Entre Cyrano y Winston

LUIS ARTIME


04·02·2016

Mi madre, desde su recién ocupado palco en el cielo, sonreiría si me oyese decir que la primera recomendación —lecciones no daba— que recuerdo de su boca fue «Solo necesitas ser un caballero». Pasó bastante tiempo hasta que averigüé que encerraba aquel término tan solemne en la cabeza de alguien tan poco dada a esa clase de ortopedias verbales.

Se estaba refiriendo a personajes que habitaban su cultura de joven provinciana con horizontes mentales oceánicos. Personajes como Cyrano de Bergerac, la apoteosis literaria del honor, el coraje, la nobleza y la inteligencia.

Pero la realidad histórica nos ofrece un epítome de esas cualidades en la figura de alguien que rozó con su empeño y determinación el perfil de la leyenda: Winston Churchill; que sería en ese sentido la síntesis más acabada del espíritu europeo del hombre de Estado, justo en el momento que ese espíritu parecía agotado.

Alguien que vivió, entre sus múltiples aventuras, tal vez la más dramática situación de asfixia moral que este continente ha padecido. Y, en aquella ocasión de amenaza creciente para su cultura y los principios que la animaban, acertó a ajustar la brújula en el rumbo correcto, en medio de la galerna, y empuñar con decisión el timón de una nave desarbolada y a la deriva.

¿Dónde esta ese 'caballero' hoy en día? ¿Existe entre nosotros ese espíritu, generoso y noble, que encarne las virtudes indispensables para sacar a nuestra Europa de las dudas que están acabando con ella? ¿Tiene alguien el coraje necesario para defender con orgullo y convicción lo que nos define como la única civilización humanista del planeta?

No hay respuestas para esas preguntas, y el tiempo no se detiene. Esa enfermedad melancólica que corroe nuestra cultura se manifiesta día a día como la fiebre mórbida contenida en una negra resignación, tan cobarde como suicida.

Dónde quiera que estés, Sir Winston… ¿no podrías echarnos una mano?