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JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO
ACABA EL VERANO con fenómenos meteorológicos de gran intensidad: lluvias, granizo y viento en buena parte de la península. Otras tormentas políticas se suceden entre espasmos de estupidez y mansedumbre lanar en el Congreso y en el Senado. Para Sánchez, bronceado, hialurónico con gestos de tiranosaurio mandibular, no hay descanso. Fiel a su impertérrita tarea de deconstrucción España y de hundir al PSOE en el vertedero de los detritus inorgánicos, anuncia un nuevo curso político de consecuencias imprevisibles, cuya piedra angular sería el Congreso Federal del PS0E en Sevilla.
Tras su pacto con ERC sobre un concierto fiscal, sistema específico para Cataluña a cambio de la investidura de Salvador Illa, continua su hoja de ruta al ritmo de las necesidades que le surgen en cada momento. Eludiendo taimadamente un proyecto de reforma de la Ley de financiación de las CCAA, LOFCA, ha mercadeado con los impuestos de todos los españoles a cambio de votos, para continuar afianzado en el poder como único objetivo de su existencia. Esos apaños tratan de satisfacer a los golpistas secesionistas en Cataluña, que representan 7.566.000 habitantes, y contener a los herederos del terrorismo en el País Vasco, que representan a 2.724.000 habitantes, todos ellos socios de investidura de Pedro Sánchez. Para cumplir con estos compromisos bastardos, Sánchez, para algunos de sus ministros el “Puto Amo”, necesita engañar y traicionar a 40.000.000 de españoles. Y a ello está dedicado en alma y cuerpo acompañado por una recua de diputados y senadores socialistas que sonríen y aplauden mirando de reojo el gesto mandibular del “Puto Amo”.
El daño que acumulan estos años negros del sanchismo señala un panorama sombrío sobre el futuro inmediato de España. Las pocas leyes aprobadas en el Congreso contra el voto de la mitad de los parlamentarios y rechazadas por mayoría en el Senado, se limitan a pagar las exigencias políticas de los independentistas catalanes; delincuentes conspicuos que reiteran su voluntad de volver a delinquir. La prevaricación y la malversación han quedado relegadas a meras travesuras sin consecuencias penales. Hemos visto el cinismo de Puigdemont desafiando al Estado, representado vergonzosamente por Sánchez, en una gira ridícula en Barcelona, y salir otra vez de España con la complicidad del Gobierno. Hemos visto a los delincuentes condenados por el Tribunal Supremo como miembros “de una banda criminal organizada”, que fueron capaces de defraudar 678 millones de euros en Andalucía, acudir a los medios informativos y levantar airosos la cabeza, desafiando las sentencias avaladas por dieciocho jueces y magistrados de lo Penal, que señalaron prevaricación en dirigentes del PSOE autores y cómplices de fraudes masivos a millones de trabajadores andaluces. Hemos visto, en fin, la degradación extrema de un sistema político calificado como una democracia, que tal vez no estuviera preparada para el desembarco de esta banda de aventureros sin escrúpulos, acompañados de saqueadores de lo público, en provechosa conjunción gobernando la nación.
Tras la amnistía, la penúltima fechoría es el pacto con ERC como precio a la investidura de un mediocre filósofo con gafas que preside la Generalitat; un cínico de manual disfrazado de fraile, que simula pudor con tono de confesionario mientras bendice todas las exigencias y postulados del independentismo en Cataluña. Causan carcajadas los golpes en el pecho de la ignorante hiper excitada “Terremoto de Sevilla”. Entre balbuceos y mentiras dejó sembrada en el Senado la cizaña de una decisión personal de Sánchez, que rompe el espíritu fundacional de la España de las Autonomías. El “Puto Amo” ordena obediencia ciega y decide sobre un cambio de modelo territorial de España. Habrá de saber el falso doctor que el Título VIII de la Constitución española de 1.978 está avalado por referéndum nacional, con el 87,8% de votos afirmativos de los españoles, incluida Cataluña, que la refrendó con el 91,3% en Lérida, el 90,4% en Barcelona, el 91,1 % en Tarragona y el 89,8% en Gerona. Esa voluntad inequívoca de los españoles definió un sistema político enmarcado en una Constitución de corte liberal como culminación de los acuerdos entre todos los partidos, incluyendo las minorías, para asentar una democracia parlamentaria en España.
