Marie Curie, científica con dos premios Nobel (y 2)


..

ADOLFO PÉREZ

Como ya se ha visto en la primera parte de este artículo, la boda del matrimonio Curie, Pierre y Marie, se celebró en París el 26 de julio de 1895, él con 36 años y ella con casi 28. Terminada la luna de miel se instalaron en una modesta vivienda y se sumergieron en la rutina de la vida cotidiana. Marie se adentraba en el estudio del magnetismo en el que su marido era una autoridad. Nació su hija Iréne, murió la madre de Pierre y a Marie le diagnosticaron una lesión tuberculosa.

Las investigaciones del físico Becquerel intrigaban al matrimonio Curie, que se preguntaban de dónde procedía la energía desprendida por los compuestos del uranio en forma de radiaciones. De modo que, continuando la investigación de Becquerel, el tema elegido por Marie para la tesis doctoral fue averiguar la naturaleza de esas radiaciones, que la llevó a determinar si otras sustancias conocidas tienen las mismas propiedades radiactivas del uranio. Una vez elegido el tema faltaba saber cómo y dónde podrían desarrollarlo debido a que era necesario un local amplio, sin humedad, sin cambios de temperatura y material para investigar. Cuando ya dispusieron del local se apañaron con su deficiente laboratorio. Y ya en diciembre de 1897 comenzó la investigación; a las pocas semanas comprobó que cuanto más uranio tenían los minerales más intensa era su radiación. Marie siguió investigando a pesar de las dificultades y de los escasos medios, llegando a descubrir que la pechblenda era un mineral mucho más radiactivo de lo esperado debido a su contenido en uranio, por lo que intuyó que el fenómeno visto en el uranio podían tenerlo otros elementos radiactivos sin identificar, y así abordó el estudio en otros cuerpos químicos conocidos.

Marie repetía sus experimentos una y otra vez para no cometer errores, y así, en abril de 1898, descubrió en la pechblenda un elemento químico poderosamente radiactivo al que denominó ‘polonio’ en honor de su añorada Polonia. Marie se sentía atormentada por una infección que le agrietaba la yema de los dedos; sus dolencias la fatigaban y debilitaban. Entonces no sabían que su cuerpo recibía una radiación constante. El matrimonio marchó de vacaciones y en septiembre se encontró con la poco grata noticia de que su hermana Brosnia y su cuñado se trasladaron a Varsovia para establecerse y construir un sanatorio para tuberculosos, lo que le produjo una gran tristeza. Marie reanudó las investigaciones convencida de que existía un nuevo elemento, que resultó ser una nueva sustancia radiactiva a la que llamaron ‘radium’ (el radio), de una considerable radiactividad. Cabe decir que entre Pierre y Marie no existía ninguna clase de celos en sus investigaciones, en ellos había una sana y cómplice asociación de un matrimonio de científicos.

Como no tuvieron la posibilidad de hacerse de un mejor laboratorio continuaron con el humilde del que disponían al que sumaron un inhóspito hangar, muy frío en invierno y muy caluroso en verano, donde trabajaron hasta la extenuación de 1898 a 1902 a fin de aislar el polonio y el radio. Con la ayuda de la Academia de Ciencias de Viena se hicieron de pechblenda para seguir investigando. Como ayudante en el laboratorio se les unió el joven físico André Debierne. Marie seguía sufriendo brotes de tuberculosis y Pierre pasaba un mal momento debido al rechazo de ser ascendido a la cátedra de Física y Química de la Sorbona. Su economía mejoró cuando aceptaron sendos puestos de profesores de Física en centros de enseñanza. Por fin, después de cuatro años agotadores y mal comer, el 28 de marzo de 1902 Marie logró cuantificar el peso atómico del radio, que así lo anotó: RA = 225,93. El gran hallazgo se lo comunicó a su padre al que informaba de todo, pero poco después la avisaron de que estaba muy enfermo, de modo que viajó a Varsovia a donde solo pudo llegar al entierro. Para su padre, un hombre sencillo y de pasión científica, el tesón y el triunfo de su hija fueron sus mayores satisfacciones, aunque la muerte (14.05.1902) le privó de la alegría de ver a su querida hija recibir, año y medio después, el Premio Nobel de Física (1903).

