![]() |
| .. |
PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Siempre que me he acercado al servicio que sobre sanidad pública recibimos los españoles me he agarrado a la experiencia vivida en ella. Los hay que hablan maravillas, los que la denuestan y los que no han tenido acercamiento suficiente como para tener una clara opinión. Nos hemos dejado llevar por las críticas de la oposición, o los movimientos de las llamadas mareas, manipuladas por sindicatos y partidos. Hay miles de ciudadanos en cola, gritan, pero si tú no estás, es inexistente por mucho que te lo griten.
Hace un par de semanas la prensa recogía la crítica del Psoe de que Almería tiene peor servicio que Córdoba o Jaén. Es posible, no tengo argumentos para saber si es cierto o no lo que denuncian, pero tengo un dato vivido en esos mismos días en el centro hospitalario de Torrecárdenas. Conocido por muchos de los que por él pasan como “torrecondenas”. El trabajo que en mí hicieron los servicios sanitarios me niego a pensar que estuvo por debajo del que pudiera recibir en las dos periferias andaluzas mencionadas. Lo que sí puedo decirles, lo viví en mi orgullo, es que los políticos que vienen mandando en el centro desde que éste se puso en marcha, es de una vergüenza y una degradación humana que resuena imposible en el siglo actual.
Los distintos presidentes del Psoe que estuvieron al frente de la comunidad, Chaves, Gruiñán o Díaz, junto al pepero Juan Manuel Moreno Bonilla deberían ser denunciados por odio a esa humanidad enferma que cae en sus manos y que encierran en hospitales como el de Almería. Mientras unos profesionales los cuidan, ellos parecen dedicarse a hundirlos en la humillación, a quitarles cualquier sensación de sentirse seres humanos. Han sido cinco días con un camisón sobre mi cuerpo, en un habitación con dos personas a las que no conocía, con las que he tenido que compartir mi desnudez, mis dolores, mis rabias, contra esos políticos de grandes despachos, conventos o palacios, mientras mi mujer dormía en una sillón de la segunda guerra mundial, junto a otra mujer, en una habitación donde era difícil no estorbarse si decidías levantarte.
No les estoy contando algo que ocurrió hace años, fui ingresado el pasado día 16 de septiembre, y durante cinco días viví la experiencia que les cuento. En esas horas pasadas en la habitación 208 de torrecondenas, mientras me sentía un humillado trozo de carne abrazado por un camisón miles de veces lavado, y que no cubría todo mi cuerpo, notaba cómo se iban evaporando dentro de mí aquellas ilusiones autonomistas nacidas un cuatro de diciembre de 1977 en tierras catalanas. Al final comprobamos, cuando los años nos van abandonando, que aquella lucha por la autonomía sólo ha beneficiado a los políticos, y que aquella idílica Andalucía sólo la están viviendo los de siempre. Ayer fueron los del Psoe, hoy lo están siendo los del Pp. Es triste a estas alturas tener que reconocer que ha cambiado Andalucía en muchos factores, pero si lo ingresan en hospital de referencia de Almerìa, no es usted político o tiene enchufe, verá que sólo dos cosas han cambiado en este centro a lo largo de los últimos cincuenta años. El primero es que ya no tiene que pagar por ver la televisión. Cuestión que es de agradecer en estos tiempos, y la segunda afecta a la comida. Siempre se ha dicho que, ante la comida de los hospitales, mejor un bocata de casa, la que hoy te ofrecen viene acompañada en cada bandeja con un sobrecito de sal para darle algo de sabor. ¡Qué vergüenza de Torrecárdenas, que vergüenza de políticos almerienses y andaluces que lo mantienen!
Los distintos presidentes del Psoe que estuvieron al frente de la comunidad, Chaves, Gruiñán o Díaz, junto al pepero Juan Manuel Moreno Bonilla deberían ser denunciados por odio a esa humanidad enferma que cae en sus manos y que encierran en hospitales como el de Almería. Mientras unos profesionales los cuidan, ellos parecen dedicarse a hundirlos en la humillación, a quitarles cualquier sensación de sentirse seres humanos. Han sido cinco días con un camisón sobre mi cuerpo, en un habitación con dos personas a las que no conocía, con las que he tenido que compartir mi desnudez, mis dolores, mis rabias, contra esos políticos de grandes despachos, conventos o palacios, mientras mi mujer dormía en una sillón de la segunda guerra mundial, junto a otra mujer, en una habitación donde era difícil no estorbarse si decidías levantarte.
No les estoy contando algo que ocurrió hace años, fui ingresado el pasado día 16 de septiembre, y durante cinco días viví la experiencia que les cuento. En esas horas pasadas en la habitación 208 de torrecondenas, mientras me sentía un humillado trozo de carne abrazado por un camisón miles de veces lavado, y que no cubría todo mi cuerpo, notaba cómo se iban evaporando dentro de mí aquellas ilusiones autonomistas nacidas un cuatro de diciembre de 1977 en tierras catalanas. Al final comprobamos, cuando los años nos van abandonando, que aquella lucha por la autonomía sólo ha beneficiado a los políticos, y que aquella idílica Andalucía sólo la están viviendo los de siempre. Ayer fueron los del Psoe, hoy lo están siendo los del Pp. Es triste a estas alturas tener que reconocer que ha cambiado Andalucía en muchos factores, pero si lo ingresan en hospital de referencia de Almerìa, no es usted político o tiene enchufe, verá que sólo dos cosas han cambiado en este centro a lo largo de los últimos cincuenta años. El primero es que ya no tiene que pagar por ver la televisión. Cuestión que es de agradecer en estos tiempos, y la segunda afecta a la comida. Siempre se ha dicho que, ante la comida de los hospitales, mejor un bocata de casa, la que hoy te ofrecen viene acompañada en cada bandeja con un sobrecito de sal para darle algo de sabor. ¡Qué vergüenza de Torrecárdenas, que vergüenza de políticos almerienses y andaluces que lo mantienen!