En estos tiempos revueltos y emponzoñados, España se resiente de una falta de liderazgo que diera continuidad a la mejor etapa de desarrollo, libertades y convivencia que se recuerdan. La Constitución ha venido cumpliendo con luces y sombras con el espíritu constituyente. Con el paso del tiempo, hay opiniones muy cualificadas en favor de una reforma capaz de ajustar algunos aspectos del texto constitucional a la realidad de este siglo y las necesidades y retos generacionales de los españoles. La posible reforma de la Constitución está enmarcada en el Título X, artº 166, cuyo procedimiento reglado obliga, al final del trayecto parlamentario, a la convocatoria de un referéndum nacional sobre el posible texto reformado. Todo este requisito está siendo soslayado por Sánchez en ese pacto secreto con ERC desconocido por diputados y senadores del PSOE, sin debate en el Congreso y el Senado, y por ello sin explicación alguna a los españoles. Por su voluntad personal trata de cambiar el modelo del Estado de las Autonomías por otro cuyo formato se ajustaría a una forma de Estado Confederal. No es creíble que a estas alturas Sánchez pueda ignorar algo elemental: el único sujeto soberano que puede decidir es el pueblo español en su conjunto, su representación reside en el Congreso de los Diputados y en el Senado por ser un sistema bicameral.
Por todo ello, las oscuras maniobras para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat no pueden derogar, ni siquiera parcialmente, la Ley de Leyes, ni apartar del debate la voluntad soberana de los españoles. Sánchez se muestra como un trilero de barrio acomodado a la corrupción, que impregna a buena parte de su gobierno y supuestamente de su entorno familiar. La huida hacia adelante marcando el rumbo de un nuevo modelo de Estado podría ser otra maniobra de distracción para no enfocar los muchos asuntos que le acechan a medio y largo plazo. Cabe esperar que la estricta aplicación de la letra y el espíritu de los constituyentes, y una posible reparación de la deteriorada y supuesta independencia de señalados miembros del Tribunal Constitucional, no permitan un golpe de Estado incruento, pero letal, para el presente y el futuro de España.
Sánchez está legitimado para gobernar aunque no gobierne ni apruebe leyes y se limite a disfrutar como un huésped acomodado en el Palacio de la Moncloa, pero en ningún caso está legitimado para forzar un cambio constitucional de esta envergadura. Sorprende que un único dirigente del PSOE, Emiliano García Page, haya irrumpido frente al silencio cómplice del ganado lanar que acompaña hasta el abrevadero. Tal vez crea que esta traición a sus propios votantes le haga merecer un lugar en la historia. Le sobra temeridad, pero le falta algo principal: conocimiento y talento para revertir por sí solo la voluntad de millones de españoles que hoy rechazan, como lo hicieran el 4 de diciembre de 1.977, la desigualdad entre unas regiones de primera y muchas otras de segunda.
Sería recomendable que el presidente del Gobierno bajara del podio de plastilina donde luce como un autócrata, agasajado entre los balbuceos y memeces de su entorno. Tiene ocasión de ilustrarse con escritos de catedráticos y juristas de muy alto prestigio: Manuel Aragón, Enrique Gimbernat, Francisco Sosa Wagner, Elisa de la Nuez, Daniel Berzosa etc. Es hora de trabajar con utilidad y mesura para el interés general de todos los españoles.
Tras su pacto con ERC sobre un concierto fiscal, sistema específico para Cataluña a cambio de la investidura de Salvador Illa, continua su hoja de ruta al ritmo de las necesidades que le surgen en cada momento. Eludiendo taimadamente un proyecto de reforma de la Ley de financiación de las CCAA, LOFCA, ha mercadeado con los impuestos de todos los españoles a cambio de votos, para continuar afianzado en el poder como único objetivo de su existencia. Esos apaños tratan de satisfacer a los golpistas secesionistas en Cataluña, que representan 7.566.000 habitantes, y contener a los herederos del terrorismo en el País Vasco, que representan a 2.724.000 habitantes, todos ellos socios de investidura de Pedro Sánchez. Para cumplir con estos compromisos bastardos, Sánchez, para algunos de sus ministros el “Puto Amo”, necesita engañar y traicionar a 40.000.000 de españoles. Y a ello está dedicado en alma y cuerpo acompañado por una recua de diputados y senadores socialistas que sonríen y aplauden mirando de reojo el gesto mandibular del “Puto Amo”.
El daño que acumulan estos años negros del sanchismo señala un panorama sombrío sobre el futuro inmediato de España. Las pocas leyes aprobadas en el Congreso contra el voto de la mitad de los parlamentarios y rechazadas por mayoría en el Senado, se limitan a pagar las exigencias políticas de los independentistas catalanes; delincuentes conspicuos que reiteran su voluntad de volver a delinquir. La prevaricación y la malversación han quedado relegadas a meras travesuras sin consecuencias penales. Hemos visto el cinismo de Puigdemont desafiando al Estado, representado vergonzosamente por Sánchez, en una gira ridícula en Barcelona, y salir otra vez de España con la complicidad del Gobierno. Hemos visto a los delincuentes condenados por el Tribunal Supremo como miembros “de una banda criminal organizada”, que fueron capaces de defraudar 678 millones de euros en Andalucía, acudir a los medios informativos y levantar airosos la cabeza, desafiando las sentencias avaladas por dieciocho jueces y magistrados de lo Penal, que señalaron prevaricación en dirigentes del PSOE autores y cómplices de fraudes masivos a millones de trabajadores andaluces. Hemos visto, en fin, la degradación extrema de un sistema político calificado como una democracia, que tal vez no estuviera preparada para el desembarco de esta banda de aventureros sin escrúpulos, acompañados de saqueadores de lo público, en provechosa conjunción gobernando la nación.
