El Siglo de Oro de la literatura española


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ADOLFO PÉREZ

Durante el siglo XVI y la mayor parte del siguiente, la literatura española alcanza una plenitud y pujanza de tal naturaleza, que constituye por sí misma, aparte de otros aspectos de la cultura española, uno de los momentos culminantes del espíritu humano. De modo que pocas veces en la historia de la humanidad se ha producido un fenómeno comparable. En este tiempo pocas veces la palabra escrita y hablada llega a cotas raramente alcanzadas por pueblo alguno. Los más diversos géneros literarios, desde los más áridos hasta la novela llena de vida y de personajes florecen juntos produciendo obras maestras que sobrepasan las lindes de la literatura nacional y se incorporan al acervo literario del resto del mundo. Este apogeo de nuestras letras coincide con la grandeza de España en el mundo en este tiempo. Apogeo de las letras que se mantuvo cuando esa grandeza comenzó a declinar. La literatura española del Siglo de Oro no surge por un milagro o generación espontánea, es la resultante de nuestra literatura medieval, en contacto con las corrientes del Renacimiento y la Edad Moderna.

La evolución literaria española no fue un fenómeno aislado, ajeno a las corrientes espirituales que se pasearon por Europa; por el contrario, la influencia de tales corrientes fue asimilada por los escritores españoles, que incorporaron a su originalidad las diferentes orientaciones del gusto y alma europeos, influidas por el humanismo y por los grandes poetas del Renacimiento italiano. En cuanto a los géneros literarios, se cultivaron todos: lírica, épica, novela, teatro, historia, didáctica. En todos ellos se alcanzaron cotas de gran mérito, tanto en la calidad, con grandes obras maestras, como en una asombrosa producción.

La poesía lírica del Siglo de Oro español se inicia con la lucha de la lírica tradicional española y las corrientes renacentistas de Italia. Garcilaso de la Vega (1503 – 1536), el soldado – poeta, con sus ‘Églogas, Canciones y Sonetos’ marca el punto álgido de la escuela italianista. Pronto surgen rumbos nacionalistas de nuestra lírica, cuyo gran representante es Fray Luis de León (1527 – 1591) que con sus ‘Odas’ alcanza cotas dignas de Virgilio y Horacio. San Juan de la Cruz con su ‘Noche oscura del alma’ pertenece a la misma tendencia. Después tenemos la escuela sevillana, cuyo representante máximo es Fernando de Herrera (1534 – 1597), llamado el ‘Divino’, que destaca sobre todo por su poesía heroica, como cantor de ‘Lepanto’ y de ‘La pérdida del rey don Sebastián’. Y por otro lado surge la poesía barroca cuya máxima figura es Luis de Góngora (1561 – 1627), hoy considerado como uno de los grandes poetas de todos los tiempos, popular y diáfano, a veces oscuro y enigmático, pero siempre genial en sus obras: ‘Polifemo’, ‘Soledades’, ‘Galatea’, etc.

En este tiempo la poesía épica aunque no alcanzó el nivel de la lírica no se debe desvalorizar como ha habido algunos autores que lo han pretendido, restándole importancia. Hay, por el contrario, obras como ‘La Araucana’, de Alonso de Ercilla (1533 – 1594), de poderosa versificación, hondo sentimiento y vigor poético.

La novela española del Siglo de Oro ocupa un relieve semejante al de la historia universal. El género que triunfa, el que se impone y deja huella en la cultura de otros pueblos es el de la novela picaresca. Imagen fiel de la vida española, que retrata de forma magistral, en especial las clases más humildes, su pobreza, sus vicios y la alegría de vivir. Hay dos tipos de novela picaresca: la que suprime el consejo moral haciendo recaer la ejemplaridad en la vida del pícaro y la sociedad que refleja, tales como ‘El lazarillo de Tormes’ (1554), anónimo, o ‘Rinconete y Cortadillo’, de Miguel de Cervantes. El segundo tipo es la de reflexiones morales, como ‘Guzmán de Alfarache’, de Mateo Alemán (1547 – 1615), o ‘La pícara Justina’, de Francisco López de Úbeda.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, …”. Así comienza el ‘Quijote’, la obra cumbre de nuestra literatura, cuyo autor, Miguel de Cervantes Saavedra, es la gran figura de nuestro Siglo de Oro, uno de los escritores más representativos del espíritu y la cultura europeos, ha dejado una huella imborrable de su paso por el pensamiento y las letras. Nacido en Alcalá de Henares (Madrid), seguramente el 29 de septiembre de 1547, aunque el propio Cervantes nada dijo de la fecha y lugar de su nacimiento, y fallecido en 1616. Excelente soldado, buen español y escritor jamás superado. Cautivo en Argel, pobre siempre y perseguido en ocasiones. Su gran libro ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ (publicado en dos partes, la primera en 1605 y la segunda en 1615) es una obra fundamental en todas las literaturas. Además del ‘Quijote’ Cervantes escribió magnificas obras como ‘Persiles y Sigismunda’ (la última) o sus ‘Novelas ejemplares’, pero todas palidecen ante su obra maestra.

