Mahoma, fundador del Islam


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ADOLFO PÉREZ

No cabe duda que Mahoma es una de las figuras más relevantes de la historia universal a partir del siglo VII. El historiador español Fernando García de Cortázar dice de él: “la de Mahoma es la vida de un profeta que comenzó siendo perseguido por sus palabras y que tras años de destierros, batallas, amarguras y triunfos consiguió rendir las tierras de Arabia a una fe y a un libro: el Corán”. El Corán es el libro sagrado del islam, para los musulmanes es la palabra de Dios revelada a Mahoma por el arcángel Gabriel, según está escrito. El libro sagrado se divide en 114 capítulos llamados suras o azoras. Se han escrito bastantes biografías de Mahoma, entre ellas la muy bien documentada del profesor alemán Hartmut Bobzin que he leído con interés.

Una breve reseña geográfica de Arabia, lugar donde nació el profeta Mahoma, asocia la península arábiga con el concepto de un desierto en zona apartada, a pesar de que en el último siglo los estados que conforman la península han adquirido mucho poder e influencia gracias al petróleo, que mana en abundancia. Antes del siglo VII los árabes llamaban a la península “isla de los árabes”. La Arabia Saudí ocupa la mayor parte en donde se encuentran La Meca y Medina, las dos ciudades santas del islam, la religión de los musulmanes.

En la doctrina islámica se aprecian elementos árabes antiguos, así como judíos y cristianos. La presencia judía en la península arábiga hay que suponerla como consecuencia de la dispersión del pueblo judío en el siglo VI a. de C. por el rey de Babilonia, Nabucodonosor. Asimismo, muy pronto después de la muerte y resurrección de Jesucristo, Arabía estuvo en el punto de mira de la actividad misionera cristiana, así lo confirma san Pablo, que dice en una de sus epístolas que permaneció un tiempo en Arabia. No obstante, la realidad es que Mahoma concibió una religión nueva no una mera suma de elementos árabes, judíos y cristianos. Así lo acredita el Corán.

Mahoma, cuyo nombre significa ‘muy ensalzado’ o ‘uno que será muy ensalzado’, nació en La Meca, una floreciente ciudad comercial de entonces; sin que se conozca con certeza la fecha de su nacimiento, un cálculo muy aproximado la sitúa en los años 569 o 570 de nuestra era, y con la combinación de diferentes indicadores temporales se obtienen las fechas más importantes de su vida. Igual que en el evangelio se da cuenta de la genealogía de Jesús, lo mismo sucede con la de Mahoma, citada por su biógrafo del principio Ibn Ishaq. Ambas genealogías sitúan en lugar preeminente al patriarca hebreo Abraham, “el amigo de Dios”, que vivió sobre el siglo XX a. de C. Mientras Jesús es considerado descendiente del rey David, la genealogía de Mahoma alcanza hasta Ismael, hijo de Abraham y de Agar, la sirvienta de su mujer Sara.

El padre de Mahoma, Abdallah (“siervo de Dios”), fue el menor de diez hermanos, murió cuando Mahoma tenía dos años, puede que antes. Su madre se llamaba Amina, mujer noble por su origen y su rango en la tribu de los Qurais. Cuando nació Mahoma su abuelo paterno, Abd al – Muttalib, lo llevó a la Kaaba para darle gracias a Dios. Y como era costumbre en Arabia le buscó una nodriza llamada Halima, de una tribu beduina en la que el niño pasó sus primeros años. Tenía Mahoma seis años de edad al fallecer su madre, siendo su abuelo paterno el que se hizo cargo del niño, pero el abuelo falleció dos años después, entonces se lo llevó consigo su tío Abu Talib, que sería de gran importancia para la vida de Mahoma, aunque no se hizo seguidor de su mensaje. Es descrito como el prototipo de la nobleza árabe antigua, leal hasta el final a su sobrino. Mahoma crecía y aprendía junto a su tío y con él iba en sus caravanas comerciales por aquellos territorios. En uno de los viajes conoció en Siria a un monje ermitaño cristiano, versado en las escrituras del cristianismo, el cual quedó muy impresionado después de conversar con el joven Mahoma, y le dijo a su tío que lo protegiera pues algo vio en él que le llamó la atención.

