Hegemonía de izquierdas


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JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

LA IZQUIERDA POLÍTICA avanza sin pausa a lomos de la izquierda mediática, cultural, intelectual e incluso económica que ejerce extraordinario poder en el mundo.

El ajustado triunfo de Lula da Silva en Brasil completa una operación del Foro de Sao Paulo que reunió líderes de la izquierda bolivariana de ideología comunista. La aportación de Europa a la extensión de la izquierda populista en el continente iberoamericano está protagonizada, entre otros, por políticos españoles de extrema izquierda, entre los que cabe citar a Rodríguez Zapatero, Monedero, Iglesias y tantos otros que con astucia y sentido de la oportunidad lograron fundar un partido político en España que habría de servir de mascarón de proa de una inteligente maniobra que está cumpliendo algunos objetivos.

La relación estrecha entre lo que ocurre en España y en los países iberoamericanos es evidente: la izquierda extrema y populista avanza sin pausa ayudada por Podemos y sus múltiples marcas blancas. Ese avance no lo es tanto en votos como en influencia. El travestismo del PSOE alejado de la socialdemocracia, con un discurso radical y extremo en las formas y en el fondo, se visualiza en la complicidad de Zapatero con todos los partidos bolivarianos. De otro lado, la derecha económica ha ocupado, y aún ocupa, un espacio con la economía de libre mercado en Europa y en América, Australia, Canadá y otros países desarrollados. A pesar de la crisis, el capitalismo ha podido resistir los envites de otros modelos económicos claramente fracasados. A ello favoreció de manera cierta el orden establecido tras la segunda guerra mundial.

Las derechas que lideraron el resurgimiento de Europa desde 1945 fueron el motor de una expansión económica y estabilidad política sin precedentes. Los países europeos, en su mayoría, abrazaron la democracia parlamentaria de ideología liberal. Los partidos comunistas no fueron preponderantes, sin embargo, la llamada intelectualidad, la cultura, las artes y singularmente todos los niveles de la enseñanza, se declararon y actuaron sin ambigüedad de ideología comunista, incluso en su más brutal versión estalinista. La labor de penetración en esos ámbitos y el “agit prop” no ha decaído ni un solo día desde entonces hasta hoy. Las derechas apenas se esforzaron en construir un discurso atractivo que pudiera afianzar o atraer a desconcertados votantes que se enfrentan a retos extraordinariamente complejos.

La situación de los principales países de Europa, también en EEUU, señala una decadencia de los liderazgos de la ideología liberal conservadora. Francia, Alemania, Italia o España, por citar algunos, han conocido esa ausencia de liderazgo, y políticos de perfil mediocre han sustituido a los grandes padres de Europa: Konrard Adenhauer, Alcide de Gasperi, Henry Spaack, Jean Monnet, Robert Schuman. En tanto esto viene ocurriendo, se hace singularmente visible la irrupción de los partidos de izquierda populista y extrema, cuyo ejemplo más exponente es España. La aparición pujante de partidos de la derecha extrema en Europa y América, es calificado un fenómeno totalmente previsible porque la política busca, de algún modo, los balances de votos, aunque se posicionen en los extremos y a base de experimentos y errores de largo alcance. El triunfo de una coalición de derechas en Italia aupando a la Presidencia del Gobierno a una política populista radicalizada y extremista, es una respuesta a los fracasos sucesivos de coaliciones de izquierdas en Italia, que han provocado una inestabilidad política crónica.

En todo caso, tras años de observación de la realidad política en Europa y en España, puede concluirse que las izquierdas llevan conduciendo la política durante décadas. Una de las explicaciones más sencillas es que las izquierdas trabajan la política veinticuatro horas al día los trescientos sesenta y cinco días del año. Y otro motivo muy evidente es que una mayoría de políticos de izquierdas viven exclusivamente de la política, han hecho de ella un modo de vida y de ascenso económico y social. Fueran estas u otras motivaciones, lo cierto es que las derechas se suelen replegar con cierto complejo a unas políticas de resistencia, asumiendo con resignación fatalista leyes y disposiciones que marcan de manera cierta los modelos sociales y pretenden sustituir el modelo económico de libre mercado. De este modo se aprueban iniciativas, algunas originales, otras temerarias, otras de gran calado, otras irruptivas y todas ellas capaces de marcar unas líneas que la derecha se siente incapaz de corregir, menos aún de sustituir En todo caso, y referido a España, la situación política y el gobierno de coalición social/comunista agitan de continuo las bases de la propia democracia, atenta contra el Estado de derecho, socava la Constitución por la vía de los hechos, pacta con los herederos del terrorismo y apadrina la total libertad de los políticos sediciosos y golpistas en Cataluña. La influencia de la minoría comunista en las decisiones del gobierno es innegable y proyecta un futuro incierto y poco tranquilizador para la mitad de los votantes españoles.

Vuelvo al comienzo, las izquierdas avanzan en Europa y en América, pero el laboratorio de ensayo donde confluyen las izquierdas comunistas, populistas y bolivarianas es España. El ensayo comenzó con el inesperado triunfo de Rodríguez Zapatero, un necio arrimado al dinero que trabaja de conseguidor para varios dictadores bolivarianos. Para lamento de los socialistas que aún conservan el recuerdo de aquellos años de triunfos de la socialdemocracia, a Zapatero ha venido a sustituirle en los peores momentos imaginables un perillán narcisista que se ha aferrado al poder y trata de mantenerlo al precio que fuera preciso. Ambos han marcado las políticas de España; algunas de carácter rupturista con los acuerdos que posibilitaron la transición a la democracia.

Sobre el futuro próximo, las encuestas recientes más creíbles señalan una posible mayoría parlamentaria de la derecha conservadora y la derecha más nacionalista, capaz de formar un gobierno de coalición en diciembre de 2023. La cuestión de fondo reside en la improbable disposición de un teórico gobierno de derechas para abordar con eficacia la permanente batalla de las ideas y adentrarse en los ámbitos de la cultura, los medios informativos y la enseñanza. El espejo retrovisor percibe al último de los presidentes de Gobierno de la derecha, Mariano Rajoy, entregado a la recuperación de la economía y en cuadrar las cuentas públicas como un contable de una fábrica de zapatos. En sus años de gobierno ni una sola idea que pueda recordarse, tampoco la energía política y el convencimiento para defender su propio programa electoral arrojado al estanque de los gansos.

Y ahora podría tocarle el turno a Feijoo. Una incógnita ante sus propios posibles votantes. Un enigma de bajo perfil ante un futuro sombrío donde las izquierdas llevan años de hegemonía sin aparente límite a sus aspiraciones.