Sobre avestruces y la soberbia en la Administración

Cuando los avestruces se enfrentan a una situación de peligro suelen optar por huir, algo que pueden lograr con facilidad porque son grandes corredores, capaces de superar los 60 km/h


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SAVONAROLA

Un gran pensador romano, Plinio el Viejo (23-79 d.C.), escribió una de las primeras enciclopedias que se conocen. Su Historia Natural en 37 libros fue un intento de resumir todo el saber de su tiempo. En el capítulo primero del libro diez, mis amadísimos hermanos en Cristo, escribió: “Los avestruces imaginan que cuando han escondido su cabeza y su cuello dentro de un arbusto, todo su cuerpo está oculto”. Seguramente, Plinio acuñó la idea a partir de la observación del comportamiento de estos animales en diferentes situaciones.

Lo primero que debió considerar, tal vez, es que estas aves tienen cabezas pequeñas en relación con el tamaño de su cuerpo. Por lo tanto, cuando las acercan al suelo, desde la distancia, puede dar la impresión de que “desaparecen”, cuando lo que ocurre no es más que los avestruces pasan mucho tiempo con sus cabezas cerca del terreno.

Por un lado, cuando se alimentan, a veces colocan la cabeza en el suelo para tragar pequeñas piedras. El objetivo de este hábito es colaborar con el triturado de los alimentos en la vía digestiva, en particular en aquellos animales que, como el avestruz, no están dotados de una colección de dientes adecuados para molerlos.

Por otra parte, los avestruces mantienen sus huevos en agujeros en la arena y deben girarlos usando sus picos durante la incubación para evitar, entre otras cuestiones, el sobrecalentamiento. Cavar el agujero, colocar los huevos y girarlos, puede ser confundido con un intento de enterrar sus cabezas en la arena.

No cabe pensar, tampoco, que estos grandes pájaros entierren su cabeza por miedo a algún estímulo. Cuando los avestruces se enfrentan a una situación de peligro suelen optar por huir, algo que pueden lograr con facilidad porque son grandes corredores, capaces de superar los 60 km/h.
Pero cuando un avestruz percibe el peligro y no puede huir, se echa al suelo y permanece inmóvil, con la cabeza y el cuello lo más plano y estirado posible frente a él, cabeza y cuello se confunden con la tierra y, desde la distancia, parece que el avestruz ha enterrado su calavera en la arena porque sólo el cuerpo es visible. De esa forma, buscan mimetizarse con los arbustos cercanos y confundir a sus depredadores.

También hacen esto cuando empollan sus huevos para proteger el nido. Las hembras, con plumaje gris, cuidan a los huevos durante el día y los machos, que tienen el plumaje negro, habitualmente se encargan del cuidado de los huevos por la noche. Aunque si, pese a los esfuerzos, no pueden huir ni logran pasar desapercibidos siempre pueden confiar en sus enormes patas, capaces de lastimar bastante a sus oponentes. Contrariamente a su injusta reputación, a la hora de defender a sus pichones los avestruces son feroces y no temen enfrentar a sus depredadores Nunca esconden la cabeza debajo de la tierra, ni tampoco miran hacia otro lado.

Sin embargo, hermanos mío, harto es sabido de la existencia de una excepción para toda regla.

Así, esa pesada avestruz en que se ha convertido la Administración de hogaño, sí que esconde la testuz so el suelo, y aún todo su cuerpo si cabe, amén de alzar sus ojos, mientras silba, hacia el cielo que todo lo cubre, y no sólo cuando presiente peligro alguno, sino también en presencia de la mano que le da de comer.

Hace unas semanas, la mitad de los padres de una de las dos clases de Educación infantil para niños de tres años, enviaron una queja a la Delegación competente sobre las presuntas prácticas de ‘segregación’ que pudieran estar perpetrándose en un colegio del Levante, pero los reclamantes no han merecido la respuesta obligada por parte de la Administración señalada.

Aunque en este caso, y a fuer de ser sinceros, la lenta avestruz de la burocracia andaluza, no hundió su vista en el terreno, sino que la alzó, como también suele, altiva, para no ver o mirar muy por encima de sus hombros a un puñado de ciudadanos que, como todos, contribuyen a su alimento.

Como quiera que la administración a quien se dirigieron estos padres permanecía escondida en la torre de su arrogancia, ha sido una alcaldesa, la más alta representante de una institución que no es la competente en este caso, quien he ejercido de portavoz de Educación, pero eso no la exime de su soberbia, uno de los ocho pecados capitales, amados míos, descritos por el Santo Tomás de Aquino.

Y, en llegando a este punto, queridísimos discípulos, ya aquel padre de la Iglesia recomendaba proceder con humildad como antídoto de tan nefanda culpa. Una falta insensata sólo inherente a un alma pérfida y perversa, pues que ni el más ladino espécimen del reino animal es capaz de ignorar o morder la mano de quien le alimenta. Espabile, pues, arrepiéntase de haber ignorado al dios pueblo y propóngase no volver a callar en adelante ante la queja de ningún ciudadano, ya que nadie merece más y mejor atención que éste por parte de quienes viven para servirle. Vale.