La deriva judicial


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ALMERÍA HOY / 07·01·2020

Una de las cosas admirables del ya lejano “caso Watergate” fue que ese sistema político consideraba más abominable la mentira de un Presidente que el espionaje al partido rival. En el affaire de Clinton con Mónica Lewinski, también era esa la cuestión importante. En el caso del presidente Trump, asesino reciente, otro tanto de lo mismo. Al presidente se le perdona hasta el asesinato, pero por alguna razón no se le permite que engañe a su pueblo.

Una sociedad que no admite que su presidente le engañe es una sociedad mucho mas sana que la sociedad ovina que es pastoreada sin criterio alguno con mentiras groseras. Por lo menos,ya que nos roban, que no se rían.

La conocida paradoja de Epiménides, ciudadano que afirmaba “todos los cretenses mienten”, siendo él mismo cretense y sumiendo con ello a sus oyentes en el desconcierto, aplicada a nuestro Presidente, carece de sentido: por supuesto que miente. En su caso la lógica es aplastada por la estadística.

Su gobierno empieza con mentiras aceptadas por la grey de diputados de su partido que, como todos sabemos “no están sujetos a mandato imperativo”. Esa es otra mentira, que en este caso no es imputable al Sr Sánchez, porque no de todas las falsedades puede ser responsable nuestro querido líder, sino que es imputable a los redactores del artículo 67 de la Constitución. Si alguno osara acogerse a ese sagrado derecho constitucional sería sido tachado inmediatamente de traidor, inconfeso y candidato al martirio. Afortunadamente, prietas las filas, recias,marciales, como un solo hombre,como una sola mujer, se inviste obedientemente a uno de los más prodigiosos caraduras que han conocido nuestros días.

No entiendo sin embargo por qué se ponen tan nerviosas las derechas ante esta nostálgica reedición del Frente Popular. La mentira es un atributo intrínseco del personaje, como el cuerno del unicornio, como la credulidad de sus huestes, pastueñas y hechas a comulgar con ruedas de molino y a la prosternación ante quien que las colocó en las listas divinas, en amable compañía y en ventajosa posición.

Es por tanto improbable que una vez ungido, adquiera de repente el amor a la verdad, a la seriedad, a la coherencia y a la consecuencia que nunca ha demostrado en su temeraria, hay que reconocerlo, carrera política.

Estemos tranquilos: cuando consolide su posición, volverá a engañar a sus socios, a los nacionalistas felones e insaciables, a los herederos de ETA, al canario, al que piensa ingenuamente que Teruel existe,a los nacionalistas galegos, a los separatistas leoneses, a la conferencia episcopal, e incluso a sus vicepresidentes besucones. Nada que temer.

La cuestión es que César ya ha decidido cual es su misión para salvar, a España de momento, y al mundo después. La república se le queda pequeña al que cruzara el Rubicón de la expulsión por sus correligionarios, y vagó fatigosamente por el desierto de la incomprensión para traerles finalmente la buena nueva de su reinado mesiánico. La fortuna ayuda a los audaces. Y además de caradura hay que reconocerle una audacia en consonancia. Las cosas como son.

El primer paso para que aceptemos, por nuestro bien, sus rescriptos y su “new deal” es eso que ha dicho de que va a acabar con “la deriva judicial”. Ya ha conseguido cargarse el prestigio de la Abogacía del Gobierno, bastante del prestigio del Tribunal Supremo, mucho del de la Fiscalía, no poco de la Junta Electoral Central. No ha podido con el prestigio del Tribunal Constitucional o del Consejo de Estado, porque ya sabemos que no lo tenían.

Necesitará quizá algún Juez para la Democracia, seguramente ese que sale siempre en la tele para contradecir la existencia del corporativismo judicial, como adorno, prescindible ,aunque útil en todo caso, en la tutela del rebaño.

Y si sale mal todo, la culpa siempre la tendrá la derecha cainita. Es la razón de la Historia y el Progreso.