“Podemos reparar el dolor provocado por una pérdida transformándolo en poesía”

Gerardo Rodríguez Salas presenta este viernes en Antas 'Anacronía', un libro para asimilar la ausencia de su hermano, muerto en accidente de moto, que tardó 20 años en escribir



ALMERÍA HOY / 26·08·2021

Asimilar el dolor transformándolo en belleza ha sido el propósito de Gerardo Rodríguez Salas (Granada, 1976) para escribir 'Anacronía', un libro que trata de recomponer la ausencia del hermano muerto en un accidente de moto pegando, verso a verso, los fragmentos de una figura rota para siempre. El profesor de la Universidad de Granada compartirá los poemas de este libro, finalista en el Premio Andalucía de la Crítica 2021, este viernes como broche final de la X Cita en Antas organizada por Argaria

- Titulas ‘Anacronía’ un poemario sobre el dolor provocado por una ausencia, ¿por qué?
- Anacronía significa situar a una persona en un tiempo que no le es propio, pero otra acepción de la palabra es intemporalidad, es decir, más allá del tiempo, lo que induce al concepto de eternidad. El dolor es algo que, en el momento en que ocurre, lo trastoca todo, fundamentalmente desde el punto de vista temporal. Te hace vivir en un presente continuo. No obstante, también es preciso ir superándolo y asimilarlo. Tratas de encajarlo, como he hecho yo en este libro, para convertirlo en algo diferente e intemporal. El tema de la poesía del dolor, a mí me viene de García Lorca. En su poema ‘Alma ausente’ repite constantemente “porque te has muerto para siempre”, transmitiendo una sensación de pérdida, pero tratando de superar esa idea. En mi caso, yo me planteo si mi hermano ha muerto para siempre o existe alguna manera de mantenerle vivo a través de la poesía. De esa manera, he trocado la poesía del dolor en un antídoto para, a través de la belleza, llevarlo a una dimensión distinta en la que pueda recuperar esa figura aparentemente perdida que, sin embargo, permanece para siempre, como un concepto anacrónico, pero revisable.
- ¿Un libro escrito como terapia?
- Efectivamente. Utilizo, de alguna manera, la técnica oriental del kintsukoroi, una forma de reparar la cerámica uniendo con oro sus fragmentos. Es lo que trato de hacer con este poemario. Visibilizar la cicatriz con oro en lugar de ocultarla. Exponer el dolor en vez de esconderlo y convertirlo en algo que luzca. Trato de transformar esa sombra en luz y en algo valioso, porque, al final, las pérdidas que sufrimos nos han de conducir a evolucionar y aprender. En mi caso ha sido así. Sostengo que podemos reparar el dolor provocado por una pérdida. No ocultarlo, sino sacarlo fuera para transformarlo en algo diferente, como puede ser la belleza que aporta la poesía.
- Además de la relación con el tiempo, el poemario transcurre en dos escenarios muy lejanos entre sí. Por una parte, Granada, el paisaje más próximo a ti y a tu hermano. Por otro lado, Nueva Zelanda, las antípodas.
- Es cierto. Cuando empecé a pensar en el concepto de ‘Anacronía’, lo hice desde el punto de vista temporal, pero también desde el espacial, como queda reflejado en el libro. El hecho de que transcurra en dos lugares totalmente opuestos consigue que esa desubicación temporal también tenga su correlación espacial. De esa manera, se convierte en una cartografía emocional desde el instante de su preparación. Además, se basa un viaje real. Un año después de la muerte de mi hermano, hace ya veinte años, fui a Nueva Zelanda para terminar mi tesis doctoral. Esa odisea refleja la necesidad de agarrarme a esa ausencia yéndome al fin del mundo. Fue como tratar de encontrar a la figura de mi hermano mientras se desvanecía, para, al final, sumergirme en una cultura tan diferente, un diálogo que aparece en ‘Anacronía’, y que es también una búsqueda de la otredad. De manera paradójica, ese viaje me sirvió para encontrarme con la pérdida. En Granada no había tenido tiempo ni espacio para enfrentarme a ese dolor porque se vivía en el ámbito familiar y debía procurar que todos estuviéramos bien. Al ir a Nueva Zelanda pude dejar caer esa imagen central y tratar de asimilar esa pérdida al otro lado del mundo, completamente desubicado. Sin embargo, me sirvió para acercarme a ella y asimilarla. Todo se mezcla en el poemario para generar esa situación anacrónica tanto en el tiempo como en el espacio.
