Paco Ibáñez recorrió en un abarrotado Auditorio de Vera su personal paseo por la poesía española a golpe de guitarra.
El veterano cantautor Paco Ibáñez durante la interpretación de 'A galopar', canción con la que concluyó el concierto. |
ALMERÍA HOY / 10·06·2019
“Antes muerto que hablar en inglés”, fue una de las consignas que el veterano cantautor lanzó para oponerse al uso creciente de anglicismos en el lenguaje de hoy. “¿Por qué tenemos que decir ‘ok’ si en castellano existe la palabra ‘vale’?”, preguntó Ibáñez al público que llenó el Auditorio Ciudada de Vera para asistir a un concierto y, al mismo tiempo, a una cita con la memoria.
Ibáñez, que comenzó el concierto con un agradecimiento a María José Garrido, “profesora de literatura de un instituto de Vera cuyo empeño ha hecho posible esta noche”, trufó la velada con archiconocidas canciones de su repertorio basadas en textos de diferentes poetas españolas y, también, de la argentina Alfonsina Storni.
Y, entre tema y tema, fue dejando un rosario de frases a modo de consignas, como una de su hija, a la que escuchó en cierta ocasión decir que “si quieres apagar tu cerebro, enciende la televisión”.
Recomendó, también, leer poesía. “Es preciso leer a los poetas, porque ellos saben llegar a lo más profundo”, y cantó versos escritos en gallego, euskera y catalán por Antonio García Teijeiro, Mikel Laboa y Salvador Espriu. “No somos conscientes de la riqueza que aporta a un país contar con cuatro lenguas. Eso no está al alcance de cualquiera”.
Fueron dos horas de concierto, tal vez muchas para un seños de 84 años, que pasaron veloces para un público entregado que recibió a Paco Ibáñez con un largo aplauso que tuvo que cortar el artista con un gesto para empezar a tocar.
Cerró la actuación con ‘A galopar’, el poema de Alberti que su voz y su guitarra han convertido en todo un clásico, y que volvió a poner al público a cantar y seguir el ritmo, algo que ya había hecho con otros versos de José Agustín Goytisolo, León Felipe, Federico -"ese gran poeta asesinado por los fachas que, ahoran, quieren de nuevo rodearnos un poquito"- y Miguel Hernández.
La promoción del evento rezaba que se trataba de conmemorar el 50 aniversario del mítico concierto en el Olimpia de París, de un muchacho que llegó a París para fabricar castañuelas junto a su padre, ebanista exiliado por su pasado republicano, y su hermano, y todos los presentes lo vivieron como el que es consciente de asistir a un espectáculo único. Irrepetible. Histórico.
Ibáñez, que comenzó el concierto con un agradecimiento a María José Garrido, “profesora de literatura de un instituto de Vera cuyo empeño ha hecho posible esta noche”, trufó la velada con archiconocidas canciones de su repertorio basadas en textos de diferentes poetas españolas y, también, de la argentina Alfonsina Storni.
Y, entre tema y tema, fue dejando un rosario de frases a modo de consignas, como una de su hija, a la que escuchó en cierta ocasión decir que “si quieres apagar tu cerebro, enciende la televisión”.
Recomendó, también, leer poesía. “Es preciso leer a los poetas, porque ellos saben llegar a lo más profundo”, y cantó versos escritos en gallego, euskera y catalán por Antonio García Teijeiro, Mikel Laboa y Salvador Espriu. “No somos conscientes de la riqueza que aporta a un país contar con cuatro lenguas. Eso no está al alcance de cualquiera”.
Fueron dos horas de concierto, tal vez muchas para un seños de 84 años, que pasaron veloces para un público entregado que recibió a Paco Ibáñez con un largo aplauso que tuvo que cortar el artista con un gesto para empezar a tocar.
Cerró la actuación con ‘A galopar’, el poema de Alberti que su voz y su guitarra han convertido en todo un clásico, y que volvió a poner al público a cantar y seguir el ritmo, algo que ya había hecho con otros versos de José Agustín Goytisolo, León Felipe, Federico -"ese gran poeta asesinado por los fachas que, ahoran, quieren de nuevo rodearnos un poquito"- y Miguel Hernández.
La promoción del evento rezaba que se trataba de conmemorar el 50 aniversario del mítico concierto en el Olimpia de París, de un muchacho que llegó a París para fabricar castañuelas junto a su padre, ebanista exiliado por su pasado republicano, y su hermano, y todos los presentes lo vivieron como el que es consciente de asistir a un espectáculo único. Irrepetible. Histórico.