Presidente Lincoln, de abolir la esclavitud a ser asesinado (y 2)


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ADOLFO PÉREZ

En 1843 Lincoln optó por no presentarse a las elecciones legislativas del estado de Illinois debido a su decisión de prepararse en firme para alcanzar un puesto en el Congreso federal de la Unión, en Washington. Así es que el hombre de tantos oficios, hijo de pioneros, y él mismo pionero, se lanzó por los senderos de la política nacional con las virtudes y defectos de su complicada personalidad, con la experiencia de haber sido legislador provinciano, con oratoria no brillante pero convincente, con su fama de rudo y su melancolía. Y con la ayuda de su esposa. En 1846 es elegido como congresista (diputado) en la Cámara de Representantes, en Washington. En el debate que se produjo sobre si se debía entrar en guerra con México se mostró contrario a la misma llevado de su natural pacifismo. Entonces fue el comienzo de identificarse con la abolición de la esclavitud. Su pacifismo respecto a México y sus ideas antiesclavistas dieron lugar a que su partido no viera bien su reelección, así es que abandonó.

Para permanecer en Washington solicitó al nuevo presidente el puesto de encargado del Catastro Federal, un cargo que dada su experiencia como agrimensor y abogado sería para él de fácil desempeño, pero no se lo dieron; a fin de compensarlo le ofrecieron el cargo de gobernador de Oregón, que no aceptó para no alejarse de la capital federal, así que optó por volver a Springfield cuando tenía cuarenta y un años, volviendo a poner en marcha sus cualidades de luchador, dedicándose otra vez a la abogacía, al estudio, a frecuentar los lugares de esparcimiento y trato frecuente con los electores, sin perder el gusto por la broma y la ironía a las que era muy aficionado. Debido a la organización política y administrativa del estado de Illinois, incorporado a la Unión en 1818, se pusieron en práctica los tribunales itinerantes, propios de la colonización de Estados Unidos. Tales tribunales eran nombrados por los jueces de Springfield para ir a las ciudades a repartir justicia cuando se juntaban varios casos. Los tribunales itinerantes le vinieron bien a Lincoln para ganar algún dinero, poco, en defensa de sus clientes, además de no necesitar una buena formación jurídica que él no tenía. Sin embargo, no fue un hombre feliz en su matrimonio. Vinieron las discusiones con su mujer, tan bulliciosa, enérgica y ambiciosa, que llevada de su creciente neurastenia acabó en locura tras el asesinato de su esposo.

En ese tiempo el escabroso asunto de la esclavitud, la ‘institución’ como la llamaban en el Sur, seguía caldeándose sin que ocurriera nada decisivo sobre ella, pues se andaba con tiento para evitar que el Sur se separase de la Unión. Mientras tanto otros temas ocupaban la atención general: la fiebre del oro en California, la construcción de los ferrocarriles, las nuevas máquinas y los inventos que asombraban a todos. Hasta que retumbó el aldabonazo que removió conciencias. Fue en el año 1852 cuando la escritora Harriet Beecher Stowe publicó su novela: “La cabaña del Tío Tom”. En la obra, la autora arremetía (arremete) de forma descarnada contra la crueldad de la esclavitud. Como es lógico, Lincoln leyó la novela, que seguramente le produjo una sacudida en la conciencia. Años después dijo de la autora: “la mujer que ganó la guerra”.

Crucial para Abe Lincoln fue 1854, en que se lanzó a la política. Se separó del partido liberal y fundó uno nuevo: el republicano, partido antiesclavista que seis años después ganó las elecciones con él de presidente de la Unión. Era necesario que fuera así debido a que el partido liberal no salía de su indefinición respecto a la esclavitud y se diferenciaba poco de los demócratas, siendo muchos de ellos los que se pasaron al nuevo partido. Poco a poco fue calando en la sociedad la necesidad de abolir la esclavitud, idea que se fue extendiendo, que junto al creciente desarrollo del Norte empezó a poner nerviosos a los prohombres del Sur, temerosos de que su agricultura se ahogara. Razón por la que muchos sureños marcharon a los estados del oeste en busca de nuevos horizontes. Asimismo, las élites del Sur pensaron en separase de la Unión donde ya perdían presencia en las instituciones de Washington, de modo que precisaban romper el cerco que poco a poco las asfixiaba. Fue el momento escogido por Lincoln para la lanzarse a la política; al fin había encontrado la corriente que le empujaría. Y sucedió lo insólito en política, en 1856 se presentó para senador, pero resultó que el candidato demócrata era amigo suyo y convencido antiesclavista. Entonces Lincoln, a fin de evitar que ganaran los esclavistas se retiró al final de la campaña pronunciándose a favor del demócrata; una acción que le reportó mucha popularidad.

