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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL
La ley D’Hondt con su implacable imparcialidad dictó sentencia: divídete y perderás.
El Partido Popular, como un pollo sin cabeza, gira sobre sí mismo y desconcertado transmite mensajes contradictorios y balbucientes a unos votantes atónitos. Cada vez se parece más a la extinta UCD, aquella de la que en un momento de lucidez don Manuel Fraga dijo una de sus frases lapidarias: “en UCD cabe todo el Parlamento alemán”.
Conservadores, liberales, democristianos, social-cristianos, franquistas reciclados, acaso algún tímido socialdemócrata… acabaron por destruir el instrumento que ellos mismos habían construido en un momento muy especial.
La derecha española no goza de ese predicamento y aura de santidad moral que parece privativo de la ideología de izquierdas y que no son capaces de destruir hechos ni teorías.
Como una profecía autocumplida ha interiorizado y asumido como un inevitable pecado familiar el estigma de la Guerra Civil que durante algunos unos años creyeron purificado en las aguas bautismales de la Transición. Zapatero, bobo solemne pero no inocente, tiene bastante que ver con ello, con su Memoria Histórica que no proyecta las invectivas y dicterios unilaterales de su revisionismo sobre el pasado, sino, pérfidamente, sobre el presente, con vocación de futuro. La historia como arma, transmitido el pecado de los padres hasta la decimosexta generación, como en las maldiciones de los cuentos.
El exministro Margallo dice que el estado de aparente podredumbre de su partido se ha gestado en los últimos años y los resume en tres palabras: Crisis, Corrupción y Cataluña. Parece incontestable el análisis.
En Cataluña está el origen de Ciudadanos. Durante demasiado tiempo se ignoró el elefante en la habitación conjurándolo con políticas de paños calientes y remedios homeopáticos. La derecha ha implosionado desde su autocomplaciente hegemonía por una gestión de infinita prudencia – de infinita cobardía piensan otros- abandonando a su suerte a media Cataluña, que llevaba años olvidada por todos y sojuzgada por una ideología, el nacionalismo xenófobo y exclusivo sofocante para quien no comparte sus cantos, sus proclamas, sus lazos y su soterrada violencia.
Por cierto que, como en la revisión y desprecio de la transición, también en su manifestación final aparece el mismo “genius loci” catalán: Zapatero y su oferta genuflexa de que España aceptaría sin rechistar cualquier cosa que aprobara el Parlament; Los malos son siempre los que osan recurrir al Tribunal Constitucional.
El miedo de los dirigentes del PP, a que les llamen fascistas, ha producido un quietismo irritante para los que tienen que convivir en un ambiente irrespirable. Querían evitar la guerra, pagando el precio de la indignidad – como Chamberlain - , y como Chamberlain tuvieron la indignidad y no evitaron la guerra. El tributo de las doncellas nuevamente no ha saciado, ni económica ni políticamente al monstruo que se estaba gestando.
La corrupción ya no tiene arreglo: la ha habido y me temo que la sigue habiendo. Y ese triste “y tu más” no le funciona ya a los jerarcas del PP ni consuela a unos militantes desafectos. A la izquierda se le perdonan misteriosamente sus ya viejas fórmulas de financiación, e incluso sus asesinatos políticos, la palabra GAL es impronunciable y los veinteañeros antifascistas no saben lo que significa. Pero el PP es ya un partido imperdonablemente corrupto y que no tiene salvación posible.
Las cartas son malas y hay que barajar de nuevo. El PP es un cadáver demasiado pesado para arrastrarlo mucho más tiempo. Sus militantes, y lo que es peor, sus votantes, tienen mejor memoria que una izquierda enfervorizada que perdona mansiones y lujos a los que hacen, al mismo tiempo desvergonzadamente y para escarnio de su parroquia, públicos votos de pobreza.
VOX se nutre de esa tendencia estúpida a la demagogia que, como un anuncio publicitario acertado, puede ser efectiva a corto plazo, pero que es letal si se implanta en el inconsciente colectivo de una sociedad. Afortunadamente sus dirigentes no son astutos para nada y sus propuestas están por debajo del sentido común del votante medio. Apela a las vísceras y no a la razón, a la inexistente Asociación Nacional del Rifle, con desplantes toreros y mentiras de cazador. No van a ir mucho más allá de donde han ido, afortunadamente.
Como Ciudadanos todavía no tiene cadáveres en el armario, puede que sea el refugio de los derechistas decepcionados por unas políticas que han confundido la prudencia y la cobardía. Dos términos tan próximos. Tendrá que clarificar su ideario: no se puede pretender que todos te quieran, no se puede ser liberal por la mañana y socialdemócrata por la tarde. La experiencia del PP, debería servirles de algo.
