Todavía no cuenta con una monografía sobre su historia, pero fue centro de un "imperio" prehistórico descubierto por Luis Siret
La meseta de El Argar. |
JUAN GRIMA / ALMERÍA HOY / 6·04·2024
Probablemente sea Antas uno de los pocos pueblos del Levante almeriense que todavía no cuenta con una monografía sobre su historia. Y ello parece contradictorio si pensamos en la abundancia de testimonios, tanto arqueológicos como históricos, que existen sobre esta localidad.
Antas ocupa un espacio excepcional de casi 100 km2 (98'8 km2) rodeado por los Llanos de la Ballabona, las sierras de Filabres y de Bédar y las tierras blancas de margas y gredas que descienden por las ramblas del Burgo y de Hornos hacia el río de Aguas. Gran parte de su término es una cuenca sedimentaria por donde circula el río de Antas. Como accidentes montañosos dos son de destacar: el cabezo de María, originado por las erupciones de un volcán del plioceno, y el arranque de la sierra de los Filabres, con sus primeras bancadas de mármol en las proximidades del Tranco, ubicadas en territorio antense.
La existencia de esa cuenca sedimentaria de tierras aluvionales y la abundancia de agua en el río y en el subsuelo han hecho de Antas un verdadero vergel, plagado de frutales, huertos de naranjos y plantaciones de hortalizas, que es de lo que vive y ha vivido desde siempre el pueblo.
Pero, retrocedamos en el tiempo. ¿Qué podemos desbrozar de la oscura historia de Antas?
En primer lugar tenemos que recordar las figuras del célebre arqueólogo Luis Siret y de su capataz Pedro Flores García, que colocaron el nombre de Antas en lo más alto de nuestra prehistoria. En efecto, el hecho de que Pedro Flores fuese de Antas y de que conociese este territorio mejor que la palma de su mano, favoreció para que, desde el principio, cuando no tenía ganas de ir a excavar muy lejos, lo hiciera por estos parajes. Fruto de sus prospecciones fue el descubrimiento de la cueva del Serrón, que es un refugio prehistórico con un terraplén de un metro y medio de espesor, donde aparecieron todo tipo de láminas microlíticas de sílex, en particular bifaces musterienses y puntas solutrenses con una antigüedad que va desde el 100.000 al 15.000 a.d.C. Es decir, desde finales del Paleolítico Medio hasta las postrimerías del Paleolítico Superior.
Esa riqueza agrícola que hemos constatado, fue descubierta muy pronto por el hombre neolítico, que va a ubicar en Antas los mejores y más interesantes yacimientos que se suceden a partir de ese momento, en particular durante el eneolítico: el Aljoroque o Gárcel, situado en una colina terciaria en la ribera izquierda del río, donde aparecieron cientos de objetos de piedra, tanto tallados (microlitos y puntas de flecha) como pulimentados (hachas, brazaletes de mármol, etc) y más de una docena de silos subterráneos para almacenar el grano; también la Pernera, donde se encontró el famoso idolillo de pizarra que hoy está en el Museo del Cincuentenario de Bruselas, y que es el anagrama utilizado generalmente en Antas, como cuna de la prehistoria; y otros variados asentamientos como La Gerundia o el cabezo del Moro.
Ahora bien, cuando Antas se va convertir en el centro de un "imperio" prehistórico va a ser en la Edad del Bronce, con el asentamiento del Argar, que da nombre a la cultura Argárica que se desarrolla en el Sudeste entre el 2200 y el 1500 a.d.C. En efecto, Siret va a descubrir una verdadera ciudad, totalmente organizada, con una oligarquía dominante y una sociedad casi esclavista. Parece que la fórmula del bronce era un secreto guardado por los dirigentes y en ello fundamentaban su supremacía, estando los demás pueblos coetáneos y de menor tamaño supeditados a aprovisionar de alimentos y a defender al Argar: caso de Fuente Álamo y el Oficio (Cuevas del Almanzora), San Miguel (Overa), Lugarico Viejo (Antas), Barranco de la Ciudad (Mojácar) y Gatas (Turre). Las más de 1.000 tumbas que excavó Siret en el Argar, fueron el eje su famosa colección arqueológica, destacando las diademas de plata halladas en las sepulturas número 62 y 454.
