Las luces de Navidad llegan a la política


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

La oscuridad es sinónimo de tristeza, de temores, de pesadillas. La luz rodea de felicidad nuestra melancólica existencia en esos fríos días que nos llegan en el mes de diciembre. Los políticos están empeñados en que vivamos en las oscuridad, en la terrible pesadilla de la oscura noche donde cerramos los ojos en un intento de no ver los fantasmas que nos rodean.

Hay agoreros que anuncian que los gobiernos de Europa, entre ellos el de Pedro Sánchez en España, van a apagar la luz tres horas al día durante el próximo invierno. No nos han dicho aún si esas tres horas van a ser de noche o de día. Si deciden que sean cuando la luna se hace presente sobre nuestras cabezas, ya saben lo que nos espera: Tres horas de oscuridad, de miedos y de cacos rodeando nuestras casas y nuestras vidas. Y si no se lo creen, ahí tienen a los vecinos de la Cañada, que cortaban hace días la autovía ante la oscuridad en la que están viviendo desde hace años, los robos que están sufriendo sus domicilios y las promesas de los políticos en las que estas personas no confían demasiado.

En cuanto a los mayores, que por aquello de la próstata se levantan más de una vez camino del aseo, preparen una linterna, o tengan a mano el móvil, no se den un mamporro con la puerta que se quedó medio abierta.

La política manda en todo, en todo se mete, todo lo manipula, estrangula todo a lo que se acerca. La política llega a las luces de Navidad y amenaza con acabar con la alegría que se vive en calles y plazas durante esos jornadas. Si algo tienen los últimos días del mes de diciembre son las ilusiones despertadas en grandes y mayores. Los iluminados escaparates con sus colores y regalos, las aceras llenas de ciudadanos, grandes y pequeños, que participan en la hermosa caravana de felicidad que supone pasear por nuestra calles, viendo esos cielos de colores sobre nuestras cabezas.

Quieren acabar con la alegría de la gente. Que seamos seres oscuros, sin vida y sin ilusiones, sin luces en las que ver la felicidad, en las que sentirnos libres. Desean controlar a los ciudadanos y eso se consigue con la oscuridad, con el miedo que transmite, con el pavor a lo desconocido.

Los comerciantes han puesto el grito en el cielo ante una Navidad sin luces o con recortes en las mismas, y no es para menos. La oscuridad y el silencio de las calles no atrae a la gente, no consigue que salgan de sus casas. El miedo les puede y prefieren quedarse ante alguna de las pantallas que tienen en el hogar: el móvil, el televisor o el ordenador. Pantallas que nos están alejando a los unos de los otros, que dividen a las familias, que llenan de silencios nuestros salones y a veces hasta nuestras comidas.

Los políticos, tras el susto dado a ciudadanos y comerciantes con las luces de Navidad, están intentando mirar hacia otro lado. No vamos a exigir apagar las luces, nos dicen ahora, vamos a dar libertad, solo haremos recomendaciones. Pero, bandarras, si sois vosotros desde los ayuntamientos los que ilumináis las calles de las ciudades, a qué viene con lo de que no vais a exigir apagar las luces, dar libertad a encender bombillas y que solo recomendaciones saldrán de vuestras lindas bocas.

Qué difícil es creeros, qué duro confiar en vosotros. Cuánto os gusta meternos el miedo en el cuerpo. Con miedo, lo sabemos, es más fácil controlar al personal, y ese es vuestro fin, tenernos como fieles y temerosos siervos ante vuestro omnímodo poder.