El año 1903 trajo para ellos felices y tristes sucesos. El 25 de junio Marie leyó su tesis doctoral ante ilustres profesores y familiares presentes; la tesis, por supuesto, alcanzó la nota más alta, convirtiéndose en doctora en Ciencias Físicas por la Universidad de la Sorbona y tratamiento de ‘muy honorable’. En agosto le llegó el parto prematuro de un segundo embarazo, alumbró a una niña que murió al poco de nacer, con sus dolencias en aumento debido a que la radiactividad la estaba minando. Después del estudio de los efectos de la misma sobre los animales, Pierre supo que tales efectos eran devastadores, pero no hicieron caso a pesar de la evidencia que sufrían en sus propios cuerpos. Una buena noticia iluminó su vida cuando en noviembre recibieron un telegrama en el que se les comunicaba la concesión del Premio Nobel de Física, compartido con Henri Becquerel, que el 10 de diciembre recogió el ministro francés Marchand ya que ellos no viajaron a Estocolmo. El premio iba acompañado de una importante cantidad de dinero que los sacó de los apuros. Tras el Nobel vivieron en constante ajetreo: todo era gloria y reconocimiento, pero perdieron la tranquilidad con el agobio periodístico.

En enero 1904 los Curie tuvieron la alegría de que se fundara la revista ‘Das Radium’ y que la Sorbona creara una cátedra de Física para Pierre Curie, siendo asignada a Marie la jefatura de los trabajos de física de la cátedra de su esposo. El 6 de diciembre de 1904 nació Ève, su segunda hija. Al año siguiente Pierre Curie fue elegido miembro de la Academia de Ciencias de Francia.

Y llegó el 6 de abril de 1906, día gris y lluvioso en el que Pierre Curie asistió en un hotel a una comida con colegas suyos de la Asociación de Profesores de la Facultad de Ciencias. Al terminar se marchó andando de prisa con su paraguas abierto y al parecer algo distraído. Al cruzar la calle Dauphine resbaló y en la caída intentó agarrarse a la correa de uno de los caballos del coche que pasaba en ese momento, entonces el cochero atascó el freno y una de las ruedas destrozó la cabeza del señor Curie. Nadie prestó su vehículo para atenderlo y allí permaneció un tiempo hasta que lo llevaron en camilla a una comisaría y después a su domicilio. Marie quedó anonada. Pasadas las lágrimas el dolor se recogió en su interior, mientras que por fuera su semblante era rígido e inexpresivo. Las hijas eran muy niñas, Irène con ocho años y Ève con dos.

La Universidad cedió a Marie la cátedra de su esposo, siendo su lección inaugural continuación de la última que impartió Pierre Curie. Era la primera mujer catedrática en la Sorbona. En 1911 perdió la votación de ingreso en la Academia de Ciencias y ya no lo intentó más. Ese mismo año viajó con sus hijas a Polonia, quería que aprendieran polaco, que conocieran el país y lo amaran. A partir de 1906 le llegó la fama y acumulaba honores y honores. A lo largo de su vida fue objeto de más de cien nombramientos y distinciones. Madame Curie se permitió rechazar la Cruz de Caballero de la Legión de Honor que se le concedió en 1910, igual que hizo su marido. Al año siguiente, el 8 de noviembre recibió la notificación de que se le había concedido el Premio Nobel de Química a título personal e indiviso, en razón de que “el descubrimiento del radio no había sido motivo aún de distinción”. Es la única persona que tiene dos premios Nobel. Esta vez sí recogió el premio en Estocolmo el 11 de diciembre de 1911, fue con su hermana Bronia y su hija Irène.

Un escándalo magnificado por la prensa irrumpió en la vida de Marie. En 1911 se comentó que ella y el físico Paul Longevin eran amantes. Ella era viuda, él, cinco años menor, discípulo de Pierre Curie; casado y con cuatro hijos, aunque su matrimonio no andaba bien. El escándalo que se produjo fue descomunal, que hizo mella en su dura vida y en su deteriorada salud, llegando a ser tachada de ligera, extranjera, judía. El caso fue que estuvo al borde del suicidio. La cuestión es que no se pudo probar si esa relación en realidad existió. Al poco de la venida de Estocolmo, el 29 de diciembre, ingresó muy enferma en una clínica donde sanó y se alivió anímicamente. En febrero regresó a su casa y se dedicó a su trabajo. Con bastante pena rechazó la oferta de ser directora del Instituto del Radio de Varsovia por la razón de que estaba en marcha la construcción del Instituto del Radio de París, que tanto la ilusionaba.

