Cómo un partido político y sus representantes más distinguidos han llegado a tal grado de estúpida insania, es uno de los misterios más pavorosos a esclarecer en los próximos tiempos
Banderas de las regiones y ciudades autónomas de España. |
RAFAEL LÁZARO
Un destacado dirigente del PSOE en Madrid ha dicho textualmente que «si Madrid tiene que ser nación, nación», y añade a continuación que esta palabra, la de nación, no debe asustarnos. Pero yo, y seguramente más de uno de los que hayan escuchado sus declaraciones, sí me asusto por el «increíble y enorme bagaje intelectual» de semejante lumbrera.
Lo que asusta de verdad no es tanto las consecuencias políticas de tales 'reflexiones' que, a buen seguro, el pueblo español, mucho más sensato y sabio que este ilustrado representante del PSOE madrileño, considerará banales y ocurrentes. Lo que de verdad asusta, es el grado de incultura y frivolidad algunos de esos próceres que dicen representar a la sociedad española.
Cómo un partido político y sus representantes más distinguidos han llegado a tal grado de estúpida insania, es uno de los misterios más pavorosos a esclarecer en los próximos tiempos.
Si sobre conceptos tan meridianamente claros (estado, nación) para la inmensa mayoría de quienes se ocupan de la cosa política en España y fuera de España, son capaces de articular discursos tan confusamente arriesgados como los que últimamente se vienen escuchando, qué podemos esperar en el futuro de su vidrioso pensamiento sobre asuntos y problemas infinitamente más complejos. Lo más probable es que hagan uso de esa simpleza intelectualque siempre busca resolver los problemas por el perezoso procedimiento del menor esfuerzo.
Asunto resuelto. Si alguna parte de la nación española desea comer aparte y declararse nación, pues declaramos naciones a todos los que así lo deseen, o mejor, se lo ofrecemos gustosamente. ¡Qué enorme esfuerzo intelectual! ¡Qué adelantados del pensamiento político!¡Qué majadería más deslumbrante!
Pero vayamos a la posible trascendencia de semejantes conjeturas políticas. Ya somos todos naciones. Ya somos 19 naciones (también Ceuta y Melilla) en ese viejo armatoste llamado España. Ya somos capaces de legislar y actuar una contra todas y todas contra una. Pero según dicen, todos dentro de una misma nación y estado que continuaría siendo solidario. Es decir, que las “naciones” más ricas continuarían contribuyendo al bienestar de las menos favorecidas. Los que así piensan demuestran claramente o que no han entendido nada o que actúan con alevosía en dirección a la desaparición efectiva del estado y nación española.
No es posible que quienes basados en postulados económicos e identitarios de una parte de su población pretenden la segregación y disolución de la soberanía nacional, se conformen con un nuevo reparto de café para todos. Dirán; ¿Todos naciones? ¿Dónde está mi singularidad? Y además,¿De qué me sirve mi nación si tengo que contribuir al mantenimiento de esos perezosos del sur? Siendo esto irremediablemente así ¿Es tan difícil de entender? ¿A tal extremo llega la pereza mental? Y probablemente se responderán que alguna solución hay que buscar. Claro, para evitar el temor de caer al abismo, la mejor solución es precipitarse cuanto antes. Así desaparece el temor de una vez por todas. Desde luego la solución más estúpida y cobarde.
Lo he dicho en alguna otra ocasión. Existen soluciones al problema separatista. Es posible reconducir el estado de disentimiento existente en algunas comunidades autónomas reconduciendo el sistema educativo primordialmente y la mayor presencia del estado en esas comunidades. Pero para ello hace falta valor, convencimiento y determinación. ¡Ah! y menos pereza intelectual. ¿Algún partido político actual de la órbita constitucional dispone de esas virtudes? Si lo hay que dé un paso adelante en esa dirección y los españoles sabrán recompensarlo.
Lo que asusta de verdad no es tanto las consecuencias políticas de tales 'reflexiones' que, a buen seguro, el pueblo español, mucho más sensato y sabio que este ilustrado representante del PSOE madrileño, considerará banales y ocurrentes. Lo que de verdad asusta, es el grado de incultura y frivolidad algunos de esos próceres que dicen representar a la sociedad española.
Cómo un partido político y sus representantes más distinguidos han llegado a tal grado de estúpida insania, es uno de los misterios más pavorosos a esclarecer en los próximos tiempos.
Si sobre conceptos tan meridianamente claros (estado, nación) para la inmensa mayoría de quienes se ocupan de la cosa política en España y fuera de España, son capaces de articular discursos tan confusamente arriesgados como los que últimamente se vienen escuchando, qué podemos esperar en el futuro de su vidrioso pensamiento sobre asuntos y problemas infinitamente más complejos. Lo más probable es que hagan uso de esa simpleza intelectualque siempre busca resolver los problemas por el perezoso procedimiento del menor esfuerzo.
Asunto resuelto. Si alguna parte de la nación española desea comer aparte y declararse nación, pues declaramos naciones a todos los que así lo deseen, o mejor, se lo ofrecemos gustosamente. ¡Qué enorme esfuerzo intelectual! ¡Qué adelantados del pensamiento político!¡Qué majadería más deslumbrante!
Pero vayamos a la posible trascendencia de semejantes conjeturas políticas. Ya somos todos naciones. Ya somos 19 naciones (también Ceuta y Melilla) en ese viejo armatoste llamado España. Ya somos capaces de legislar y actuar una contra todas y todas contra una. Pero según dicen, todos dentro de una misma nación y estado que continuaría siendo solidario. Es decir, que las “naciones” más ricas continuarían contribuyendo al bienestar de las menos favorecidas. Los que así piensan demuestran claramente o que no han entendido nada o que actúan con alevosía en dirección a la desaparición efectiva del estado y nación española.
No es posible que quienes basados en postulados económicos e identitarios de una parte de su población pretenden la segregación y disolución de la soberanía nacional, se conformen con un nuevo reparto de café para todos. Dirán; ¿Todos naciones? ¿Dónde está mi singularidad? Y además,¿De qué me sirve mi nación si tengo que contribuir al mantenimiento de esos perezosos del sur? Siendo esto irremediablemente así ¿Es tan difícil de entender? ¿A tal extremo llega la pereza mental? Y probablemente se responderán que alguna solución hay que buscar. Claro, para evitar el temor de caer al abismo, la mejor solución es precipitarse cuanto antes. Así desaparece el temor de una vez por todas. Desde luego la solución más estúpida y cobarde.
Lo he dicho en alguna otra ocasión. Existen soluciones al problema separatista. Es posible reconducir el estado de disentimiento existente en algunas comunidades autónomas reconduciendo el sistema educativo primordialmente y la mayor presencia del estado en esas comunidades. Pero para ello hace falta valor, convencimiento y determinación. ¡Ah! y menos pereza intelectual. ¿Algún partido político actual de la órbita constitucional dispone de esas virtudes? Si lo hay que dé un paso adelante en esa dirección y los españoles sabrán recompensarlo.