La cantera: lo que no suma, resta


..

MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ

Llamé a San Gobain para pedirle opinión sobre el asunto Vera. No me contestó. Se pronunció semana y media después anunciando que la verita de Vera ya no le interesa. Ha pasado tanto tiempo desde que quiso emprender una explotación; es la Administración española tan tediosa… El mundo sigue girando con sus oportunidades y los tiempos administrativos no coinciden con los tiempos empresariales. He aquí la razón de su bajada del tren.

Cuando les llamé, lo que percibíamos todos era distinto. Interpretábamos que el papeleo para abrir una cantera a no muchos metros de las urbanizaciones y servicios de la Media Legua estaba muy avanzado. Estos permisos los concede, en última instancia, la Dirección General de Minas, uno de los poderosos brazos del Ministerio de la Energía.

Las mediciones entre las primeras fachadas de los apartamentos Lomas del Mar y el punto previsto de explotación dan menos de un kilómetro. Aún más corta es la distancia con la futura estación del AVE y un club hípico. Y alargando la mano -es un decir- se podrían tocar varios cortijos habitados que temían el infierno encima. No era para menos: la paz de estas familias iría irremediablemente al garete por un periodo de 30 años.

Casi ‘pared con pared’, temimos ver que un día la sombría imagen de grandes excavadoras, cribadoras y volquetes mineros; las trituradoras de 85 toneladas capaces, mientras rugen y rugen, de hacer harina 650 Tn. de piedra cada hora; circularían los camiones por pistas de tierra, el conjunto enrarecería el aire y, de cuando en cuando, atronarían las voladuras.

En Vera tocaron a rebato. Hace mucho que el pueblo no conoce sobresaltos distintos a los causados por las periódicas crecidas del río Antas y el presentido parto de la mina abría la puerta a demasiadas conjeturas; a consecuencias malditas que la calle emparentó con el apocalipsis.

Para San Gobain, que tiene bautizado el proyecto que ya no quiere con el nombre de Lucía, era un negocio más en su inmensa actividad mundial ligada a la construcción, la movilidad y la industria, generándole facturaciones anuales por encima de los 50 mil millones y trabajo para 168.000 personas en setenta y cinco países. Dicen en su página web que lo suyo es muy “sostenible” y “resiliente”; que, como ejemplares guerreros contra en cambio climático, cuidan la biodiversidad. Son patrocinadores de las Olimpiadas París 2024. Un gigante que registra 100 patentes al año y ofrece 50.000 productos en sus catálogos. En España tiene abiertas cinco explotaciones mineras, tres de ellas en Sorbas. La de Vera sería la sexta.

Pero que no cunda el pánico. El documento de Autorización Ambiental emitido por la Junta de Andalucía es tranquilizador, porque cada golpe que se asestara al entorno, a las personas, a los animales; se corrige, disminuye y hasta desaparece si en su lectura ponemos buena voluntad. El lenguaje permite estas cosas y, qué decir…, el administrativo recoge todo lo malo -para curarse en salud- y opone a cada veneno un remedio eficaz. ¿De qué otra forma se podría dar licencia?

Los residuos, los ruidos, el polvo, los desmontes, la contaminación y el impacto en todos sus órdenes son apreciados en un primer párrafo y, de inmediato, eliminados con milagrosas medidas correctoras en el siguiente. Vemos a la empresa haciéndose muy responsable de todo y a la Administración, siempre garante y protectora, advirtiendo del necesario cumplimiento de la norma, y hasta del castigo si no se cumple. Aunque la tarea de vigilancia queda casi por entera en manos del buen criterio del minero.

Así las cosas, no sabiendo a quién encomendarse, surgieron voces en el pueblo a favor de la empresa estatal de la alta velocidad (ADIF) como mejor disolvente para el Proyecto Lucía. Mala idea.

Reservándose la última palabra, la Autoridad Ferroviaria transmitió, el 21 de septiembre de 2023, que las grandes zanjas causarían a su actividad un impacto “bajo” y que, si se “acredita el cumplimiento de la Legislación Ambiental […], no es previsible que pueda producir efectos negativos sobre la infraestructura o la circulación ferroviarias”.

¿¡Y el Ayuntamiento!? ¿¡Y los particulares de las fincas colindantes!? ¿¡Qué habían hecho para evitar las lágrimas!? Las dos únicas alegaciones presentadas contra la cantera llegaron firmadas por el Grupo Ecologista Mediterráneo y RMH Agro S.L (Veramatic), en junio y julio de 2020, respectivamente.

En esas fechas todos estábamos en otra cosa. Unos meses antes se había declarado el Estado de Emergencia para combatir la covid y nos esforzábamos por dar animo a los sanitarios. Alzábamos también los brazos al cielo para que, en el mejor de los casos, el mal no se extendiese o, si aquello era imparable, no nos alcanzase.

El Consistorio de Vera, como todos los de España, entregó su conjunto de recursos y atenciones al servicio de la cruzada médica, y con la vista fijada en esto no reparó en aquello. El resultado es que emitió sendos informes, en contestación a San Gobain (julio de 2020 y abril de 2021), garantizando compatibilidad urbanística y agua regenerada para la cantera.

“¿Qué hemos hecho?”, se debió preguntar el bueno de Alfonso García, alcalde ahora y primer teniente entonces, al verse estos días asediado por un multitudinario coro que le pide, le implora, le clama, le exige, detener la mina. Es el primer gran disgusto político que conoce; esos que abren al dirigente de un pueblo la verdadera puerta a la soledad cuando todos le miran y no tiene soluciones.

A veces, la respuesta racional y calmante no logra hacerse oír entre el fragor de los lamentos. Le pregunto semanas atrás al vecino Jerónimo Parra, que siendo presidente de la Cámara de Comercio, explota canteras y conoce sus complejidades y, en este caso, hasta alcanza el grado de profeta. Y diría que tocado por el don de la clarividencia o, si quieren, del conocimiento, responde: “Saint Gobain abandonará su proyecto de Vera porque no se mete donde no la quieren. Su política es huir de los conflictos. Si intuye problemas, no sigue. La opinión pública es muy importante para ellos y si hay oposición social, si observan tanto rechazo, desistirá sin duda”.

Ahora que el ‘adivinador’ Jerónimo ha visto cumplido su vaticinio, ahora que Saint Gobain se retira de la partida y no hay moros en la costa, no sobra una templada pero definitiva y perpetua reflexión: todo lo que resta, lo que no suma, lo que no aporta en función de lo que coge y se lleva; lo que no empuja hacia dónde queremos ir y estar, nos sobra.