Un buen discurso de investidura el que ofreció Feijóo


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Ver la cara de la bancada sanchista te decía lo que estaban sufriendo ante las palabras que el candidato popular iba desgranando en el Congreso sobre lo que se está jugando el país en estos momentos por culpa de la necesidad de los votos y la ansia de poder de Pedro Sánchez.

Hubo frases dignas de destacar por parte del candidato del PP. Recojo una: “Yo podría ser presidente, pero no estoy por pagar lo que me piden”.

En clara referencia a que ha mantenido encuentros con los del chico del mocho en la cabeza, el cobardemente fugado en un maletero como un vil delincuente, y que, si les diera todo lo que le piden, tendría los votos asegurados para ser presidente.

Los aplausos atronaron en el hemiciclo, pero lo que llamó la atención fue que en ese momento la televisión que controla Sánchez le hizo la gran putada, al ofrecernos la cara del presidente en funciones. ¡Trágame tierra! Era todo un poema.

Las palabras en las tribunas se olvidan o se las lleva el viento en cuanto sopla un poco más fuerte de lo normal. Es lo que nos han enseñado los políticos a lo largo de los muchos años que llevamos. Feijóo lo hizo bien, no se le puede negar. Gustó su discurso, estuvo bien estructurado y tocó los temas que interesan a los ciudadanos, no todos, pero los apuntó. Estuvo sereno, sin estridencias, con una confianza importante cuando se es consciente de que no va a lograr la investidura.

Pero volvemos a lo de siempre: Palabras, palabras. Muy bien dichas, seguras, con ritmo y en medio de una bancada popular que estaba entregada a su líder.

¿Nos podemos fiar de ellas? Es la gran pregunta que se debían hacer, y nos hacíamos los españoles que ayer escuchábamos al que quiere ser presidente de España. Si la primera parte del discurso nos creaba ilusiones ante el futuro de la nación, la segunda ya no lo fue tanto, entraba en la demagogia ¡puñetera demagogia de los políticos! de las medidas económicas, de las leyes elaboradas por el gobierno de Sánchez. Y ahí uno se acordó de Rajoy.

¡Ay, Rajoy, Rajoy!

Nos prometió en su toma de posesión que iba a rebajar impuestos, y Montoro los subió. Que se iban a derogar las leyes ideológicas de la izquierda, y todos vimos que fueron palabras que se las llevó el viento.

Lo mismo se me pasó, fue largo el discurso, pero no le oí al candidato hablar sobre las leyes ideológicas que va a derogar si llega al gobierno. Lo mismo el hombre lo dejó para las réplicas a los discursos de los grupos, siempre más duras, más ceñidas al tobillo del contrario, pero no hubiera venido mal un apunte durante su discurso.

Una sorpresa, por la tarde tomó la palabra el exalcalde de Valladolid, Oscar Puente. ¿No estaba Pedro Sánchez en el Congreso? Sí que estaba, pero no quiso subir a la tribuna. ¿Cobardía? Vaya usted a saber. El señor Puente no mencionó ni una sola vez la palabra amnistía, y se dedicó a embarrar el terreno de juego: corrupción del PP, corrupción del PP y más corrupción del PP. No dejaba de ser sorprendente escuchar desde Andalucía a un socialista hablando de corrupción, menos mal que no habló de prostíbulos, es lo que le hubiera faltado al señor Puente. Pero es lo que hay. Para acabar: Ver de presidenta del Congreso a una señora que prohibía trabajar a médicos por no saber catalán, no defender a unas niñas tuteladas que estaban siendo mancilladas, irse de juerga en medio de la pandemia, cuando el resto de los ciudadanos estaban encerrados durante las veinticuatro horas del día, es una vergüenza para este país. Pero es el país que nos están ofreciendo las políticas del Sánchez.