataluña» en la Constitución española, obviando en cada una de sus intervenciones la existencia de una singularidad mayor y más destacable que la de aquella: la mía.
Se da la circunstancia de que al igual que Cataluña o el País Vasco, pero con más razón y justicia, yo también aspiro a mi independencia; y aunque reconozco que se trata de una pretensión poco frecuente, estoy sinceramente convencido de que, una vez le haya expuesto los hechos que la motivan, aceptará sin reparos la legitimidad que me asiste en ella.

Así, si de singularidad hablamos, habrá de reconocer que, siendo yo un individuo, uno, y no siendo posible mayor singularidad que la de la unidad, no existe comunidad en todo el mundo que pueda exhibir esa cualidad en grado más alto que yo. Por otra parte, y como ser vivo, soy poseedor de un código genético único que me hace diferente de todos los demás seres vivos conocidos; y por si esto aún fuera poco, también puedo aportar multitud de testimonios que dan fe de mi carácter singular.
El propio Estado español reconoció hace años mi unicidad asignándome una combinación alfanumérica distinta de la que dispuesta para el resto de personas que habitan en los territorios que administra, la del DNI.

Cierto es que, desde un punto de vista histórico, y por razones exclusivamente biológicas, no puedo esgrimir la naturaleza milenaria de mi identidad como argumento en favor de la autodeterminación; no obstante, puesto que yo he sido siempre yo mismo, mientras que la actual Comunidad Autónoma Catalana, la Comunidad Autónoma Vasca e incluso el propio Reino de España tuvieron distintas identidades a lo largo de los siglos, puedo afirmar que, en términos relativos, la cuestión histórica es mucho más importante en mí de lo que pueda serlo en cualquiera de esos casos.

Desde un punto de vista cultural, podría hablarle de mis múltiples peculiaridades y tradiciones, como la de cenar comida india los viernes, la de celebrar la noche de difuntos con gin-tonic y pistachos —influenciado, lo admito, por la tradición española de hacerlo con anís y castañas asadas—, la de roncar una película en la sobremesa del sábado o la de reunirme con mis familiares españoles los domingos. Tampoco estoy desprovisto de una gastronomía propia, con platos como el salmorejo de atún, la col pochada con crujientes de pollo y cebolla, o las migas de pizza. Mi fiesta nacional es el 27 de septiembre, siendo también muy destacadas las celebraciones del 13 de noviembre en honor a San Diego de Alcalá.

Concedo que algunas de esas tradiciones pueden no serme exclusivas, y tampoco negaré que carezco de una lengua propia distinta del español, pero habrá usted de asistirme en la razón si le digo que no es infrecuente que algunas naciones compartan determinadas festividades y tradiciones —pienso, por ejemplo, en la Navidad o el Día de la Raza—, especialmente cuando por su proximidad geográfica o circunstancias políticas existe entre ellas una relación tan estrecha como la que se da entre el Reino de España y un servidor.
Del mismo modo, estoy seguro de que convendrá conmigo en que la carencia de un idioma propio no es motivo suficiente para negar el derecho a existir de una nación, y en que España ya ha otorgado anteriormente ese reconocimiento a distintos colectivos de hispanohablantes del continente americano.

Puedo asegurarle, Sr. Sánchez, que tanto el sentimiento identitario como el deseo de independencia son profundos y unánimes en mí, más de lo que puedan nunca serlo en la Comunidad Autónoma Catalana, la Comunidad Autónoma Vasca o el mismo Reino de España.

Sin embargo, y pese a que, como he tenido oportunidad de exponerle, existen bien fundadas razones para el reconocimiento de mi singularidad y mi derecho a la autodeterminación, el Estado español viene sojuzgándome desde mi nacimiento, haciendo de mi ser una colonia a la que expolia fiscalmente al tiempo que le niega las más elementales cuotas de autogobierno y representación. De ese modo, España no sólo me impone el pago de fuertes tributos por el consumo de bienes tales como el alcohol, el tabaco, el combustible o la energía eléctrica, sino que lo hace también por la propiedad de un vehículo o una vivienda, por el calzado, la ropa o los alimentos; llegando incluso a exigírmelos por trabajar o morirme. También restringe severamente mi libertad de comercio mediante gravámenes y regulaciones, limita las especies que puedo cultivar, los bienes que puedo producir y me obliga a sostener distintos monopolios estatales. Por si ello fuera poco, España mantiene sobre mí un férreo embargo de armas con el que me impide en la práctica el ejercicio del derecho de autodefensa.

Comprenderá que a la luz de estos hechos, y toda vez que, a diferencia de otras identidades nacionales sometidas al Estado español, se me niega la posibilidad de contar con representación propia en el Senado, de contar con una circunscripción propia que me permita la propia representación en el Congreso de los Diputados, o la administración de mis propios ayuntamiento, diputación y Gobierno autonómico; no pueda contemplar otra vía distinta de la de la secesión en mi legítima aspiración al autogobierno.

Con todo, confío en que su manifiesta sensibilidad con las reivindicaciones identitarias le lleve a trabajar en la búsqueda de mecanismos que permitan la coexistencia de mi realidad individual dentro del Estado español.
En ese sentido, interpretaría como un gesto de buena voluntad que la próxima vez que defienda usted públicamente la necesidad de reflejar en la Constitución «la singularidad de Cataluña», añadiese, con igual solemnidad y convencimiento: «y la de Diego Jerez».


Afectuosamente,

Diego Jerez.