- ¿Hasta qué punto consideras necesario tener presente la ausencia de seres queridos?
- Estoy convencido de que es fundamental y vital su recuerdo para hacer posible el proceso de reparación del que hablo. Todos tenemos que recorrer ese tortuoso camino. En mi caso, el próximo 25 de octubre se cumplirán 20 años del desgraciado accidente de moto. Sin embargo, el libro no se publicó hasta noviembre de 2019 ¡He necesitado todos esos años para acercarme al proceso del dolor! Como los poetas románticos, quienes sostenían que la emoción es un flujo espontáneo de sentimientos poderosos que hay que recuperar desde el reposo. Ésa es la idea. Dejar que el proceso de duelo vaya tomando forma. No obstante, hace mucho bien contar con un álbum de ausencias que, finalmente, se convierten en recuerdos. Es una manera de agarrarse a la figura ausente. Keats, en la Oda al ruiseñor, decía “tú no naciste para la muerte, ¡oh pájaro inmortal!” Nos pasa a todos. En las pequeñas facetas cotidianas tenemos figuras fundamentales, en mi caso, mi hermano, mi abuela, mi padre. Nos agarramos a ellas y convertimos su ausencia en presencia. Mi hermano era muy gracioso. Estaba siempre con algún chascarrillo en la boca que recordamos cuando hablamos de él. Nos costó asimilar su ausencia, sin embargo, ahora nos referimos a él en presente y seguimos riéndonos de sus cosas. De esa manera, vamos completando los cromos de un álbum de ausencias, tratando de que los recuerdos no duelan y la luz domine.
- ‘Anacronía’ es una primera incursión por tu parte en el mundo de la poesía, sin embargo, parece una obra muy madura. No es la obra de un poeta novel.
- He trabajado mucho este libro. He pulido cada poema y cada verso hasta la saciedad, pero con la intención de hacerlo sencillo. Sin embargo, en el que estoy escribiendo ahora he dejado a un lado ese propósito. En ‘Anacronía’ trabajé mucho para transmitir una sensación de inmediatez. Me interesaba mucho que los poemas llegaran al lector de manera fulminante, aunque sin abandonar la sutileza y la sugerencia que deben impregnar a la poesía. Sé que es un asunto muy duro y he buscado no caer en la obviedad ni recrearme en el dolor. Por eso, salvo dos poemas, más duros, el resto describen el dolor a través de circunstancias cotidianas o el diálogo con una cultura diferente. El poemario está muy trabajado en la métrica y en todos los aspectos formales. Lo más difícil ha sido hacerlo fácil. Son poemas cortos, muy condensados, que intentan evocar al lector las pérdidas que ha sufrido a lo largo de su vida, más allá de la mía propia. He dispuesto una cartografía en la que se aprecia el diálogo entre culturas, pero siempre primando el tono elegíaco y personal de la pérdida.
- La presentación de este libro en Antas viene precedida de otra virtual que ofreciste durante el confinamiento, ¿supone algún estímulo o sensación diferente hacerlo ahora en directo?
- Es muy emocionante, porque el recital a través de internet en medio de la pandemia fue una oportunidad para aproximarme a la situación que vivíamos todos durante esos días. Elegí para grabar las lecturas una serie de lugares de especial significado para mí. Me sirvió para repararme en unos momentos muy complicados. Ahora, estar en Antas me supone una sensación extraña y, a la vez, sé que será muy emocionante. Tengo muchas ganas de que llegue el momento.