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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Al personal le preocupa pensar que el presidente del Pp, el gallego Feijóo, se pueda parecer cada día un poco más a aquel presidente, aficionado al deporte, lector de Marca, comentarista de la última copa de Europa que ganó la roja y que se llama Mariano. Tienen una cosa en común, que no debe marcar sus futuros quehaceres políticos a la hora de gobernar, pero que debemos tener en cuenta: los dos son gallegos.
Mariano Rajoy llegó al poder como el segundo presidente más votado en España. Le sobraron escaños para la mayoría, los podía vender, regalar o sortear. Pero lo que vendió, sorteó o regaló, fueron las promesas hechas a los ciudadanos que le votaron. No voy a subir los impuestos, y los subió. Se trataba de derogar, abolir o reformar todas las leyes que había puesto en práctica el socialista Zapatero y no tocó ni una. Ni una. En siete años ni habló del Plan Hidrológico Nacional. A él, qué le importaba el agua, en Galicia llueve todo el año, debía pensar el hombre. En el colmo de la estupidez política, el registrador de la propiedad rompió el partido en un congreso en Valencia: mandó a los liberales a freír espárragos, desenganchó a la derecha de su partido y a los católicos los mandó a misa de doce a las iglesias.
Llega Feijóo al poder en el Pp y no se le ve muy seguro en sus opiniones. Asegura que no va a pactar con el Psoe, pero lo hace, a veces se le nota feliz con sus amigos, los racistas de Sabino Arana, el hombre del Pnv, y hasta piensa que con Juntos de Cataluña se puede llegar a acuerdos. Los del Pnv ya han llamado torpe a su portavoz, pero no le hemos oído a Feijóo contestación alguna. No le debe parecer interesante. En una entrevista con Alsina no estuvo demasiado afortunado, qué lío se organizó, y lo último que le hemos leído es que va a derogar el cupo catalán si llega al poder.
Me cuesta creer que lo haga. Buscará contentar a sus barones, y como no dejan de ser como los del Psoe, por un cargo y un sueldo harán lo que les diga el jefe de la manada. Nunca se sabía si Rajoy subía o bajaba las escaleras, y la misma sensación se está viviendo con Feijóo. Habla del cupo, pero no dice mucho de la inmigración, de la ocupación, de la fiscalidad que pagamos los españoles, de los altos cargos del estado, de los asesores que llenan los despachos de las administraciones, de la justicia, de la seguridad, de la corrupción política, de las aguas y su cuencas, del gasto de las comunidades, de la sanidad, la educación y de esa universidad endogámica en la que la han convertido los políticos que en ella medran. O de las jubilaciones privilegiadas de lo políticos, de la igualdad entre los cuerpos de seguridad, etc. etc. etc.
Mariano Rajoy llegó al poder como el segundo presidente más votado en España. Le sobraron escaños para la mayoría, los podía vender, regalar o sortear. Pero lo que vendió, sorteó o regaló, fueron las promesas hechas a los ciudadanos que le votaron. No voy a subir los impuestos, y los subió. Se trataba de derogar, abolir o reformar todas las leyes que había puesto en práctica el socialista Zapatero y no tocó ni una. Ni una. En siete años ni habló del Plan Hidrológico Nacional. A él, qué le importaba el agua, en Galicia llueve todo el año, debía pensar el hombre. En el colmo de la estupidez política, el registrador de la propiedad rompió el partido en un congreso en Valencia: mandó a los liberales a freír espárragos, desenganchó a la derecha de su partido y a los católicos los mandó a misa de doce a las iglesias.
Llega Feijóo al poder en el Pp y no se le ve muy seguro en sus opiniones. Asegura que no va a pactar con el Psoe, pero lo hace, a veces se le nota feliz con sus amigos, los racistas de Sabino Arana, el hombre del Pnv, y hasta piensa que con Juntos de Cataluña se puede llegar a acuerdos. Los del Pnv ya han llamado torpe a su portavoz, pero no le hemos oído a Feijóo contestación alguna. No le debe parecer interesante. En una entrevista con Alsina no estuvo demasiado afortunado, qué lío se organizó, y lo último que le hemos leído es que va a derogar el cupo catalán si llega al poder.
Me cuesta creer que lo haga. Buscará contentar a sus barones, y como no dejan de ser como los del Psoe, por un cargo y un sueldo harán lo que les diga el jefe de la manada. Nunca se sabía si Rajoy subía o bajaba las escaleras, y la misma sensación se está viviendo con Feijóo. Habla del cupo, pero no dice mucho de la inmigración, de la ocupación, de la fiscalidad que pagamos los españoles, de los altos cargos del estado, de los asesores que llenan los despachos de las administraciones, de la justicia, de la seguridad, de la corrupción política, de las aguas y su cuencas, del gasto de las comunidades, de la sanidad, la educación y de esa universidad endogámica en la que la han convertido los políticos que en ella medran. O de las jubilaciones privilegiadas de lo políticos, de la igualdad entre los cuerpos de seguridad, etc. etc. etc.