La siempre española Cataluña (y 2)


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ADOLFO PÉREZ

La sociedad catalana de la segunda mitad del siglo XII y del siguiente fue de un gran dinamismo. El sector textil adquirió un notable impulso en algunas ciudades. La promoción del comercio fue de gran valor en Cataluña, en especial el dirigido al Mediterráneo. Hubo un importante crecimiento demográfico debido al aumento del desarrollo productivo, a la reducción del hambre y las bodas a edad más temprana, así como la incorporación de población procedente de las tierras conquistadas a Al Andalus, siendo Barcelona la más habitada. Hacia el año 1300 Cataluña tenía alrededor de medio millón de habitantes. Las tierras catalanas eran las más pobladas de la Corona de Aragón, doblando a las aragonesas y valencianas. Durante el siglo XIII la monarquía llevó a cabo la división administrativa del territorio catalán en las llamadas veguerías, que han permanecido hasta el siglo XVIII. Como en los demás lugares de Europa, la peste negra del siglo XIV hizo estragos en Cataluña donde hubo pueblos que quedaron vacíos.

No faltaron las disputas entre los señores feudales y los campesinos. En la llamada Cataluña la Vieja los irracionales malos usos tenían reducidos a los labriegos a la condición de auténticos siervos. Los llamados malos usos eran media docena, ejemplo: derecho del señor a recibir parte de los bienes de la mujer adúltera. Por causa de la caída de la renta debido a las calamidades padecidas, los señores feudales intentaron paliar tal caída con más lucro y opresión, dando lugar en el siglo XV a un sinfín de conflictos ocasionados por los payeses de la remensa (campesinos adscritos de modo forzoso a las tierras de un señor). Entretanto los gremios de artesanos crecían en Barcelona.

Jaime II el Justo (1291 – 1327) era un hombre de gran talento, hábil gobernante y astuto diplomático. Sentía el ideal español, consideraba a España como patria común de los que vivían en ella y se sentía compatriota de los demás reyes cristianos. Creó el Estudio General de Lérida, que suponía la autonomía universitaria de la Corona de Aragón. De su reinado es la llamada venganza catalana, cuando catalanes y almogávares mandados por Roger de Flor ayudaron a los bizantinos. Su hijo Alfonso IV el Benigno (1327 – 1336) tuvo problemas internos a causa de su heredero Pedro y las exigencias de la reina Leonor en beneficio de sus hijos, que llevó al rey a vulnerar el estatuto de Daroca. Acción que hizo reaccionar violentamente a los aragoneses, que dio lugar a la bella escena en la que Guillén de Vinatea recordó al monarca la teoría aragonesa de que el rey, como hombre, no era más que sus vasallos y como rey había de estar al servicio de sus vasallos.

Pedro IV el Ceremonioso o el del Punyalet (1336 – 1387). Era inteligente y astuto, ambicioso y capaz, enérgico y osado, frío y cruel, siempre cumplidor de su deber. Incorporó Mallorca y el Rosellón a sus Estados. Restauró la autoridad real para lo que sostuvo una violenta guerra contra las noblezas de Aragón y Valencia a la que derrotó en la batalla de Épila, rasgando con un puñal el documento que contenía sus privilegios, de ahí lo de punyalet. También apaciguó a los revoltosos de Valencia e hizo beber a algunos el metal fundido de la campana con que convocaban sus reuniones. Protegió la cultura y fue un entusiasta de la lectura. Lo heredó su hijo Juan el Cazador, que reinó hasta 1396. Su pasión por la caza le ocasionó la muerte, ya que en una cacería cayó violentamente del caballo, espantado, al parecer por la aparición de una gran loba, muriendo en el acto.