Con el ocaso del Argar, el territorio de Antas va a pasar a tener una población muy diseminada durante la Edad del Hierro, los períodos romano y musulmán, siendo escasos los restos arqueológicos de estas etapas. Así estaban las cosas cuando se produce la conquista castellana por los Reyes Católicos de la comarca de Vera a finales de la primavera de 1488.
Antas ocupa un espacio excepcional de casi 100 km2 (98'8 km2) rodeado por los Llanos de la Ballabona, las sierras de Filabres y de Bédar y las tierras blancas de margas y gredas que descienden por las ramblas del Burgo y de Hornos hacia el río de Aguas. Gran parte de su término es una cuenca sedimentaria por donde circula el río de Antas. Como accidentes montañosos dos son de destacar: el cabezo de María, originado por las erupciones de un volcán del plioceno, y el arranque de la sierra de los Filabres, con sus primeras bancadas de mármol en las proximidades del Tranco, ubicadas en territorio antense.
La existencia de esa cuenca sedimentaria de tierras aluvionales y la abundancia de agua en el río y en el subsuelo han hecho de Antas un verdadero vergel, plagado de frutales, huertos de naranjos y plantaciones de hortalizas, que es de lo que vive y ha vivido desde siempre el pueblo.
Pero, retrocedamos en el tiempo. ¿Qué podemos desbrozar de la oscura historia de Antas?
Pedro Flores, ayudante de Luis Siret. |
En primer lugar tenemos que recordar las figuras del célebre arqueólogo Luis Siret y de su capataz Pedro Flores García, que colocaron el nombre de Antas en lo más alto de nuestra prehistoria. En efecto, el hecho de que Pedro Flores fuese de Antas y de que conociese este territorio mejor que la palma de su mano, favoreció para que, desde el principio, cuando no tenía ganas de ir a excavar muy lejos, lo hiciera por estos parajes. Fruto de sus prospecciones fue el descubrimiento de la cueva del Serrón, que es un refugio prehistórico con un terraplén de un metro y medio de espesor, donde aparecieron todo tipo de láminas microlíticas de sílex, en particular bifaces musterienses y puntas solutrenses con una antigüedad que va desde el 100.000 al 15.000 a.d.C. Es decir, desde finales del Paleolítico Medio hasta las postrimerías del Paleolítico Superior.
Esa riqueza agrícola que hemos constatado, fue descubierta muy pronto por el hombre neolítico, que va a ubicar en Antas los mejores y más interesantes yacimientos que se suceden a partir de ese momento, en particular durante el eneolítico: el Aljoroque o Gárcel, situado en una colina terciaria en la ribera izquierda del río, donde aparecieron cientos de objetos de piedra, tanto tallados (microlitos y puntas de flecha) como pulimentados (hachas, brazaletes de mármol, etc) y más de una docena de silos subterráneos para almacenar el grano; también la Pernera, donde se encontró el famoso idolillo de pizarra que hoy está en el Museo del Cincuentenario de Bruselas, y que es el anagrama utilizado generalmente en Antas, como cuna de la prehistoria; y otros variados asentamientos como La Gerundia o el cabezo del Moro.
Ídolo de la Pernera. |
Ahora bien, cuando Antas se va convertir en el centro de un "imperio" prehistórico va a ser en la Edad del Bronce, con el asentamiento del Argar, que da nombre a la cultura Argárica que se desarrolla en el Sudeste entre el 2200 y el 1500 a.d.C. En efecto, Siret va a descubrir una verdadera ciudad, totalmente organizada, con una oligarquía dominante y una sociedad casi esclavista. Parece que la fórmula del bronce era un secreto guardado por los dirigentes y en ello fundamentaban su supremacía, estando los demás pueblos coetáneos y de menor tamaño supeditados a aprovisionar de alimentos y a defender al Argar: caso de Fuente Álamo y el Oficio (Cuevas del Almanzora), San Miguel (Overa), Lugarico Viejo (Antas), Barranco de la Ciudad (Mojácar) y Gatas (Turre). Las más de 1.000 tumbas que excavó Siret en el Argar, fueron el eje su famosa colección arqueológica, destacando las diademas de plata halladas en las sepulturas número 62 y 454.
Con el ocaso del Argar, el territorio de Antas va a pasar a tener una población muy diseminada durante la Edad del Hierro, los períodos romano y musulmán, siendo escasos los restos arqueológicos de estas etapas. Así estaban las cosas cuando se produce la conquista castellana por los Reyes Católicos de la comarca de Vera a finales de la primavera de 1488.
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Escena de la vida cotidiana en El Argar. |