En la década de los años cincuenta se agudizó la polémica sobre la esclavitud, dos casos concretos de gran repercusión nacional contribuyeron a ello en 1857 uno y 1859 el otro. El primero se debió a una sentencia judicial sobre el esclavo ‘liberto’ Dred Scott, que el tribunal lo declaró esclavo, lo que provocó un gran escándalo. El otro caso fue el del abolicionista John Brown que con una milicia asaltó una casa y pasó por las armas a cinco de los sudistas allí reunidos. Tan sangrienta acción dividió a la opinión pública: para unos era un asesino y para otros un justiciero. Pero Brown duró poco, al mando de su milicia donde iban sus hijos se apoderó de un arsenal en Virginia, pero recuperado por fuerzas de la Marina fue apresado y ejecutado. Tales hechos y el ambiente que se respiraba en torno a la esclavitud afianzaron en Lincoln sus convicciones abolicionistas y comprendió dos cosas: que el partido republicano estaba obligado a solucionar ese problema y evitar que a cada frenazo del mismo aumentara la amenaza de separación del Sur.

Comenzó su campaña para la presidencia de la Unión en Springfield con su famoso discurso de la ‘casa dividida’, glosando la Biblia dijo: “Una casa dividida no puede sostenerse” y más adelante añadió: “Un Estado en el que coexisten la libertad y la esclavitud no puede perdurar”. Dos años después, en mayo de 1860, en la convención de Chicago, fue elegido candidato a la presidencia por el partido republicano. En el partido demócrata tuvo enfrente al popular Stephan Douglas viejo conocido de cuando ambos cortejaron a Mary Todd en Springfield, y con el que ya se había enfrentado. Para la campaña concertaron debates en distintas ciudades. Las elecciones se celebraron el 6 de noviembre de 1860 en las que Abraham Lincoln fue elegido presidente. El Norte le dio los quinientos mil votos de diferencia sobre Douglas. En tres estados del Sur no obtuvo ni un solo voto. A partir de ese momento la historia de Lincoln se funde con la de los Estados Unidos.

Con la elección de Lincoln la población hacía cábalas sobre si estallaría o no la guerra civil. El caso fue que catorce días después, el 20 de noviembre, el estado de Carolina del Sur proclamó la secesión de la Unión, y para el 4 de febrero siguiente, antes de que Lincoln tomara posesión de la presidencia, siete estados del ‘profundo Sur´ se habían segregado y reunido en Montgomery (Alabama) donde redactaron su Constitución, tomando el nombre de Estados Confederados de América, con capital en Richmond (Virginia), siendo elegido presidente Jefferson Davis, de gran parecido físico, de rostro y tipo, con Lincoln, nacido también en Kentucky. En abril y mayo siguientes se les unieron otros cuatro estados. Una nación, que estaba en sazón, a punto de destruirse, lo que produjo una gran conmoción nacional, con una clase política superada, sin que el presidente saliente, Buchanan, se atreviera a intervenir debido a que sus asesores le alertaron de que si los estados se habían incorporado libremente a la Unión, libremente podían separarse de ella. Era un argumento con cierto peso. De modo que se lavó las manos y no hizo nada a la espera de que Lincoln tomara posesión de la presidencia. Mientras, Lincoln observaba y se asesoraba. Ni que decir tiene las presiones sin cuento que tuvo, unas a favor de la dureza, o sea, la guerra; y otras en sentido contrario: pactar con los sudistas. Pero Lincoln no estaba dispuesto a transigir con la esclavitud. Su obsesión era buscar la forma de salvar la Unión sin destrozar al Sur, aunque sabía que la solución pasaba por la guerra civil a pesar de su pacifismo y moderación.