Tras la amnistía, la penúltima fechoría es el pacto con ERC como precio a la investidura de un mediocre filósofo con gafas que preside la Generalitat; un cínico de manual disfrazado de fraile, que simula pudor con tono de confesionario mientras bendice todas las exigencias y postulados del independentismo en Cataluña. Causan carcajadas los golpes en el pecho de la ignorante hiper excitada “Terremoto de Sevilla”. Entre balbuceos y mentiras dejó sembrada en el Senado la cizaña de una decisión personal de Sánchez, que rompe el espíritu fundacional de la España de las Autonomías. El “Puto Amo” ordena obediencia ciega y decide sobre un cambio de modelo territorial de España. Habrá de saber el falso doctor que el Título VIII de la Constitución española de 1.978 está avalado por referéndum nacional, con el 87,8% de votos afirmativos de los españoles, incluida Cataluña, que la refrendó con el 91,3% en Lérida, el 90,4% en Barcelona, el 91,1 % en Tarragona y el 89,8% en Gerona. Esa voluntad inequívoca de los españoles definió un sistema político enmarcado en una Constitución de corte liberal como culminación de los acuerdos entre todos los partidos, incluyendo las minorías, para asentar una democracia parlamentaria en España.
En estos tiempos revueltos y emponzoñados, España se resiente de una falta de liderazgo que diera continuidad a la mejor etapa de desarrollo, libertades y convivencia que se recuerdan. La Constitución ha venido cumpliendo con luces y sombras con el espíritu constituyente. Con el paso del tiempo, hay opiniones muy cualificadas en favor de una reforma capaz de ajustar algunos aspectos del texto constitucional a la realidad de este siglo y las necesidades y retos generacionales de los españoles. La posible reforma de la Constitución está enmarcada en el Título X, artº 166, cuyo procedimiento reglado obliga, al final del trayecto parlamentario, a la convocatoria de un referéndum nacional sobre el posible texto reformado. Todo este requisito está siendo soslayado por Sánchez en ese pacto secreto con ERC desconocido por diputados y senadores del PSOE, sin debate en el Congreso y el Senado, y por ello sin explicación alguna a los españoles. Por su voluntad personal trata de cambiar el modelo del Estado de las Autonomías por otro cuyo formato se ajustaría a una forma de Estado Confederal. No es creíble que a estas alturas Sánchez pueda ignorar algo elemental: el único sujeto soberano que puede decidir es el pueblo español en su conjunto, su representación reside en el Congreso de los Diputados y en el Senado por ser un sistema bicameral.
Por todo ello, las oscuras maniobras para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat no pueden derogar, ni siquiera parcialmente, la Ley de Leyes, ni apartar del debate la voluntad soberana de los españoles. Sánchez se muestra como un trilero de barrio acomodado a la corrupción, que impregna a buena parte de su gobierno y supuestamente de su entorno familiar. La huida hacia adelante marcando el rumbo de un nuevo modelo de Estado podría ser otra maniobra de distracción para no enfocar los muchos asuntos que le acechan a medio y largo plazo. Cabe esperar que la estricta aplicación de la letra y el espíritu de los constituyentes, y una posible reparación de la deteriorada y supuesta independencia de señalados miembros del Tribunal Constitucional, no permitan un golpe de Estado incruento, pero letal, para el presente y el futuro de España.
Sánchez está legitimado para gobernar aunque no gobierne ni apruebe leyes y se limite a disfrutar como un huésped acomodado en el Palacio de la Moncloa, pero en ningún caso está legitimado para forzar un cambio constitucional de esta envergadura. Sorprende que un único dirigente del PSOE, Emiliano García Page, haya irrumpido frente al silencio cómplice del ganado lanar que acompaña hasta el abrevadero. Tal vez crea que esta traición a sus propios votantes le haga merecer un lugar en la historia. Le sobra temeridad, pero le falta algo principal: conocimiento y talento para revertir por sí solo la voluntad de millones de españoles que hoy rechazan, como lo hicieran el 4 de diciembre de 1.977, la desigualdad entre unas regiones de primera y muchas otras de segunda.
Sería recomendable que el presidente del Gobierno bajara del podio de plastilina donde luce como un autócrata, agasajado entre los balbuceos y memeces de su entorno. Tiene ocasión de ilustrarse con escritos de catedráticos y juristas de muy alto prestigio: Manuel Aragón, Enrique Gimbernat, Francisco Sosa Wagner, Elisa de la Nuez, Daniel Berzosa etc. Es hora de trabajar con utilidad y mesura para el interés general de todos los españoles.