Cuando Mahoma tenía veinticinco años entró en su vida Jadiya, viuda rica y apreciada, de la tribu de los quraisitas. Jadiya ofreció a Mahoma que guiara una caravana suya a Siria, encargo que él aceptó. El éxito del viaje le valió ser bien recompensado. A su vuelta ella le propuso que se casaran, de modo que él desposó cuando ella tenía cuarenta años. Juntos vivieron veintidós años en La Meca hasta que ella murió. Jadiya es también de suma importancia en la vida del profeta. A través de ella Dios aligeraba de su carga al Enviado, la que lo consolaba y le daba fuerzas en los malos momentos, así lo confirman diversas fuentes islámicas. Tuvieron cuatro hijas: Zainab, Umm Kulthum, Fátima y Ruqayya, siendo Fátima la de más importancia, la cual se casó con Alí, hijo de Abu Talib, convirtiéndose así en la muy venerada antepasada de los imanes chiitas. Se discute si el matrimonio tuvo uno o dos hijos varones, en todo caso murieron en la infancia.

Ya Mahoma se encontraba en una fase de inquietud religiosa que le hacía desear estar solo, de modo que se retiró a una cueva del monte Hira para poder dedicarse durante algunos días a la meditación antes de volver con su familia. Allí tuvo una visión en la que el arcángel Gabriel le aconsejó predicar contra el politeísmo. Las revelaciones espirituales se sucedieron. Pero Mahoma todavía no estaba seguro de su misión, estaba atormentado, siendo Jadiya la que lo confortaba y lo animaba, y ella fue la primera que creyó en sus revelaciones y lo siguió como Enviado. Sin embargo, se discute quién fue el primer hombre que se convirtió al islam: unos dicen que fue su yerno Alí, otros que Abu Bakr, que tras la muerte de Mahoma se convirtió en su sucesor (califa). A partir de entonces comenzaron las conversiones, la mayoría motivadas por la “magia de la palabra”, como así lo decía un opositor. Así, pues, lo que al parecer hace tan fascinante al Corán es su discurso familiar, muy comprensible, mezclado con la “magia del discurso”.

Pero el problema surgió cuando convocó a su pueblo para decirles que Dios lo había enviado para mostrarle la verdad revelada. En un principio lo escuchaban con agrado, pero todo cambió cuando empezó a hablar en contra de los ídolos, cosa que molestó a algunas personas ricas de la tribu quraisita, que lo acosaron con violencia para que retirara lo que había dicho, además de animar contra él a los influyentes, lo que dio lugar a que muchos se apartaran y dejaran de hacerle caso. A partir de entonces las enseñanzas de Mahoma eran boicoteadas en La Meca. Las muertes de Abu Talib y de Jadiya en el año 619 fueron un duro golpe para Mahoma, que ante la creciente presión se retiró a la ciudad de at – Ta’if, situada a unos setenta kilómetros al sureste, para encontrar allí apoyo, pero fue en vano. Sin embargo, durante los últimos años de Mahoma en La Meca la noticia del islam se había extendido entre las tribus árabes. Para encontrar un ambiente más favorable se trasladó a Medina, un asentamiento más al norte, donde actuó de mediador entre las querellas de dos tribus. En Medina la misión profética de Mahoma resultaba más comprensible, de modo que sus habitantes se convirtieron en aliados con el nombre de auxiliares.

