.. |
PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Tengo un conocido que hace algunos años hizo un taller de cocina de la Junta durante un año, cobró durante esos 12 meses en torno a los mil ochocientos euros mensuales. Fríe los huevos como nadie, le da un toque de vinagre a los mismos, un par de gotas que recomiendo ponga a los suyos si se atreve, a las tortillas de papas las hace volar como un malabarista a sus platillos, a unas les pone un poco de agua, a otras de leche. ¡Dios, qué tortillas! Se cuenta entre los vecinos, también entre las vecinas del pueblo, no he tenido la oportunidad de hacerles la cata, que los gurullos los hace y los guisa como las desaparecidas y añoradas abuelas.
¿Se están preguntando si ha montado un bar? No. ¿Si trabaja en alguna cocina señera? Tampoco. ¿De qué le sirvió entonces el taller? Por favor, para cobrar durante un año un buen sueldo y hacerle las tortillas a su señora como nadie, así como pasarle los huevos por agua como si la señora tuviera un par de estrellas michelín. Uy, creo que a alguien se le han podido ir los pensamientos por el lado que no es. Los pasados por agua son los huevos de las gallinas, no me sean mal pensados.
A la alegría, que nos perdemos entre pucheros, huevos y cacerolas.
No recuerdo dónde leí el titular. Me llamó la atención, eran los tiempos de la lotería del niño, y pensé que un alegrón por parte de los bombos nunca viene mal. No era la bolita, la bolita el fondo de la noticia. Era, cómo decirles, bastante más prosaica. Tampoco era la poesía cantada del número que sale del bombo y que esperan, esperamos muchos españoles, en este caso almerienses, cuando compran un billete del imperio del juego.
La noticia estaba dedicada a quince personas de un pueblo almeriense, a los que les iban a dar una enorme alegría, les venían a alegrar la vida, todo un festero alegrón, al ofrecerles un taller de carpintería y albañilería para quince personas de la mencionada villa. Quince personas que están en estos momentos apuntadas al paro iban a recibir la buena nueva, ¡menuda alegría!, de poder participar en un taller en el que aprender dos profesiones, la de paleta y la de carpintero.
No me digan ustedes que no es una alegría ¡menudo alegrón, dirán algunos! el poder tener tan importante solución ante la vida que se le presenta a estos quince parados almerienses. Un taller de ebanistería y tratamiento de la madera y otro para el conocimiento del cemento y los ladrillos. Esto es mucho mejor que un primer premio del niño, que en cuanto se te acaba el dinero, a pasar de nuevo penurias. Mientras que un taller de maestro carpintero o de oficial de primera en el yeso te puede solucionar el problema de tu futuro, y no solo el tuyo, también el del resto de tu familia. “Lo de enseñar a pescar, en vez de regalar el pescado”.
Y cuando se acaben los talleres programados ¿dónde van a encontrar trabajo estos quince parados? Vuelven a cobrar el paro. Volverán a limpiar las calles de su pueblo, a la espera de un nuevo taller, o que lleguen los dineros del Per, Pfea, o cualquier otro nombre que le imponga el político de turno.
Nos conforman con poquito, hay que reconocerlo. Te suben la jubilación ¡qué maravilla! Pero luego compruebas que ese aumento te lleva a un módulo superior y a tener que pagar más de IRPF. Pero nos conformamos. Nos ofrecen transporte gratis en el autobús urbano, pero el ayuntamiento te sube el IBA un 27 por ciento. Todo es igual. A quince parados les ofrecen un taller con una duración de un año, o seis meses, pero al final del mismo volverán a ser cuerpo de paro, pero nos han conformado durante unos meses. Y siempre tendrán la posibilidad de reformarle el cuarto de baño a la familia, o arreglar la pata de la mesa, que andan estos pensando en apuntarse a Verdiblanca. Si les digo la verdad, prefiero lo de mi conocido, los huevos y las tortillas, sin olvidar los gurullos, me llaman más la atención.
¿Se están preguntando si ha montado un bar? No. ¿Si trabaja en alguna cocina señera? Tampoco. ¿De qué le sirvió entonces el taller? Por favor, para cobrar durante un año un buen sueldo y hacerle las tortillas a su señora como nadie, así como pasarle los huevos por agua como si la señora tuviera un par de estrellas michelín. Uy, creo que a alguien se le han podido ir los pensamientos por el lado que no es. Los pasados por agua son los huevos de las gallinas, no me sean mal pensados.
A la alegría, que nos perdemos entre pucheros, huevos y cacerolas.
No recuerdo dónde leí el titular. Me llamó la atención, eran los tiempos de la lotería del niño, y pensé que un alegrón por parte de los bombos nunca viene mal. No era la bolita, la bolita el fondo de la noticia. Era, cómo decirles, bastante más prosaica. Tampoco era la poesía cantada del número que sale del bombo y que esperan, esperamos muchos españoles, en este caso almerienses, cuando compran un billete del imperio del juego.
La noticia estaba dedicada a quince personas de un pueblo almeriense, a los que les iban a dar una enorme alegría, les venían a alegrar la vida, todo un festero alegrón, al ofrecerles un taller de carpintería y albañilería para quince personas de la mencionada villa. Quince personas que están en estos momentos apuntadas al paro iban a recibir la buena nueva, ¡menuda alegría!, de poder participar en un taller en el que aprender dos profesiones, la de paleta y la de carpintero.
No me digan ustedes que no es una alegría ¡menudo alegrón, dirán algunos! el poder tener tan importante solución ante la vida que se le presenta a estos quince parados almerienses. Un taller de ebanistería y tratamiento de la madera y otro para el conocimiento del cemento y los ladrillos. Esto es mucho mejor que un primer premio del niño, que en cuanto se te acaba el dinero, a pasar de nuevo penurias. Mientras que un taller de maestro carpintero o de oficial de primera en el yeso te puede solucionar el problema de tu futuro, y no solo el tuyo, también el del resto de tu familia. “Lo de enseñar a pescar, en vez de regalar el pescado”.
Y cuando se acaben los talleres programados ¿dónde van a encontrar trabajo estos quince parados? Vuelven a cobrar el paro. Volverán a limpiar las calles de su pueblo, a la espera de un nuevo taller, o que lleguen los dineros del Per, Pfea, o cualquier otro nombre que le imponga el político de turno.
Nos conforman con poquito, hay que reconocerlo. Te suben la jubilación ¡qué maravilla! Pero luego compruebas que ese aumento te lleva a un módulo superior y a tener que pagar más de IRPF. Pero nos conformamos. Nos ofrecen transporte gratis en el autobús urbano, pero el ayuntamiento te sube el IBA un 27 por ciento. Todo es igual. A quince parados les ofrecen un taller con una duración de un año, o seis meses, pero al final del mismo volverán a ser cuerpo de paro, pero nos han conformado durante unos meses. Y siempre tendrán la posibilidad de reformarle el cuarto de baño a la familia, o arreglar la pata de la mesa, que andan estos pensando en apuntarse a Verdiblanca. Si les digo la verdad, prefiero lo de mi conocido, los huevos y las tortillas, sin olvidar los gurullos, me llaman más la atención.