Ojo a las alegorías históricas



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AMANDO DE MIGUEL

A nuestro presidente de Gobierno, en sus famosas “comparecencias” de los fines de semana le gusta mucho jugar con las alegorías históricas. No tiene en cuenta el dicho del clásico: “no nos bañamos dos veces en el mismo rio”. La razón es simple. En el chapuzón de la segunda vez las aguas del rio son otras y nosotros también somos diferentes.

Un ejemplo histórico muy socorrido es el referido a una especie de nuevo Plan Marshall que va a solucionar los problemas de la “reconstrucción”, como fue la de los países europeos después de la II Guerra Mundial. Ahora sería una cuantiosa ayuda de los países que hablan o aprenden alemán en favor de los del sur de Europa. El presidente piensa fundamentalmente como receptores en Italia y España, los más afectados por la pandemia del virus chino. Sin embargo, el Plan Marshall consistió en un colosal chorro de capital que los Estados Unidos canalizaron a los países europeos occidentales que habían intervenido en la guerra. En esos momentos los Estados Unidos se veían sobrepasados por una extraordinaria movilización económica. La situación actual es muy diferente. Alemania y los otros países septentrionales de Europa van a quedar tullidos por la pandemia y, de entrada, en ellos asomaba ya antes una cierta recesión económica. Europa entera se halla esquilmada y ya no es el núcleo de la civilización industrial. Los intercambios económicos en todo el mundo se han reducido a su mínima expresión. El nuevo imperio económico se ha pasado del Atlántico al Pacífico. China es el núcleo del nuevo imperio. Así que nada de la ensoñación del nuevo Plan Marshall. El presidente Sánchez se considera como otro Churchill al final de la II Guerra Mundial. Pero recuerdo, amado presidente, que Churchill perdió las elecciones tras la victoria aliada.

Otra sorprendente alegoría histórica que encandila al presidente Sánchez: hagamos otra vez los Pactos de la Moncloa. Se dicen Pactos en plural porque en el idioma castellano tendemos a hacer plural los acontecimientos bonancibles: las vacaciones, los carnavales, las Navidades. En este caso el Pacto de la Moncloa de 1977 lo controló el genio de Suárez para precipitar un cambio pacífico desde un régimen autoritario a otro democrático. Se enfrentaba a una pavorosa inflación y a las consecuencias de la crisis del petróleo. Ahora no hay nada de eso. No hay inflación, el precio del petróleo está por los suelos y se trata de enfrentarse a una pavorosa crisis económica. Bien es verdad que habrá que redactar una nueva Constitución, pero ahora no hay que incluir a los nacionalistas vascos y catalanes y a los comunistas. Antes bien, habrá que evitar que sean tan dominantes.

Las ilustraciones históricas no funcionan, sobre todo si se toman sin sentido crítico, desprendidas del contexto. Me viene a la memoria un recuerdo que me impresionó mucho cuando llegué yo a la Universidad de Columbia (Nueva York) como estudiante. La primera clase fue la del profesor William Goode, que explicaba Sociología de la familia. Antes de empezar a hablar, se volvió hacia la pizarra y escribió despaciosamente en castellano: “Los ejemplos se vengan”. Era la gran lección de la Sociología.