Auschwitz, infierno nazi de exterminio


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ADOLFO PÉREZ

Mientras duraron los seis años de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) nadie hubiera podido imaginar lo que estaba sucediendo en los campos de concentración alemanes instalados en centroeuropa, de los que siete de ellos eran para el exterminio masivo de seres humanos, a los que se les aplicaba “la solución final”, consigna del führer Adolfo Hitler, que llevaron a cabo los jerarcas de las SS nazis cautivados por su führer, uno de los mayores representantes del mal en la historia de la humanidad. Su estrecho colaborador Heinrich Himmler, lugarteniente de las SS, fue el cerebro capaz de llevar a cabo tan desdichado y salvaje genocidio, “la solución final”. Él ideó y controló el sistema de los campos de exterminio en los países ocupados por el ejército alemán. La tremenda crueldad con que las SS asesinaron a millones de personas, en especial a los judíos, respondió a las órdenes personales de Himmler, al tanto de los detalles técnicos de la operación.

Tanta documentación existe sobre el Holocausto que cuesta trabajo seleccionar documentación para escribir este artículo, que solo pretende acercarnos un poco a tanto horror como vivieron aquellas infelices personas bajo el imperio del mal en estado puro, masacradas por el terror nazi.

El Holocausto, palabra de origen griego que significa “sacrificio mediante el fuego”, fue el asesinato de cerca de seis millones de judíos cometido por los nazis y sus colaboradores. Entre la invasión alemana de la Unión Soviética en el verano de 1941 y el final de la guerra en Europa en mayo de 1945, la Alemania nazi y sus cómplices intentaron asesinar a todos los judíos bajo su dominio. La discriminación de los judíos comenzó con el ascenso de Hitler al poder en 1933, fecha considerada como el comienzo del período del Holocausto. Los judíos no fueron las únicas víctimas del régimen nazi de Hitler, pero fueron el único grupo que los nazis intentaron destruir totalmente. Víctimas fueron también los gitanos, los discapacitados, los homosexuales. Otros grupos fueron perseguidos por motivos políticos y sociales, así como eslavos (polacos, rusos …).

Hace unos días se ha conmemorado el 75º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz al que han asistido medio centenar de líderes europeos, entre ellos los reyes de España, y doscientos supervivientes del campo de exterminio. Era el 27 de enero de 1945, tres meses antes de finalizar la II guerra mundial, cuando el Ejército Rojo de la Unión Soviética hizo su entrada en el campo de Auschwitz liberando a sus 7.000 supervivientes. En la puerta principal del recinto figuraba un letrero en alemán que decía: “Arbeit macht frei“, cuya traducción al español es: “El trabajo te libera” . Así rezaba el frontispicio de aquel infierno de horror que venía practicando tan terrible labor desde el 20 de mayo de 1940. El primer oficial ruso que entró en el campo fue el mayor Anatoly Saphiro, hijo de padres judíos, que quedó horrorizado a la vista de lo que allí se encontró, pero no se arredró y continuó con su cometido. Los soldados rusos poco se imaginaban lo que aquel lugar encerraba, pero cuando se dieron cuenta de la siniestra realidad quedaron espantados, hasta el punto de que muchos de ellos pidieron a sus mandos ser relevados de sus puestos incapaces de aguantar el insoportable hedor del ambiente y la vista de tantos cadáveres consumidos y corruptos apilados junto a los barracones. Cuando intentaron alimentar a los supervivientes, tan desnutridos estaban que muchos no podían comer los alimentos que le daban los rusos debido a su pésimo estado.

Los alemanes, ante la llegada del Ejército Rojo, habían intentado borrar las pruebas de lo que habían hecho en esos campos de desolación y exterminio, incluso se llevaron más de 50.000 esqueléticos y desnutridos prisioneros, que costó la vida a unos 9.000 en la llamada “marcha de la muerte”. Solo se dejaron a los moribundos y a los enfermos sin ninguna asistencia médica ni provisiones, simplemente los dejaron a su suerte; unos 7.000, prácticamente desahuciados.

Ahora nos hacemos una pequeña idea de lo ocurrido en Auschwitz I y Auschwitz II – Birkenau. Cuando los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939, que fue el comienzo de la II Guerra Mundial, en 1940 construyeron el principal campo de exterminio de Auschwitz I, separado de Cracovia a unos 70 kilómetros. En principio se construyó para concentrar a los presos militares y políticos polacos, pero enseguida llegaron otras personas, entre ellas judíos, homosexuales, gitanos, intelectuales antinazis. Los prisioneros se hacinaban en barracones, había también celdas de castigo donde a los recluidos los tenían hambrientos. Asimismo, muchos murieron en los patios por tiros discrecionales de los SS y otros eran colgados. En los bloques se almacenaban los objetos robados a los reclusos: zapatos, maletas, gafas, incluso montones de pelo que luego se utilizaba para fabricar telas. En 1941, en la localidad de Birkenau, a tres kilómetros del primero, los nazis construyeron otro campo más grande, el llamado Auschwitz II – Birkenau, destinado a practicar la “solución final”, o sea, la aniquilación de seres humanos.