El cómputo del tiempo islámico comienza el 16 de julio del 622, es la llamada Hégira, fecha en la que Mahoma huyó de la ciudad santa. A partir de esa fecha cuentan los musulmanes sus años; ejemplo: para ellos este año no es el 2020 sino el 1398, o sea, al 2020 actual se le resta el año 622 musulmán. Ese día comenzó para la historia universal una década decisiva que acabó el 8 de junio del 632, fecha de la muerte de Mahoma. En Medina Mahoma se convirtió en jefe religioso y soberano político al mismo tiempo, de modo que fundó la religión nacional islámica y el imperio árabe y se preparó para la conquista de La Meca, su ciudad natal. Hubo de luchar con la oposición de los judíos de Medina que se mofaban y ridiculizaban el Corán. Seguramente Mahoma albergaba la esperanza de que los judíos reconocieran el islam como su propia religión, pues él, ante todo, deseaba preservar la unidad de los creyentes, la ‘umma’, lo que pasaba por ser reconocido como el Enviado de Dios, el profeta elegido dentro de los sucesivos profetas bíblicos, es decir, que él era el profeta que esperaban los israelitas anunciado por Moisés. Pero los judíos no aceptaron que él lo fuera, pues para ellos sólo un descendiente de Aarón podía ser su profeta; ellos no veían que el Corán fuera la confirmación de sus Escrituras. Asimismo. motivo de discordia entre Mahoma y los judíos era la cuestión del día de descanso semanal, mientras que para los judíos era el intocable sábado para Mahoma era el viernes. No obstante, el comportamiento de Mahoma con los judíos, por inconcebible que parezca, no fue de hostilidad sistemática hacia ellos.

El deseo ardiente de Mahoma era regresar cuanto antes a su ciudad. Sin embargo, lo que los judíos le negaban; o sea, su reconocimiento como profeta, se lo empezaron a reconocer en La Meca, incluso aquellos que antes lo habían combatido. El tiempo trabajaba a su favor: cada vez eran más los habitantes de La Meca que abandonaban la ciudad para unirse a Mahoma, socavando así la cohesión de sus opositores dentro de la ciudad, es el motivo que explica por qué La Meca cayó sin apenas lucha, aunque para él aún no había llegado el momento. Antes de la toma de La Meca emprendió otras campañas bélicas en las que demostró sus buenas cualidades de estratega militar. Después de haber sufrido bastantes reveses y superado grandes dificultades, en el año 630 Mahoma vio la oportunidad de incorporar La Meca a sus dominios. La toma, mejor dicho, la entrega de la ciudad fue pacífica. Era el primer triunfo militar del islam. Sólo ordenó la ejecución de algunos de los más encarnizados opositores. Cuando Mahoma llegó a La Meca fue a la piedra de la Kaaba y le dio siete vueltas cabalgando sobre un camello, y cada vez que daba una vuelta tocaba con un bastón la esquina de la ‘piedra negra’. Después predicó un pequeño sermón.

Entre los medios diplomáticos manejados por Mahoma para ganarse a las tribus árabes contaba con el enlace matrimonial. Mahoma se casó con más de una de sus trece mujeres para vincularse con una tribu o una persona. En ello no había nada reprochable pues eran las normas usuales de entonces. Aunque Mahoma continuó viviendo en Medina, en el año 631 participó en la peregrinación a La Meca, ya ciudad santa del islam, para venerar la Kaaba con la intención de abolir los viejos ritos e implantar los nuevos de forma obligatoria, de los que él, como fundador del islam, subrayó su importancia en el sermón que pronunció, que vino a representar su legado: la religión islámica contenida en las 114 suras del Corán, cuyos preceptos esenciales son cinco: 1. Profesión de fe: ‘No hay más Dios que Alá y Mahoma su profeta.’ 2. Orar cinco veces al día con la mirada hacia La Meca. 3. Ayunar todos los años en el mes del Ramadán. 4. Dar limosna a los pobres creyentes. 5. Peregrinar por lo menos una vez en la vida a La Meca. Respecto al matrimonio introdujo una nueva norma que limitaba la poligamia, en el sentido de que todo musulmán podía tener cuatro mujeres legítimas y además se le autorizaba a tener un número ilimitado de concubinas. Los hijos eran legitimados si el padre los reconocía.

Poco después de la peregrinación Mahoma contrajo unas fiebres de las que no llegó a recobrarse, la tradición especula sobre si era la malaria. Murió el 8 de junio de 632 en los brazos de su esposa Aixa, según cuenta la tradición islámica.