De los enemigos el conejo


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

El PP está fascinado tanto por las técnicas de venta del adversario como por sus hallazgos políticos: ecologistas, homosexuales, revisionistas históricos, inmigrantes, hipotecados y las mujeres como ideología “per se”.

El Partido Popular intenta jugar con las armas del enemigo como esas serpientes inofensivas que imitan los anillos y colores de otras serpientes, ellas sí, venenosas. Más para defenderse que para atacar. Va cambiando su apariencia y sus designios en función del telón de fondo que cree que el público, embobado por las simplezas más evidentes con las que se le machaca, prefiere.

Y estos virajes proteicos no acaban de funcionarle.

Ahora trata de subirse al penúltimo bote del feminismo, que parece que tantos dividendos puede producir entre las votantes empoderadas y las que aspiran a serlo. Rica veta argentífera, inagotable caladero sahariano de votantas que pillar.

Va a utilizar una broma del inocente doctor Fernando Simón, propiciada por el fuego amigo de una charla en la que se divertía con el pie forzado de la gracieta u ocurrencia de un contertulio, relativa a “enfermedades infecciosas” y supuestas “enfermeras infecciosas”. Y como tantas cosas, no le va a salir bien. El doctor Simón está protegido por los dioses de la corrección política, que no le dejarán caer.

El Partido Popular lleva demasiado tiempo tratando de construir una ideología como si fuera un detergente… pero sin creer en el producto que intenta vender. Si creen en algo no lo parece.

Está fascinado tanto por las técnicas de venta del adversario como por sus hallazgos políticos: ecologistas, homosexuales, revisionistas históricos, inmigrantes, hipotecados... y el gran bocado del gran cardumen: las mujeres como ideología “per se”; la que no es feminista no es propiamente mujer.

Las mujeres así, como categoría independiente, como nueva clase, formarían parte de una tendencia política, esa precisamente y no otra, que les promete la libertad de su servidumbre, como antiguamente se prometía la redención de aquel viejo proletariado, extinto hoy como el dodo.

El Partido Popular ve consternado cómo las fichas de los “colectivos”, liberados de sus cadenas por las alas del progresismo, se escapan de sus trasmallos para caer en las finísimas redes de sus astutos oponentes.

De la estúpida gracieta pretende hacer causa general de la ofensa que a mujeres y enfermeras se les hace con algo que no llega ni siquiera a alcanzar la categoría de idiotez intrascendente.

Creen haber olido sangre y se dirigen a pedir justicia y reparación contra el insoportable sexismo del doctor Simón, al que por cierto nombraron ellos, a un barco de una flota que no es la suya: el Observatorio de la Imagen de las Mujeres. Eso es algo así como si alguien de color –de color negro– pidiese amparo y reparación al Ku-Klux-Klan.

Es inútil exhibir su envidia ante los objetivos de persuasión construidos por otros. No van a conseguir, judíos eternos, que se les perdone una Guerra Civil. Discutir según que argumentos es aceptarlos. Es comenzar a perder.