José María Montoya ha recopilado en Mojácar y su guajira más de mil décimas y quintillas, así como la semblanza de sus principales autores y cantaores, mojaqueros de orígenes.
ALMERÍA HOY / 31·03·2019
Tiene
a gala que el contacto con D. Ginés Carrillo y la suerte de haber
sido alumno del maestro D. Bartolomé Flores despertó en él el amor
por la música, el teatro y la poesía. Ha compuesto obras de teatro
en verso, escrito numerosos poemas y cantado y compuesto, sobre todo,
guajiras, un género cuya patria atribuye a su pueblo, Mojácar, y
cuya historia ha recogido en un libro que recopila más de mil
décimas y quintillas, así como la semblanza de sus principales
autores y cantaores, mojaqueros de orígenes. El libro se acompaña
de un CD en el que algunas de sus sobrinas, su hermano Paco y él
mismo interpretan una buena muestra de ellas.
-
Bonito libro José María, ¡y qué interesante!
- El
libro es el fruto de más de 50 años de vida recopilando guajiras de
boca de sus autores y, también, escribiendo alguna que otra.
-
¿Qué cuenta en sus más de 400 páginas?
-
Hablo de su origen mojaquero, de los autores y cantaores que las
interpretaban e incluyo las que he recogido desde mi infancia. Tratan
sobre las maldiciones, la brujería, los apodos y la curandería,
también de romances y anécdotas de mi niñez; todas reflejadas en
guajiras y muchas escritas por mí, además de una semblanza de los
autores y los cantaores que las repentizaban, trovadores mojaqueros.
-
¿Por qué ese interés por la guajira?
- Yo
veía con tristeza cómo se iba perdiendo y caía en desuso. No
quiero que desaparezca. Recuerdo la emoción que sentía al escuchar
de niño a los mayores y labradores cantarlas en la era mientras
trillaban. Unos contestaban a otros desde sus huertos.
-
Es cierto que muchas de nuestras tradiciones van perdiendo su arraigo
popular y desaparecen.
- Sí,
por eso tenía una deuda conmigo mismo. Fue una promesa que me hice y
tenía que cumplirla. El libro y el disco son el mejor testimonio
para asegurar una tradición que, de esta forma, perdurará para
siempre.
-
¿Entonces las guajiras en origen se improvisaban?
- Se
improvisaban y los autores se retaban en los bares, en las plazas y
en las eras de Mojácar. Hablo de personas como el Canelo, el
Piliblanco, el Colorín o el maestro de todos, el tío Diego Sáez.
-
Siendo un género tan mojaquero no ha existido relevo generacional.
- No.
En Mojácar, hoy las cantamos cuatro. Por eso, precisamente, he
publicado el libro, para que su memoria perdure y no se pierda.
-
¿La guajira era exclusiva de Mojácar o estaba extendida por la
comarca?
-
También había autores en Turre, pero no tanto como en Mojácar. Yo
mantengo que la guajira nació en Mojácar.
-
¿Su afirmación se basa en datos científicos o sólo en el amor
patrio?
- Los
eruditos ya aseguran que surge en Andalucía, pero no especifican
dónde.
-
¿Tiene que ver con la que se canta en otros países de
Hispanoamérica?
- Es,
junto a la milonga, la vidalita y la colombiana, uno de los cuatro
cantes de ida y vuelta, es decir, que nació aquí, cruzó el
Atlántico para luego volver enriquecida por las aportaciones de la
música tradicional iberoamericana. Tiene similitudes, por ejemplo,
con el punto cubano, pero mientras éste es más rápido y se
interpreta para el baile, la guajira es más pausada, lenta y
sentida. Ambas utilizan la décima en sus letras, una estrofa que
data del siglo XVI y se atribuye a D. Vicente Espinel. Los mojaqueros
han expresado siempre todas sus emociones por medio de ellas.
-
¿Qué temas solían expresar sus paisanos mediante la guajira?
- La
emigración propició que hubiera abundantes alusiones a
Hispanoamérica, sobre todo a Cuba. Muchos no volvieron, pero
mandaban décimas como ésta:
“Yo
tenía un gran amor
que
está en la tumba y me llama.
Era
una linda cubana
el
bien de mi corazón.
Vivo
loco y con razón,
porque
perdí su hermosura.
Bajaré
a la sepultura
y
lucharé con la muerte,
pues
que es mi sino el quererte
y
lloro con amargura”.
Una
décima como ésta, cantada llega hasta lo más profundo del alma.