Marie acudió a Varsovia a la inauguración del Instituto del Radio y ocho meses más tarde, el 31 de julio de 1914 pudo ver finalizadas las obras de su ansiado Instituto en París. Tres días después Alemania declaraba la guerra a Francia en el marco de la Primera Guerra Mundial en la que ella se involucró a fondo en defensa de Francia. Ante la realidad de la guerra, en principio tuvo tres preocupaciones: la seguridad de sus hijas, que estaban en lugar seguro; otra preocupación era proteger el laboratorio de la invasión alemana y una tercera poner a salvo el gramo de radio cedido al laboratorio, que era gran parte de la reserva mundial, el cual, protegido con 20 kilos de plomo, lo dejó depositado en un banco de Burdeos. Marie tenía intacta su capacidad organizativa: en los primeros días de la guerra se convirtió en la directora del servicio de rayos X de la Cruz Roja. Ella conocía bien el funcionamiento de los rayos X (Roentgen) y sus aplicaciones médicas, que servirían para curar a los soldados heridos. Reunió los aparatos existentes en hospitales y laboratorios y con ellos diseñó y organizó 20 unidades móviles en ambulancias con cámara oscura para revelar radiografías a fin de acudir adonde hicieran falta, así como otras tantas unidades estacionarias.

Poner un servicio así para la guerra requería mucho coraje y dinero, que madame Curie no dudó en pedir a la poderosa sociedad francesa. Ella misma se quedó sin nada, pues todo su patrimonio lo cambió en monedas y le hizo un préstamo de guerra al Estado francés. Sólo se quedó con sus medallas que el banco no quiso canjear por dinero. Con el fin de poder llevar a cabo esos servicios a la nación, Marie aprendió a conducir y estudiar anatomía médica. Asimismo, entre 1914 y 1918 se aplicó en la formación de 150 técnicos en radiología, la mayoría mujeres, capaces de llevar a cabo con éxito el programa de rayos X a fin de acercarlos a los hospitales y frentes de guerra. La formación la realizaron Marie, su hija Iréne, con la que tenía una gran unión, y una encantadora señorita Klein. Según se supo después de la guerra este servicio le prestó ayuda a más de un millón de heridos. El 11 de septiembre de1918 finalizó la guerra. Sin embargo, después del importante papel desempeñado por Marie Curie en los años del conflicto y haber aportado todo su dinero en la causa, sus acciones pasaron al olvido, sin ningún tipo de agradecimiento, como así lo reveló su hija Ève. En el olvido quedaron su dinero, su organización del servicio de rayos X y su dedicación a los miles de heridos. De gran ayuda fue para ella suegro, el señor Curie, que todo el tiempo en que fue necesario se hizo cargo de sus dos nietas, las cuales le alegraron la vida.

Finalizada la guerra Marie se encontró con el laboratorio desmantelado, sólo las paredes, y sin dinero para renovarlo. Y en tal circunstancia surgió un hecho que cambió la situación; la periodista Marie Mattingly Meloney consiguió en 1920 después de intentarlos varias veces, que Marie Curie accediera a ser entrevistada. La periodista estadounidense relató que cuando la vio se encontró con una señora pálida y tímida, con un vestido negro de algodón. Escribió que hasta ese día no se había tropezado con un rostro tan triste, lo que la hizo sentirse como una intrusa. Este primer encuentro y los demás que le siguieron sirvieron para la valiosa ayuda que le prestó la periodista, que supo de la carencia de laboratorio y la falta de un gramo de radio para seguir investigando. Marie Curie dijo a la periodista que ella no disponía de dinero para comprarlo y que jamás había ganado un franco a costa del radio, siempre dijo que el radio pertenecía a la sociedad. Cuando Marie Meloney regresó a Nueva York organizó una suscripción popular, llamada “Marie Curie Radium Fund”, cuyo fin era comprar el gramo de radio que Marie Curie recogería en persona en los Estados Unidos, donde la prensa, extrañada, se hizo eco de que ni era miembro de la Academia de Ciencias de Francia ni tenía la Legión de Honor. Rápidamente en Francia le concedieron la Cruz de la Legión de Honor, que ella de nuevo rechazó.

