Las apariencias engañan


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AMANDO DE MIGUEL

Las apariencias (mejor, en plural) son lo que se deja ver de una cosa, persona o institución, pero, con el secreto propósito de que, realmente, es algo distinta. El consejo de “no fiarse de las apariencias” quiere decir que el mundo actual está lleno de engaños y mistificaciones. Por temor a ese resultado, la conversación de los españoles suele caracterizarse por un tono suasorio, exagerado, grandilocuente. Los interlocutores se disponen a dar una buena impresión de ellos mismos, utilizando todo tipo de amabilidades y fingimientos. Bien está la cortesía, un prodigio de la civilización; pero, puede presentarse, también, como simulación y hasta hipocresía. Los españoles somos muy teatreros. La obra maestra del Quijote es un modelo de esa forma de desarrollar la vida cotidiana.

En el castellano clásico, las apariencias se asociaban a la jerga dramatúrgica. Se referían al guiñol o teatro de títeres o pantomimas. También, se aplicaban a los dibujos fantásticos, que figuraban en el telón con se cubría el escenario antes de la representación. De ahí, pasaron, en el lenguaje coloquial, a la expresión de “guardar (o cubrir) las apariencias”. Se indicaba, así, el cuidado por presentar la mejor cara del sujeto, sus más benévolas intenciones. El interlocutor partía de la experiencia, al sospechar que “las apariencias engañan”. En la vida tradicional de los españoles, ha sobresalido, siempre, el “quiero y no puedo” de amplias capas de la población, que aprendían a disimular sus miserias económicas y mentales.

Cumple aquí, el homenaje al hidalgo castellano empobrecido, pero, que sabe retener su dignidad. Con frecuencia, se quedaba sin comer muchos días, pero, en esos casos, se untaba los bigotes con migas de pan. Así, salía a la calle para hacer ver a sus vecinos que había yantado a discreción.

La idea de las “apariencias” se corresponde, en inglés, con la voz clásica de appearances (pretensiones), que, hoy, no suele emplearse. En el inglés actual, se utiliza el adjetivo apparent, que significa algo muy distinto: es lo manifiesto, evidente, claro; por tanto, excluye lo ilusorio o falsificado (seeming). En el castellano hodierno, ha entrado la voz “aparente” en el sentido inglés, lo que se presta a algunas confusiones con el significado castizo de la “apariencia”, o mejor, las “apariencias”.

En el idioma español, se necesita esa noción de las “apariencias” para convenir la acepción dramatúrgica, tan corriente en la vida cotidiana. Nótese la significación admirativa de la expresión “¡parece mentira!”, que se vierte ante la contemplación de un suceso imprevisto y satisfactorio. Es el mismo asombro que se contiene en la exclamación “¡parece un cuadro!”, cuando al sujeto se le presenta un hermoso paisaje. La idea es, siempre, que la realidad es más completa de lo que aparenta serlo a primera vista. Late, quizá, la vieja idea platónica de que las cosas se presentan como sombras de una oculta realidad enteriza.

El interés con que se cuidan las apariencias trasciende el lenguaje con palabras. La “presentación del yo” ante los demás hace que el sujeto se esmere en ofrecer su mejor imagen física. Cuenta la ropa, el tocado, los afeites y adornos de la persona, incluso, los tatuajes y hasta el modelo de coche o del teléfono móvil. Tradicionalmente, todo eso de “figurar” era, más bien, una cuestión femenina, pero, los varones se han incorporado a la tarea con la mejor disposición. También, por este lado, se impone la igualdad entre los sexos; que, ahora, dicen “géneros”, por influencia de la moda estadounidense, tan ñoña sobre este particular.