El hermano del Cazador que lo sucedió, Martín I el Humano (1396 – 1410), se casó dos veces y tuvo cuatro hijos (fallecidos en vida del rey). Fue de gran beneficio para todos que la reina María de Luna, señora excepcional, se ocupara del gobierno de los reinos en las ausencias del rey. La reina se preocupó de la situación de los payeses catalanes, en virtud de los ‘malos usos’ de sus señores, algo tan duro que ya dañaba la sensibilidad de la época. Al morir su único hijo el rey Martín I se quedó sin sucesión legítima y murió sin designar heredero, dando paso al Interregno (1410 – 1412), tiempo en que era necesario designar un sucesor al fallecido rey entre los varios aspirantes que lo solicitaron. Una junta formada por tres delegados de cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia), entre los que destacaba san Vicente Ferrer, se reunió en Caspe (villa de Zaragoza). Al cabo de maduras deliberaciones, los delegados zanjaron la cuestión con seis votos (tres de Aragón, dos de Valencia y uno de Cataluña) a favor del infante de Castilla Fernando de Antequera, hijo de Juan I y de Leonor, hermana del finado rey Martín. Se trataba de un infante con buenas cualidades. Sin embargo, la historiografía catalanista ha convertido el compromiso de Caspe como una derrota nacional, amén de ser la verdadera causa de la decadencia de Cataluña, sin querer darse cuenta de su debilidad en esa época medieval.

El elegido rey Fernando I de Antequera (1412 – 1416) en su breve reinado se vio perturbado por el conde Jaime de Urgel, que no aceptó el acuerdo de Caspe. Le ofreció prebendas que no admitió, por lo que hubo de derrotarlo en la batalla de Balaguer. Le sucedió su hijo Alfonso V el Magnánimo, también rey de Nápoles (1416 – 1458). Se identificó con los ideales de aragoneses y catalanes aun siendo castellano. Practicó una política mediterránea de altos vuelos para aumentar su prestigio y alcanzar la hegemonía marítima. Acertó con intervenir en Italia, llegando a apoderase de Nápoles donde fue reconocido como rey, y allí permaneció hasta su muerte; mientras, la corona de Aragón estuvo bien gobernada por su esposa, la buena reina María de Castilla.

Juan II de Aragón (1438 – 1479), hermano del anterior, era un hombre inteligente y enérgico, desprovisto de escrúpulos. Se casó con la reina Blanca de Navarra. Según la costumbre castellana Juan II compartió el trono de Navarra (Juan I, 1425 – 1479), pero al quedar viudo pretendió seguir gobernando a los navarros, por lo que se enfrentó a su hijo Carlos, príncipe de Viana, legítimo rey de Navarra por ser hijo de la reina Blanca. Debido a la muerte del príncipe Carlos tuvo que hacer frente a una terrible rebelión de Cataluña que el rey dominó con apuros. El monarca contrajo segundas nupcias, ahora con Juana Enríquez, mujer muy inteligente, de la que se dijo que había envenenado al príncipe de Viana para beneficiar a su hijo Fernando, casado con Isabel I de Castilla, los conocidos como Reyes Católicos.

La victoria de Juan II en la guerra civil (1472) dejó a Cataluña exhausta. Muertes, destrucciones y paralización de parte de la vida económica dejaron huellas profundas. El peso del principado en la corona de Aragón decayó en beneficio de Valencia en el siglo XV y a la mayor solidez política aragonesa. Cuando a la muerte de su padre accedió al trono Fernando II el Católico (1479 – 1516), la situación de Cataluña era crítica. Enseguida el monarca se empeñó en resolver los problemas más acuciantes. Uno de ellos era cerrar la guerra civil y otro abordar los resultados de la confiscación de los bienes durante la guerra y el problema de los payeses de la remensa en conflicto continuo con los señores, que el rey resolvió arbitrando una solución de la que salieron satisfechos los remensa. Durante su reinado se dieron pasos importantes para la recuperación política y económica de Cataluña. Junto con su esposa, la reina Isabel la Católica, en abril de 1493 recibieron en Barcelona a Cristóbal Colón a la vuelta de su primer viaje del descubrimiento de América. Como no tuvo hijos con su segunda esposa, la francesa Germana de Foix, la corona de Aragón recayó en su hija Juana, enferma mental, que reinó nominalmente pues el rey de hecho fue su hijo Carlos I. A finales del siglo XV Cataluña tenía 225.000 habitantes de los que 35.000 eran de Barcelona, censo que se dobló a mitad del siglo XVI y el siguiente. El final de las epidemias, las guerras y el flujo migratorio francés explican la recuperación demográfica. La producción agraria y la ganadería eran la base económica de la sociedad catalana. Para preservar la integridad patrimonial se instituyó la figura familiar del ‘hereu’. Importantes mercaderes con sus familias se instalaron en la península y en las Canarias. Desde Sevilla, puerto del monopolio exportador, los catalanes enviaban sus mercancías a América, luego resulta un mito decir que no existió el comercio catalán con América.

