La conciencia nacional de los españoles

Hubo un momento prematuro de conciencia nacional con ocasión de la batalla de las Navas de Tolosa en la que participaron tropas de todos los reinos y condados peninsulares, incluido Portugal. Todos los combatientes se autodenominaron «españoles»


Amando de Miguel.

AMANDO DE MIGUEL

Hace poco más de medio milenio, España y Portugal se constituyeron en los dos primeros Estados europeos en el sentido moderno y definitivo. Por eso fueron capaces de inaugurar la era de los descubrimientos y exploraciones. Fue el primer acto de la gran representación histórica por la que Europa se convirtió en Civilización Occidental.

La nación española se forjó trabajosamente durante la Reconquista contra el Islam. Se trataba de reconstituir la Hispania de los romanos y los visigodos, un empeño que parecía ucrónico. Fue una larga serie de batallas intermitentes que coexistieron con la realidad de los distintos reinos y condados. Los cuales se fueron fusionando y separando a través de matrimonios de conveniencia de las casas reales. Hubo un momento prematuro de conciencia nacional con ocasión de la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212. En ella participaron tropas de todos los reinos y condados peninsulares, incluido Portugal. Todos los combatientes se autodenominaron 'españoles'. Pero esa momentánea unidad se fue desbaratando otra vez en los dos siglos posteriores. Los cuales sirvieron para afianzar la preeminencia de Castilla. Fue su gloria y después su ruina.

Vista la Historia con una lente gran angular, se nos revela que la conciencia nacional española sólo emerge esporádicamente en los momentos de agudas crisis. Un suceso más cercano es el de la llamada Guerra de la Independencia contra Napoleón Bonaparte. La paradoja es que realmente fue un estímulo para que los virreinatos americanos se independizaran del reino de España. Pero al menos esa gran crisis sirvió también para que se comentara un cierto grado de cohesión nacional, representado por el símbolo de la Constitución de 1812. Es curiosa la coincidencia: seiscientos años después de las Navas de Tolosa y nuevamente en Andalucía.

Otro momento de revitalización del sentimiento nacional fue con ocasión de la II República y la Guerra Civil. Tuvo lugar en los dos bandos, fueran Azaña o Sánchez Albornoz por el lado republicano o Maeztu o José Antonio Primo de Rivera (ambos fusilados) por el lado precisamente nacional. Quizá se nos haya olvidado ese fermento españolista, sobrepasado por la crueldad de ese periodo histórico. Todavía hoy «la guerra» (no hay otra) sigue dividiendo a los españoles.

La larga cuarentena franquista revitalizó la conciencia nacional, pero desde arriba, autoritariamente. Advenida la democracia, los españoles volvieron donde solían, a un mosaico vivo de localismos. Los símbolos nacionales (bandera, himno, escudo) se refugiaron en los cuarteles, dado el escaso sentimiento nacional que provocaban. En ese ambiente no es de extrañar que haya reverdecido últimamente el separatismo catalán. Aunque de nuevo se produce la reacción españolista ante un momento de aguda crisis. Así hemos visto en octubre de 2017 lo inimaginable: una ingente manifestación espontánea en las calles de Barcelona contraria al independentismo catalán. Ondeaban miles de banderas españolas y catalanas (éstas, las cuatribarradas clásicas, sin la estrella independentista). A un extraterrestre le resultará chocante que los colores de la banderas de España y Cataluña sean los mimos. Naturalmente, no es una casualidad.

Ya es curioso que la conciencia nacional de los españoles aflore en los momentos de aguda crisis política. «España y yo somos así, señora».