El Partido Popular, como un pollo sin cabeza, gira sobre sí mismo y desconcertado transmite mensajes contradictorios y balbucientes a unos votantes atónitos. Cada vez se parece más a la extinta UCD, aquella de la que en un momento de lucidez don Manuel Fraga dijo una de sus frases lapidarias: “en UCD cabe todo el Parlamento alemán”.
Conservadores, liberales, democristianos, social-cristianos, franquistas reciclados, acaso algún tímido socialdemócrata… acabaron por destruir el instrumento que ellos mismos habían construido en un momento muy especial.
La derecha española no goza de ese predicamento y aura de santidad moral que parece privativo de la ideología de izquierdas y que no son capaces de destruir hechos ni teorías.
Como una profecía autocumplida ha interiorizado y asumido como un inevitable pecado familiar el estigma de la Guerra Civil que durante algunos unos años creyeron purificado en las aguas bautismales de la Transición. Zapatero, bobo solemne pero no inocente, tiene bastante que ver con ello, con su Memoria Histórica que no proyecta las invectivas y dicterios unilaterales de su revisionismo sobre el pasado, sino, pérfidamente, sobre el presente, con vocación de futuro. La historia como arma, transmitido el pecado de los padres hasta la decimosexta generación, como en las maldiciones de los cuentos.
El exministro Margallo dice que el estado de aparente podredumbre de su partido se ha gestado en los últimos años y los resume en tres palabras: Crisis, Corrupción y Cataluña. Parece incontestable el análisis.
En Cataluña está el origen de Ciudadanos. Durante demasiado tiempo se ignoró el elefante en la habitación conjurándolo con políticas de paños calientes y remedios homeopáticos. La derecha ha implosionado desde su autocomplaciente hegemonía por una gestión de infinita prudencia – de infinita cobardía piensan otros- abandonando a su suerte a media Cataluña, que llevaba años olvidada por todos y sojuzgada por una ideología, el nacionalismo xenófobo y exclusivo sofocante para quien no comparte sus cantos, sus proclamas, sus lazos y su soterrada violencia.
Por cierto que, como en la revisión y desprecio de la transición, también en su manifestación final aparece el mismo “genius loci” catalán: Zapatero y su oferta genuflexa de que España aceptaría sin rechistar cualquier cosa que aprobara el Parlament; Los malos son siempre los que osan recurrir al Tribunal Constitucional.
El miedo de los dirigentes del PP, a que les llamen fascistas, ha producido un quietismo irritante para los que tienen que convivir en un ambiente irrespirable. Querían evitar la guerra, pagando el precio de la indignidad – como Chamberlain - , y como Chamberlain tuvieron la indignidad y no evitaron la guerra. El tributo de las doncellas nuevamente no ha saciado, ni económica ni políticamente al monstruo que se estaba gestando.
La corrupción ya no tiene arreglo: la ha habido y me temo que la sigue habiendo. Y ese triste “y tu más” no le funciona ya a los jerarcas del PP ni consuela a unos militantes desafectos. A la izquierda se le perdonan misteriosamente sus ya viejas fórmulas de financiación, e incluso sus asesinatos políticos, la palabra GAL es impronunciable y los veinteañeros antifascistas no saben lo que significa. Pero el PP es ya un partido imperdonablemente corrupto y que no tiene salvación posible.
Las cartas son malas y hay que barajar de nuevo. El PP es un cadáver demasiado pesado para arrastrarlo mucho más tiempo. Sus militantes, y lo que es peor, sus votantes, tienen mejor memoria que una izquierda enfervorizada que perdona mansiones y lujos a los que hacen, al mismo tiempo desvergonzadamente y para escarnio de su parroquia, públicos votos de pobreza.
VOX se nutre de esa tendencia estúpida a la demagogia que, como un anuncio publicitario acertado, puede ser efectiva a corto plazo, pero que es letal si se implanta en el inconsciente colectivo de una sociedad. Afortunadamente sus dirigentes no son astutos para nada y sus propuestas están por debajo del sentido común del votante medio. Apela a las vísceras y no a la razón, a la inexistente Asociación Nacional del Rifle, con desplantes toreros y mentiras de cazador. No van a ir mucho más allá de donde han ido, afortunadamente.
Como Ciudadanos todavía no tiene cadáveres en el armario, puede que sea el refugio de los derechistas decepcionados por unas políticas que han confundido la prudencia y la cobardía. Dos términos tan próximos. Tendrá que clarificar su ideario: no se puede pretender que todos te quieran, no se puede ser liberal por la mañana y socialdemócrata por la tarde. La experiencia del PP, debería servirles de algo.