Otras, en cambio, hacían referencia a la guerra:
“Martínez
Campos creía
que
Cuba era de España
y
se marchó a la montaña
con
piezas de artillería,
y
Maceo le decía:
-‘Vete
pronto de La Habana,
que
con mi tropa cubana
hago
a Cuba independiente,
y
si es que me falta gente,
compro
tropa americana’”.
A mí
me impresionaba durante mi infancia pasar por cualquier calle de
Mojácar y escuchar a las madres cantando guajiras como éstas a sus
hijos mientras mecían la cuna.
-
¿De dónde le viene el nombre a la guajira?
- El
guajiro es el campesino cubano. Ellos presumen que ese cante es suyo,
pero yo defiendo donde sea que es de aquí. Si hace falta, también
en Cuba.
-
¿En qué se diferencian las de aquí de las de allí?
- La
de aquí se canta a capella, sin acompañamiento musical. Jorge
Ackerman, el cubano que sus compatriotas dicen que la inventó, es 17
años menor que el tío Diego Sáez, que nació en 1860.
-
Llama la atención que eran todos poetas sin estudios.
-
Venían de la Universidad de la vida. El Canelo, con 6 años, tiraba
de las maromas para ayudar a atracar a las barcas y con 12 trabajaba
en las minas de Las Herrerías a 300 metros bajo tierra. De allí
tuvo que salir para África, porque, harto de los latigazos que un
capataz de las minas propinaba a los niños, se hizo con una pistola,
le pegó un tiro y, corriendo, se dio a la fuga. Ese episodio es el
origen de la expresión ‘salió como el Canelo’. Estuvo a punto
de matarlo. Era todo un personaje. Los dos discursos que se hicieron
en Argentina con motivo de la llegada de Ramón Franco con el Plus
Ultra tras atravesar por primera vez el Atlántico, los hizo él. Al
mismo tiempo, era un hombre de lo más sencillo, sin estudios. En el
libro he recopilado unas ochocientas décimas suyas. Su mujer,
Beatriz, murió, y el Canelo, en el cementerio, durante el sepelio,
repentizó esta guajira:
“Beatriz,
se aproxima el día
de
irme adonde estás tú,
y
el resplandor de tu luz
se
juntará con la mía
porque
llevo en compañía
al
ángel que nos unió,
y
anoche me prometió
que
en mi último suspiro
él
me llevaría contigo
para
estar juntos los dos”.
Era
alguien increíble. Ya no podía andar y le improvisó esa maravilla
a su mujer aún de cuerpo presente.
-
Unas palabras así seducen a cualquier persona.
- Eso
enamora a cualquiera. Pero hay que ver los versos que le compuso a la
novia. Imposible de imaginar.
-
¿El Canelo es la primera referencia documentada de la guajira en
Mojácar?
- No.
El primero fue el tío Diego Sáez, que llegó a ser nombrado Juglar
del castillo por el Ayuntamiento de Mojácar. Una décima que le hizo
a su hijo no se podría decir hoy, pero no podemos sacarla del
contexto temporal en que la ideó:
“Hijo,
¿por qué te apresuras?
Deja
ese maldito vicio.
Vas
a perder el juicio
haciendo
tales locuras.
A
una mujer se asegura
tratándola
con desprecio.
¡No
seas loco ni seas necio
y
deja ya esos quereres!
Lo
que sobran son mujeres.
El
hombre no tiene precio”.
Esta
décima hay que entenderla en su momento. El tío Diego Sáez tenía
cada décima...
“Igual
que una capital,
a
Mojácar la tenemos,
pero
muy pronto veremos
un
resultado fatal.
Ya
gusta por aquí el ‘valsar’,
llevar
escote y batilla.
Salen
las mozas en pandilla
sin
ser fiesta de paseo
y
a sus padres yo les veo
rompiéndose
las costillas”.
Era
un monstruo trovando. Llegaba a la Plaza Nueva y se juntaban cuatro
troveros del barrio de los pescadores y del arrabal, que tenían una
gran rivalidad entre ellos. La Iglesia era la frontera entre los dos
barrios. Se batían en duelos cruzándose guajiras.
-
¿Se ha planteado adiestrar en la repentización y en la guajira a
las nuevas generaciones?
- Ya
he intentado poner en marcha un coro para interpretar guajiras y me
presto para ir, encantado, a enseñarlas en los colegios. No es fácil
la improvisación en décimas, como se hace en la guajira. En otros
lugares, como en La Unión, lo que hacen son quintillas. Ya es
difícil y tiene su mérito, pero hacerlo con diez versos es mucho
más que el doble de complicado.