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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
La historia la recoge mi compadre José Ángel Pérez en su página millonaria en redes, y me he permitido, sin pedirle permiso, cosa del cariño, tunear la misma. Ha sido un agosto duro. El sol ha caído sin misericordia sobre los humanos. Buscábamos un árbol, una marquesina, un rincón donde dejar descansar el cuerpo ante el ardor que ha puesto el astro sol en esos días. No se libraban los más jóvenes, tampoco los mayores de esos casi cuarenta grados que marcaba el termómetro aquel sábado de feria a las tres y media de la tarde.
Un grupo de hombres y mujeres, con todos los años cumplidos sobre sus huesos, esperan el autobús para volver a casa. Y lo hacen con estoicismo, a pleno sol, no cantaban, pero si lo hubieran hecho, cara al sol estaban a la espera de la llegada del número 30 en la parada de la calle Gregorio Marañón, y seguro que por la edad conocían la marcha. Y por cierto, no venían de la feria del mediodía, por si lo están pensando.
¿Sudaban? Creo que no les quedaba agua en el cuerpo que pudieran exudar. Los primeros minutos estuvieron entretenidos, se contaron viejas aventuras, algunas incluso de sus tiempos de servicio militar, pero lo minutos pasaban y el sol seguía sin tener compasión con ellos.
¡Allí viene! gritó una voz. Despacio, sin prisas, se fue acercando hasta la parada el tan esperado y deseado bus. Los ojos de aquellas personas se iluminaron, sus cuerpos se relajaron tras el tiempo sufrido, por fin iban a poder olvidarse del sol, dejar de estar cara a él. Más de veinte sudorosos cuerpos se agolpan ante la puerta de acceso, esperando que esta se abra, que les ofrezca la merecida sombra y el aire acondicionado que ofrece el servicio de Surbús.
Maldita puerta. No se abre. Los ojos de los ancianos buscan al chofer que sale para decirles que no se pueden subir al vehículo hasta que no sea la hora de partir. Y que tengan en cuenta que falta aún quince minutos para ello. No valieron súplicas o rogativas, no hubo forma de ablandar el duro corazón de aquel hombre. (Este caballero no tiene el corazón ancho y noble ante unos ancianos, como Juanma Moreno Bonilla con los niños-menas). La empresa no le permite que los viajeros suban al autobús antes de tiempo, que lo siente, pero, es lo que hay.
Siguen a pleno sol. Les quedan aún quince minutos más a los que ya llevan soportados. Se levanta alguna voz, pero las fuerzas se han ido perdiendo, pero no la rabia que los consume, la impotencia que sienten ante una situación que no entienden ellos, como no entendemos a los que nos han ido contando la historia de ese chófer del autobús 30, que hace el trayecto a Retamar y que dejó durante demasiados minutos a unos ancianos, la mayoría con los setenta sobrepasados, y cercanos a los ochenta, en la parada de la calle Gregorio Marañón, a pleno sol, un sábado de feria y no venían de ella.
¿Creen ustedes que esta historia de mayores, casi ancianos, se la estaríamos contando si el grupo hubiera estado formado por María del Mar Vázquez, alcaldesa, Adriana Valverde, portavoz del Psoe y los 25 ediles restantes? Si quieren añadimos algún diputado provincial, parlamentario andaluz, diputado o senador del reino. No les imagino esperando el 30 a pleno sol en Gregorio Marañón. Pero deberían hacerlo. Esta es la ciudad feliz que nos ofrece la alcaldesa a los mayores en los duros días de agosto.
Un grupo de hombres y mujeres, con todos los años cumplidos sobre sus huesos, esperan el autobús para volver a casa. Y lo hacen con estoicismo, a pleno sol, no cantaban, pero si lo hubieran hecho, cara al sol estaban a la espera de la llegada del número 30 en la parada de la calle Gregorio Marañón, y seguro que por la edad conocían la marcha. Y por cierto, no venían de la feria del mediodía, por si lo están pensando.
¿Sudaban? Creo que no les quedaba agua en el cuerpo que pudieran exudar. Los primeros minutos estuvieron entretenidos, se contaron viejas aventuras, algunas incluso de sus tiempos de servicio militar, pero lo minutos pasaban y el sol seguía sin tener compasión con ellos.
¡Allí viene! gritó una voz. Despacio, sin prisas, se fue acercando hasta la parada el tan esperado y deseado bus. Los ojos de aquellas personas se iluminaron, sus cuerpos se relajaron tras el tiempo sufrido, por fin iban a poder olvidarse del sol, dejar de estar cara a él. Más de veinte sudorosos cuerpos se agolpan ante la puerta de acceso, esperando que esta se abra, que les ofrezca la merecida sombra y el aire acondicionado que ofrece el servicio de Surbús.
Maldita puerta. No se abre. Los ojos de los ancianos buscan al chofer que sale para decirles que no se pueden subir al vehículo hasta que no sea la hora de partir. Y que tengan en cuenta que falta aún quince minutos para ello. No valieron súplicas o rogativas, no hubo forma de ablandar el duro corazón de aquel hombre. (Este caballero no tiene el corazón ancho y noble ante unos ancianos, como Juanma Moreno Bonilla con los niños-menas). La empresa no le permite que los viajeros suban al autobús antes de tiempo, que lo siente, pero, es lo que hay.
Siguen a pleno sol. Les quedan aún quince minutos más a los que ya llevan soportados. Se levanta alguna voz, pero las fuerzas se han ido perdiendo, pero no la rabia que los consume, la impotencia que sienten ante una situación que no entienden ellos, como no entendemos a los que nos han ido contando la historia de ese chófer del autobús 30, que hace el trayecto a Retamar y que dejó durante demasiados minutos a unos ancianos, la mayoría con los setenta sobrepasados, y cercanos a los ochenta, en la parada de la calle Gregorio Marañón, a pleno sol, un sábado de feria y no venían de ella.
¿Creen ustedes que esta historia de mayores, casi ancianos, se la estaríamos contando si el grupo hubiera estado formado por María del Mar Vázquez, alcaldesa, Adriana Valverde, portavoz del Psoe y los 25 ediles restantes? Si quieren añadimos algún diputado provincial, parlamentario andaluz, diputado o senador del reino. No les imagino esperando el 30 a pleno sol en Gregorio Marañón. Pero deberían hacerlo. Esta es la ciudad feliz que nos ofrece la alcaldesa a los mayores en los duros días de agosto.