El 4 de marzo de 1861 Lincoln tomó posesión de la presidencia, ¿y cuál fue su primera reacción ante la secesión? Proclamó su más firme convicción de preservar la Unión y anuló las ordenanzas de la emancipación sudista. Pero como la guerra era inevitable y no quería ser él el que la iniciara escuchó las propuestas de sus consejeros sin que le convenciera ninguna, así es que optó por la suya de firmar un decreto por el que un barco llevara a Fort Sumter el suministro solicitado, esperando que los sudistas atacaran y de ese modo tener el motivo para declarar la guerra, lo que sucedió el 12 abril de 1861 con el ataque a Fort Sumter.

En principio el signo de la guerra favoreció al ejército confederado al mando del general Robert Lee. La contienda se fue equilibrando hasta la batalla de Gettysburg librada entre el 1 y el 3 de julio de 1863, donde el ejército de la Unión infligió una grave derrota al confederado, lo que significó el principio del fin de la guerra, que acabó el 9 de abril de 1865 con la victoria del general Ulysses S. Grant frente al general Lee. El 19 de noviembre de 1863 el presidente Lincoln, con motivo de inaugurar un cementerio militar en Gettysburg, pronunció un célebre discurso de treinta y tres líneas en el que dijo que todos los hombres nacen iguales y que la libertad tiene un precio, que los muertos de Gettysburg habían pagado.

En mitad de la guerra de secesión, el 1º de enero de 1863 el presidente Abraham Lincoln firmó la orden ejecutiva de la abolición de la esclavitud, un hito histórico en la joven nación americana. La orden proclamó la libertad de todos los esclavos en diez estados. En una visita del presidente a Richmond un negro recién liberado se le acercó y de rodillas quiso besarle las manos, Lincoln lo levantó y le dijo: ‘No te arrodilles ante mí, yo soy un hombre como tú’. Respecto a la religión del presidente cabe decir que, si bien se crio en el seno de una familia que seguía a la Iglesia Bautista, él no era una persona religiosa, aunque si parece que fuera creyente, según sus expresiones.

Hacia buen tiempo en Washington la tarde del miércoles 14 de abril de 1865 cuando el presidente Lincoln y su esposa, Mary Todd, salieron a dar un paseo en su coche de caballos. Hacía algo más de un mes que había iniciado su segundo mandato (4 de marzo) para el que había sido reelegido el 8 de noviembre último. El paseo se alargó debido a la cantidad de gente que lo aclamaba por la victoria alcanzada cinco días antes sobre el Sur. Llegaron a su casa, el presidente despachó unos asuntos, cenaron y acudieron a la función de gala del teatro Ford donde se representaba la comedia del inglés Taylor, titulada “Nuestro primo americano”. El matrimonio llegó con la función empezada; al entrar el presidente el público puesto en pie aplaudía mientras sonaba el himno nacional. Se acomodaron en el proscenio (encima casi del escenario) y continuó la función. Sigilosamente un hombre entró en el palco y disparó al presidente en la cabeza, que la inclinó hacia delante. El grito desgarrado de su esposa se perdió entre las risas divertidas de los espectadores. El asesino, pistola en mano, saltó al escenario y se dañó una pierna, se volvió hacia el palco del presidente y gritó en inglés: “Así se hizo siempre con lo tiranos”, lema del escudo de la Virginia secesionista, y cojeando salió huyendo. Era un poco más de las diez de la noche. Entre el desconcierto que se produjo al presidente herido lo llevaron unos soldados a una casa próxima. El médico militar que lo asistió fue implacable: no había salvación; pocas horas después falleció.

Meses después los participantes en el complot fueron detenidos y se supieron los detalles de la conspiración. El autor material del magnicidio era John Wilkes Booth, un actor. La conjura se proyectó en casa de la señora Surrat, antigua terrateniente de Maryland arruinada por la guerra, ahora con una casa de huéspedes. Se supo que los conjurados pretendían matar al secretario de Estado y al vicepresidente Johnson, pero les falló el plan. También se supo que tres años antes unos señores de Richmond crearon un club secreto con el fin de asesinar al presidente.

No cabe duda de que a Lincoln lo mató su deseo de conciliar lo que era irreconciliable: una sociedad justa y libre frente a otra cuyo sistema económico necesitaba mantener la esclavitud.

Con su muerte, los negros en las plantaciones entonaron sus canciones tristes y melancólicas, que hablaban de que su profeta, “el padre de los esclavos”, estaba en el cielo.