Simón Benítez Mena, un guerillero de Huércal Overa

Fue uno de los líderes de la provincia en la lucha contra los franceses durante la Guerra de la Independencia. Después, su militancia liberal le valió ser perseguido por Fernando VII


Guerrillero según un dibujo de la época.


ANTONIO J. RUBIO / ALMERÍA HOY / 21·10·2023

Simón Benítez Mena es un perfecto desconocido para la mayoría de los ciudadanos huercalenses, por más que destacara en la lucha contra los invasores franceses y en defensa de los valores constitucionales, como buen liberal que era.

Nació en Huércal Overa el 12 de julio de 1765, hijo de Tomás Benítez y Ana de Mena. En 1790 desposó con María Josefa Ballesta, matrimonio del que nacerían cinco hijos. Estudio Filosofía y Leyes en la Universidad de Orihuela, obteniendo el Grado de Bachiller en Derecho Civil (15-IV-1799), siendo recibido como abogado en los Reales Consejos (9-I-1795). Antes, en 1791, fue nombrado síndico personero de su villa natal, desempeñando el cargo de asesor general del concejo en 1800, 1801 y 1804. El 25 de junio de 1804 ganó por oposición una plaza en la Relatoría de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y, posteriormente, la del Consejo de Indias. Ese mismo año fue nombrado vocal de sanidad para intentar salvar a la población de la epidemia fiebre amarilla que había atacado con virulencia a Cartagena y otras poblaciones.

Ante la situación de auge del contrabando de géneros prohibidos que llegaban desde Gibraltar, organizó y comandó una partida de escopeteros contra los contrabandistas de la zona y, más tarde (30-I-1809), recibió la Real Ordinaria Jurisdicción de Huércal Overa de manos de la Regencia, continuando con sus esfuerzos contra los contrabandistas y desertores del ejército.

CONTRA LOS FRANCESES

Con motivo de la Guerra de la Independencia prestó numerosos servicios. En abril de 1809 fue designado comandante de la fuerza que debía resistir a los franceses, organizando cuatro compañías de milicianos. El conde de Villariezo, Valentín Belvís de Moncada y Pizarro, capitán general de la Costa y reino de Granada, le nombró capitán (19-VII-1809) y, seguidamente, comandante interino, organizando cuatro compañías de milicianos honrados. Al año siguiente, pasó a Lubrín, siendo comisionado para unir todas las guerrillas que se estaban levantando por orden del general Joaquín Blake, quien había sido nombrado Jefe del Ejército de Murcia (23-VII-1810) y situó su cuartel general en Huércal-Overa.

A su propia solicitud, y bajo las ordenes de Blake, pasó a Almería con el encargo de reforzar la defensa de la ciudad, siendo nombrado auditor y obteniendo licencia del general para imprimir una proclama que había redactado como testimonio público de su celo y patriotismo.

Ante la caída de Granada (28-I-1810), consiguió que Huércal Overa fuera protegida por la ciudad de Murcia, obteniendo permiso del comandante de aquel Reino para reunir todas las fuerzas posibles del río Almanzora y emprender hostilidades contra las tropas enemigas. La falta de constancia de algunos huercalenses le llevó a instalarse en Orihuela, a cuya Junta Provincial presentó un plan de guerra contra los franceses. En estas circunstancias, dirigió las fuerzas que pudo reclutar en auxilio de Murcia (7-II-1811). Paralelamente, en 1810 fue nombrado regidor decano del Ayuntamiento de Huércal y Overa y el Ayuntamiento de Lorca le concedió la vecindad “con el mayor gusto por ser atendidos los justos motivos que expresa, y ser públicos a la ciudad y sus vecinos el patriotismo de este abogado, y su decisión por la justa causa, en cuya defensa todos estamos interesados”.

Los franceses atentaron contra su patrimonio incendiándole la casa y condenándolo a muerte. Además, un discurso suyo, pronunciado el 31 de enero de 181, provocó que pusieran precio a su cabeza con una recompensa de 50.000 reales. Por esas fechas desarrolló un plan de intendencia para el ejército.

PERSEGUIDO POR LIBERAL

Sin embargo, a pesar de su patriotismo, tras la Guerra de la Independencia, no se vio libre de la persecución desencadenada contra los liberales por el restituido Fernando VII. En la causa instruida en 1823 contra los comuneros, fue procesado en Lorca, siendo alcalde mayor el Marqués del Villar.

La relación de méritos que presentó su mujer, Josefa Ballesta Mena, intentó demostrar su filiación monárquica, manifestando que “Luis XVIII le agració, sin pretenderlo, con el uso de la flor de lis, por su adhesión a la dinastía de los Borbones; que con sus hijos entró en la coalición secreta, ofreciendo 4.000 hombres armados para rescatar de Valenzey a don Fernando VII; que lejos de complicarse en la revolución, dio un público testimonio de su celo y amor a nuestro Rey en todo él lleno de sus atribuciones, por lo que se le formó causa en esta ciudad en el año de 1822 con todo lo demás que baste a su defensa, y hacer ver al mundo entero que son falsas y calumniosas las imputaciones con que han denigrado su buen nombre”.

En esta época, los comuneros (no confundir con les del siglo XVI) eran una sociedad secreta escindida de la masonería. Pretendía la defensa de la nación y el pueblo con tintes republicanos. Era menos elitista que la masonería y, por tanto, más transversal. Simón Benítez se acogió al indulto que el Rey expidió el 31 de mayo para esta causa. La última noticia de que disponemos sobre los años finales de su vida es la instalación de su bufete de abogado en la ciudad de Lorca.

Por su intensa actividad en favor de la libertad y la constitución, esbozada en estas líneas, bien merecía el que algún rincón del pueblo de Huércal Overa ostentara su nombre, porque además su obra tuvo continuidad en su familia. Ahora que una ley regula los lugares de memoria democrática no estaría de más que algún trocito de suelo huercalense, pudiera merecer esa consideración y perpetuara su memoria.