La lengua boba


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AMANDO DE MIGUEL

El repertorio de voces de una lengua desborda el que figura en los diccionarios. De ese inmenso volumen, se escogen unas pocas, las utilizadas en la conversación corriente, en las lecturas usuales. En la elección, cuentan mucho las modas, lo que suena bien o la simple imitación de lo que se oye. Por tanto, se admiten mimetismos de otros idiomas (ahora, fundamentalmente, del inglés) o simples innovaciones de acuerdo con ciertas constantes.

En España, hay una reciente tradición, que sigue, fielmente, la práctica totalidad del censo; no se encuentra en ningún otro país de habla hispana. Es el ritual de “las uvas”. Consiste en tomar doce uvas al ritmo de las campanadas de un reloj de torre, preferentemente, el de la Casa de Correos de la Puerta del Sol, de Madrid. Es una forma convenida de despedir el año. En el que acaba de terminar, por mor de la pandemia del virus chino, solo, se ha admitido un aforo de siete mil personas en la Puerta del Sol. (No hay tal “puerta”; se trata de una plaza) Esa es la fiesta de “las uvas”, que cada uno sigue en su casa con los familiares y amigos, a través, de la televisión o la radio. En este caso, dadas las limitaciones de público, se arbitró una imitación de la ceremonia en el mismo lugar y 24 horas antes; se designó como “las preuvas”. Ya tenemos una nueva palabra. Puede que la original institución se reproduzca en años venideros.

Por cierto, en la ceremonia de la última Nochevieja, a través, de la tele, los elegantes presentadores de “las uvas” cometieron una falta de tacto. Se olvidaron de dedicar unas palabras de recuerdo y homenaje a los más de cien mil españoles fallecidos por causa de la pandemia.

La dichosa pandemia ha traído nuevas palabras, como “vacunódromo”: edificio de gran capacidad, adaptado para la vacunación masiva. La voz “cuarentena”, ya, existía: plazo para que un enfermo contagioso se aísle. En la pandemia actual, la duración no ha sido de cuarenta días, sino de tres a quince, según los casos. No parece muy científica tal oscilación.

En los comentarios de la ministra de Sanidad sobre la epidemia, nos ha sorprendido con el uso repetido del neologismo “etáreo”, referido a un estrato de habitantes de parecida edad. No se sabe por qué no ha recurrido a “etáneo”, por lo mismo que se dice “coetáneo”: persona de la misma edad que otras.

La mímesis del idioma inglés nos lleva a algunas modas léxicas un tanto ridículas. Por ejemplo, “sorpresivo” en lugar del castizo “sorprendente”. O también, el título que se da a los comentaristas o columnistas de la prensa, ahora, elevados a una dignidad más científica, como “analistas”. Precisamente, acabo de oír por la radio a uno de esos afamados analistas. El hombre ha repetido por dos veces la expresión willful thinking, que nada significa en inglés. Seguramente, quería decir wishful thinking: confusión de los deseos con la realidad percibida. Que conste que tal influencia de las voliciones sobre la percepción no es nada excepcional, tampoco, una anomalía; la practicamos todos de cutio.

Son muchos los errores cometidos al hablar, incluso, por personas instruidas. Por ejemplo, el uso de “sendos” para indicar “dos” o “ambos”, cuando la correcta significación es “uno para cada una de las personas o cosas mencionadas”. Otra equivocación muy común es la de “montante” para indicar el “monto” o cantidad total de una suma o conjunto.

A la actual pandemia del virus chino, la denomino, así, porque carece de una etiqueta adecuada. Parece una broma llamarla “covid” o “cóvid”; no hay forma de saber si es grave o aguda; como, tampoco, se acuerda el género (¿es “la covid” o “el covid”?). Estamos ante una etiqueta un tanto pueril, una especie de apócope para no tener que decir “corona virus”. Que, en buen castellano, sería más propio decir “virus corona”. Lo que ocurre es que hay muchos tipos distintos de esa tribu de los “virus corona”. Por eso mismo, se puede adjetivar de “chino”, por su origen, a este de la pandemia actual. No es un despectivo, como no lo es ningún gentilicio. La presunción contraria se hace sospechosa de racismo.