Junto con sus dos hijas, en 1921 viajó a Estados Unidos; la llegada a Nueva York fue apoteósica por la multitud de gente que acudió al puerto a aclamarla, pues todos querían ver a “la bienhechora de la raza humana”, según la prensa. En América fue honrada con innumerables nombramientos, medallas, títulos, doctorados y honores. El 20 de mayo de 1921 el presidente de los EE. UU. le entregó en Washington un cofrecillo simbólico que representaba un gramo de radio y Marie no consintió que la donación fuera para ella, sino que fuera para la ciencia y así constó en el acta de entrega. Ni que decir tiene que madame Curie acabó agotada de tanto ajetreo, hasta el punto de que sus hijas la suplieron en bastantes actos. El 17 de junio de ese año regresaron a Francia y madame Curie reinició sus investigaciones en un laboratorio apropiado gracias a la periodista Meloney, con la que hizo una gran amistad y para la que pidió la Cruz de la Legión de Honor. A partir de la experiencia de los Estados Unidos madame Curie le perdió el miedo a las invitaciones y viajó por toda Europa, Sudamérica y diversos países asiáticos. En España estuvo en 1919 y se entrevistó con el rey Alfonso XIII. El mismo año se sometió a una primera operación ocular y a otras dos el año siguiente, advirtiendo que nadie debía saber que tenía la vista estropeada.

En 1923 se cumplieron 25 años del descubrimiento del radio por lo que la Fundación Curie organizó una solemne recepción en la Sorbona, entre cuyos invitados estuvieron sus tres hermanos. Y entonces llegó la gratitud de Francia: el presidente de la República le hizo entrega de una escritura, que significaba el reconocimiento del pueblo francés, más una pensión anual de 40.000 francos, que a su muerte pasaría a sus hijas. Su siguiente objetivo era conseguir el Instituto del Radio en Varsovia para lo que contó con la ayuda inestimable de su hermana Bronia, que en nombre de Marie lanzó una suscripción popular: “Compre un ladrillo para el Instituto Marie Sklodowska Curie”, que hizo posible que en 1925 Marie asistiera a la colocación de la primera piedra. Y de nuevo le pidió ayuda a su buena amiga Marie Meloney, quien por segunda vez consiguió el dinero.

En 1926 se casó su hija Irène con Frèdèric Joliot, un buen físico, ayudante de madame Curie, brillante colaborador y digno sucesor. Ellos le trajeron la alegría de su nieta Hélène. En 1929 viajó de nuevo a Estados Unidos, esta vez sola. El presidente Herbert Hoover le hizo entrega del gramo de radio para Polonia en una solemne ceremonia en la Casa Blanca; Marie tenía ya 62 años. Y de América llegó a París con nuevos equipos donados, materiales y la promesa de ayuda económica. En 1930 fue operada por cuarta en los ojos, operación que le mejoró bastante la vista, pudiendo dedicarse a sus múltiples quehaceres con unos laboratorios modernos y bien equipados. El 29 de mayo de 1932 Marie Curie llegó a su ciudad natal para la inauguración del Instituto del Radio de Varsovia, obra que se debía a su hermana Bronia, al Estado polaco y a ella misma. Era su último viaje a Polonia por la que su amor seguía intacto desde que se marchó en 1891, pues si Francia era su país adoptivo, ella se sintió siempre polaca.

En 1933 Marie Curie traspasó a su hija Iréne la dirección científica del Instituto del Radio. De 1919 a 1935 pasaron por el Instituto del Radio 8.319 enfermos. En enero de 1934 Marie asistió al intento de producir radiactividad artificial que lograron su hija y su yerno, al año siguiente de la muerte de Marie ambos recibieron el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de la radiactividad artificial. Y en 1934, ya presintiendo su muerte, hizo desaparecer todo lo que se refería a su vida personal y lo mismo pidió a sus amigos respecto a sus cartas, y es que deseaba llevarse consigo su vida privada. Su rostro era el de una mujer muy cansada, la punta de los dedos le supuraban, las tenía quemadas por causa de la radiactividad que había asimilado durante años y que no le daba tregua, habiéndole ocasionado muchos problemas en su organismo. Sin embargo, hizo su último viaje al sanatorio suizo de Sancellemoz donde su estado empeoró y el 4 de julio de 1934 Marie Curie falleció en brazos de su hija Ève, a los 66 años. Enseguida llegaron Iréne, Frédéric y Brosnia. Fue enterrada junto a su esposo en el cementerio de Sceaux. Sus hermanos Brosnia y Josef Sklodowski echaron en la fosa abierta un puñado de tierra de Polonia. Los restos del matrimonio Curie, desde 1995 reposan en el Panteón de París.

Bibliografía. Carmen Herranz: Marie Sklodowska Curie. Colección Grandes biografías. Ediciones Rueda J. M. S. A.