El campo de Auschwitz – Birkenau ocupaba unas 175 hectáreas, dividido en compartimentos separados por alambradas con púas y puertas metálicas electrificadas, estaba dedicado al exterminio de prisioneros que ingresaban en él para lo que disponía de cinco cámaras de gas y hornos crematorios a fin de incinerar los cadáveres. Los trenes llegaban al campo continuamente, al principio dos o tres diarios, que fueron aumentando, con vagones cargados de infelices procedentes de los países ocupados de Europa, extenuados de un largo viaje sin agua ni comida. Al llegar eran seleccionados, a los considerados aptos para el trabajo era apartados y los restantes llevados directamente a las cámaras de gas con el engaño de recibir una higiénica ducha, que en realidad era el gas Zyklon B, un insecticida venenoso colocado en un dispositivo en el techo que se activaba por la humedad del calor sudoroso de aquellos infelices hacinados dentro de la hermética cámara de gas que los mataba en cuestión de unos quince o veinte minutos. El mecanismo de la muerte consistía en una gran sofocación creciente, pérdida del control de esfínteres, de modo que orinaban y defecaban sin control, en seguida les llegaba la inconsciencia, después la muerte cerebral, el coma y la muerte. Cuando ya no se oían sus gritos era la señal de que habían muerto, según decía un SS. Los miles de cadáveres gaseados, una vez despojados de los objetos de valor (joyas, diente de oro), eran apilados junto a los hornos crematorios para su incineración; las cenizas se arrojaban a grandes hoyos cercanos o al río Vístula. Se dio el caso de que este veneno lo había desarrollado años antes el judío Fritz Haber, Premio Nóbel de Química de 1918.

Los prisioneros seleccionados para el trabajo eran despojados de sus vestiduras y se les daba un tosco uniforme a rayas grises y un calzado insuficiente para aguantar un invierno de frío y nieve. Sobrevivir allí era cuestión de suerte. Los prisioneros eran enviados a los campos de trabajo para trabajar en las fábricas existentes en los alrededores del campo a fin de abastecer la maquinaria de la guerra. Uno de los hechos más negros del Holocausto fue el de las grandes empresas que se aprovecharon de los reclusos de los campos para trabajar en sus fábricas, beneficiándose del régimen nazi con mano de obra esclavizada. La película “La lista de Schindler” nos da una idea de cómo funcionaban esas fábricas con los judíos prisioneros. En estos campos eran frecuentes las ejecuciones y lo mismo los experimentos médicos, siendo famoso el inhumano doctor Joseph Mengele, “El ángel de la muerte”, que en el campo de Auschwitz llevó a cabo experimentos terribles con aquellos infelices que usó como cobayas. Aunque en un primer momento no se llevaba a las mujeres al campo, en 1942 comenzaron a trasladarlas a Auschwitz II, donde eran asesinadas u obligadas a participar en crueles experimentos de esterilización que tenían lugar en el campo principal.

Los datos que rodearon a los campos de exterminio de Auschwitz son espeluznantes, veamos:

- Ingresaron 1.300.000 prisioneros, de los que el 90% eran judíos - De la cantidad anterior murieron 1.100.000 prisioneros, el 85%
- De todos ellos 438.000 eran húngaros, de los que sobrevivieron 125.000
- Hubo 700 intentos de fuga, que consiguieron 300
- Cada día se sacaban de las cámaras de gas unos 4.750 cadáveres
- Al final, hasta unos diez trenes diarios cargados de prisioneros llegaban al campo
- 7.700 toneladas de cabello de los prisioneros fueron encontradas en los almacenes
- Auschwitz tenía más de 40 subcampos

Además del doctor Mengele ya mencionado, como es lógico hubo otros muchos criminales nazis que se significaron en el exterminio. En dos de ellos nos fijamos, un hombre y una mujer, causantes directos del gran dolor y sufrimiento sin límites que padecieron aquellas infelices criaturas en Auschwitz, ellos fueron Rudolph Höss e Irma Grese. El primero, comandante del campo, conocido como “El animal de Auschwitz” porque para él no existía la piedad a pesar de la educación recibida de sus padres, fervientes católicos. Considerado uno de los artífices del Holocausto, se encargó de obtener el máximo de cifras mortales de judíos, lo que llegó a conseguir. Al terminar la guerra se camufló como jardinero pero fue delatado por su esposa. Fue condenado a muerte y ejecutado en la horca por sus atroces crímenes en 1947.

Irma Grese, en 1943, con 20 años, ingresó en el campo de Auschwitz como guardia. Tenía a su cargo unas 30.000 mujeres judías. Debido a su fanatismo nazi y a su considerable sadismo fue ascendida a supervisora. Descrita como la peor mujer del campo, no había crueldad que no tuviese relación con ella, torturando a discreción. Participaba en las selecciones de mujeres para las cámaras de gas. El diario de una reclusa cuenta que “manejaba su látigo a discreción sobre todas las partes de nuestros cuerpos”. Su especialidad era lanzar perros hambrientos contra aquellas pobres mujeres. Martirizó a cientos de reclusas hasta la muerte. Tales acusaciones se expusieron en el juicio celebrado en 1945 donde fue condenada a muerte y ahorcada cuando tenía 22 años. Era apodada irónicamente como “El ángel de Auschwitz”, apelativo que a ella le enorgullecía.

Pero entre tanta maldad hubo personas buenas que se distinguieron por hacer el bien, es el caso del español Ángel Sanz Briz, embajador de España en Hungría durante la guerra mundial. Salvó a 5.000 judíos húngaros. Era apodado como “El ángel de Budapest”. Sus brillantes y humanitarias acciones eran conocidas al detalle por el jefe del Estado Español, general Franco, según la documentación existente. Israel lo reconoció como Justo entre las Naciones a título póstumo. Personalmente y a título póstumo recibió numerosas condecoraciones.