Carlos I de España y V de Alemania reinó en España entre los años 1516 y 1556. Durante su reinado convocó Cortes en Cataluña. Los textos históricos consideran a Carlos I un enamorado de Cataluña. La nobleza catalana se implicó en las aventuras exteriores del monarca, tales como la expedición a Túnez y las guerras con Francia. En el reinado de su hijo Felipe II (1556 – 1598) fueron muchos los catalanes que ayudaron a las tropas reales a sofocar el levantamiento de los moriscos de las Alpujarras. Le sucedió su hijo Felipe III (1598 – 1621), el cual visitó Cataluña y creó bastantes títulos de nobleza; convocó Cortes, que fueron las últimas, en las que se aprobaron constituciones. Felipe III expulsó a los moriscos, de los que unos cinco mil vivían en Cataluña, los cuales se fueron al norte de África. En este tiempo el bandolerismo era una lacra en Cataluña.

Felipe IV accedió al trono a la muerte de su padre en 1621 y tardó cinco años en pisar tierra catalana, lo que originó numerosos desencuentros. Un grave conflicto se originó en Cataluña debido a la política de conde – duque de Olivares, ministro principal del rey; la causa fue la participación de España en la guerra europea de los Treinta Años (1618 - 1648), que en Cataluña tuvo especial incidencia, ya que la población hubo de soportar combates, cargas y gravámenes, más la estancia y alojamiento en sus casas de tropas ajenas. Tal situación provocó el malestar y la hartura de los catalanes, lo que dio lugar a que el 7 de junio de 1640, día del Corpus Christi, se amotinaran los payeses segadores en Barcelona, hecho que dio lugar a que los franceses ofrecieron ayuda a los catalanes si se ponían bajo el gobierno del rey francés, por lo que una vez aceptada la ayuda el rey Luis XIII fue proclamado conde de Barcelona. La separación duró doce años y con ella la inestabilidad política y el desencanto, que se tradujeron en la vuelta al monarca español.

Muerto Felipe IV en 1665 le sucedió su hijo Carlos II que reinó hasta 1700. Tanto los catalanes como el nuevo rey se afanaron en restañar las heridas producidas por la separación. No obstante, el crecimiento demográfico y económico fue una realidad, con una industria textil revitalizada. Sin embargo, el fallecimiento de Carlos II sin descendencia produjo un conflicto internacional con honda repercusión en Cataluña. En su último testamento el rey nombró heredero suyo al francés Felipe de Borbón, nieto de su hermana María Teresa y del rey Luis XIV, elección que no fue aceptada por el archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono por ser biznieto de Felipe III. La sucesión fue causa de una guerra en la que buena parte de los catalanoaragoneses se alinearon contra los Borbones al parecer por su fobia a los franceses o debido a la opción del clero por los Austrias. En ella se mezclaron los grandes intereses económicos y estratégicos de las potencias europeas, lo que supuso para España importantes pérdidas, entre ellas Gibraltar. La renuncia del archiduque por haber accedido al trono del Sacro Imperio Romano Germánico hizo que Felipe V se asentara como rey de España y la guerra finalizó con la derrota catalana el 11 de septiembre de 1714. Cabe destacar que la derrota se produjo después de una resistencia numantina al mando del conseller en cap Rafael Casanova. Desde entonces, cada 11 de septiembre el pueblo catalán conmemora la Diada, el Día, fiesta de la que últimamente se han apoderado los independentistas.

La represión que siguió a septiembre de 1714 fue muy dura, en un clima sofocante de denuncias y delaciones. El desenlace de la guerra acabó en la disolución de la Corona de Aragón y demás reinos y principados de España. El Estado se convirtió en centralista y unitario. El Decreto de Nueva Planta (1716) creó el reglamento de Cataluña como flamante provincia. A Felipe V le sucedieron sus dos hijos, Fernando VI (1746 – 1759) y Carlos III, que reinó hasta 1788. Su hijo, Carlos IV (1788 – 1808) hizo frente a la guerra declarada por la Convención francesa (Gobierno revolucionario), donde Cataluña se convirtió en campo de batalla. La guerra acabó con la paz de Basilea (1795).

Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII, confinado en Francia por Bonaparte, que invadió España y colocó a su hermano José en el trono de España (1808 – 1813). Hechos que ocasionaron la guerra de la Independencia (1808 – 1814). Los sitios de Gerona y de Zaragoza fueron emblemáticos en la guerra. Los franceses fueron arrojados de España y el intruso José Bonaparte salió huyendo, siendo repuesto Fernando VII en el trono hasta 1833 en que falleció, sucediéndole su hija Isabel II, destronada en 1868 por una revolución. En su reinado Cataluña fue dividida en cuatro provincias: Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona. El catalanismo tuvo un desarrollo importante en el último cuarto del siglo XIX. Poco después apareció el nacionalismo catalán. Antes del siglo XX, dice el profesor Canal, no existía ninguna nación llamada Cataluña, pero fueron los nacionalistas los que se lanzaron a construir una nación.

Una de las características del siglo XVIII en Cataluña fuel dinamismo de la nueva burguesía mercantil, aunque todavía quedaban vestigios del régimen feudal, pero ya comenzaban las formas del capitalismo. La agricultura tuvo un notable aumento de producción y la industria textil progresó a lo largo del siglo. En las décadas entre 1830 y 1880 se desarrolló el movimiento cultural llamado la ‘Renaixença’ (renacimiento) inspirado por la burguesía liberal – conservadora, que pretendía la restauración del catalán como lengua literaria, así como recuperar la historia, el folklore y la cultura catalana en general. El régimen señorial fue abolido y se pasó a la plena propiedad. En 1848 se inauguró la línea de ferrocarril Barcelona - Mataró, la primera en la península. Según el censo de 1877 Cataluña contaba con 1.750. 000 habitantes, uno de cada diez españoles era catalán.

En el siglo XX se sucedieron cuatro etapas bien definidas: reinado de Alfonso XIII (1902 – 1931), segunda República y guerra civil (1931 – 1939), régimen del general Franco (1939 – 1975) y reinado de Juan Carlos I (1975 – 2014. Las cuatro etapas tuvieron honda repercusión en Cataluña.

En el reinado de Alfonso XIII hubo una gran actividad por parte de los diversos partidos políticos catalanes, con episodios diversos. Figuras relevantes de la política catalana de la época fueron Francisco Cambó (conservador) y Francisco Maciá (independentista de izquierdas). La educación de los sectores populares preocupó mucho a inicios del siglo XX. El interés por la cultura fue masivo. En 1914 se abrió al público la Biblioteca de Cataluña y se formó una red de bibliotecas populares por toda la región. La industria fue el auténtico motor de la economía, siendo el sector energético el que mostró un gran dinamismo. En cuanto a la dictadura del general Primo de Rivera (1923 – 1930) no hubo grandes resistencias y la burguesía catalana la secundó con firmeza.

A raíz de las elecciones municipales de 12 de abril de 1931, dos días después, el 14, se proclamó la segunda República española, Lluys Companys, tras deponer al alcalde monárquico de Barcelona, proclamó la república desde el balcón del Ayuntamiento. Poco más de una hora después del acto del Ayuntamiento, Maciá procedió a la proclamación del ‘estado catalán’. Maciá murió en 1933 y al frente de la Generalitat le sucedió Companys, el cual, dado el ambiente convulso de la política española, el 6 de octubre de 1934 proclamó ‘el estado catalán dentro de la República federal española’, que el ejército aplastó. Companys fue detenido y condenado a treinta años de cárcel e indultado en 1936 por el Gobierno del Frente Popular. Después de la guerra civil fue fusilado.

En los treinta y seis años de gobierno autoritario del general Franco no hubo libertad política de partidos, pero si hubo en Cataluña prosperidad económica a la que acudieron masas de migrantes para mejorar su vida. En ese tiempo la lengua catalana padeció el confinamiento oficial. Pero todo cambió con el reinado de don Juan Carlos. Se repusieron las libertades públicas y la democracia. El presidente del Gobierno de España, el recordado Adolfo Suárez, reinstauró la Generalitat catalana en la persona del exiliado José Tarradellas, el honorable presidente. Treinta y nueve años de sosiego y buena economía en Cataluña hasta que en 2014 estalló el conflicto independentista de buena parte de la sociedad catalana, cuya deriva impide prosperar a tan entrañable tierra española.

Bibliografía: Profesor Ciriaco Pérez Bustamante: Compendio de Historia de España. Marqués de Lozoya: Historia de España. Profesor Jordi Canal: Historia mínima de Cataluña,