El teatro español también alcanzó en el Siglo de Oro un esplendor deslumbrante. No consiste este esplendor en poseer uno o dos genios como sucedió en otros países, ni tampoco en un gran desarrollo técnico y escénico. Además de estas dos circunstancias consiste en ser la expresión literaria de la vida colectiva española. Sus temas y argumentos, todo lo que hace grande al teatro de la época está ligado íntimamente al alma de los españoles.

Autor de capital importancia en la historia del arte dramático es Félix Lope de Vega Carpio, Lope de Vega para todos, es un caso exclusivo en la literatura mundial. Llamado Fénix de los Ingenios, supo coordinar una fecundidad inconcebible (unas 1.500 obras dramáticas) con una potencia creadora no superada. Nacido y fallecido en Madrid, 1562 – 1635. De familia humilde, tuvo una vida muy agitada, llena de lances amorosos. Debido a una crisis existencial en 1614, con 52 años se ordenó sacerdote, y siendo clérigo vivió de forma sacrílega y adúltera con una mujer casada mucho más joven que él. Entre sus centenares de comedias y dramas existen muchas obras maestras, como las comedias ‘Fuenteovejuna’ y ‘El caballero de Olmedo’. Todos los subgéneros teatrales fueron cultivados por él: comedias religiosas, de capa y espada, históricas, costumbristas, autos sacramentales, etc. Todos los géneros literarios merecieron su atención, obra maestra es su gran novela en prosa ‘La Dorotea’.

Aparecen también otros grandes maestros como Fray Gabriel Téllez, llamado Tirso de Molina (1579 – 1646), religioso mercedario, que se muestra como uno de los grandes poetas religiosos en su drama ‘El condenado por desconfiado’, al tiempo que escribió una gran obra, como es ‘El burlador de Sevilla’, considerada la mejor escenificación del tema de Don Juan.

Hubo otros grandes autores clásicos como Juan Ruiz de Alarcón (1581 – 1639), autor de ‘La verdad sospechosa’. Francisco de Rojas Zorrilla (1607 – 1648) es uno de nuestros dramaturgos de mayor emoción y sentido trágico, autor de la gran obra: ‘Del rey abajo, ninguno’.

Y cerrando el círculo de grandes autores, Pedro Calderón de la Barca, nacido y fallecido en Madrid, 1600 – 1681. Es el literato más insigne del barroco en el Siglo de Oro español. Sus padres eran de la nobleza, hidalgos. Nombrado caballero de la Orden de Santiago por el rey. Se distinguió como soldado en la campaña de Flandes y en la rebelión catalana (1640). En 1651 fue ordenado sacerdote y más tarde el rey lo nombró capellán de honor (1663). Las reflexiones religioso – filosóficas, el sentido del honor y la intriga de capa y espada son sus temas principales, cuyo estilo participa del conceptismo y culteranismo propio del barroco, con una exuberante poesía lírica que le acerca a Góngora. Todos los sentimientos, las ideas y los anhelos de la sociedad española de su tiempo están presentes en sus grandes dramas. Se le atribuyen unas doscientas obras, entre autos sacramentales, dramas y comedias. ‘El alcalde de Zalamea’ constituye el máximo exponente de la comedia de honor. El ardor místico de lo religioso lo plasma en el auto sacramental ‘El gran teatro del mundo’. Y sus dramas filosóficos, como ‘La vida es sueño’, no han sido superados por poeta alguno en cuanto a la profundidad y poder alegórico.

Parecido al desarrollo de los demás géneros literarios alcanzó la historia. No solo es la cultura clásica y el humanismo quien impulsa el apogeo de la historia. Es algo más hondo, es la vida misma de España y su actuación en el mundo. No son solo los profesores, los literatos y los monjes quienes escriben la historia. También son los soldados y conquistadores los que la escriben. De ahí la solidez que alcanzó el género en el Siglo de Oro. Figura de gran relieve fue el zaragozano Jerónimo de Zurita (1512 – 1580). Cronista mayor del reino de Aragón. Uno de los grandes historiadores de la Edad Moderna con su estilo severo y sobrio. Su documentación, su exactitud y su imparcialidad son insuperables. Su obra maestra es ‘Anales de la Corona de Aragón’. Pero el historiador que más éxito alcanzó fue el padre Juan de Mariana (1536 – 1624, sacerdote jesuita, hijo de un clérigo. Teólogo e historiador del Siglo de Oro, su ‘Historia de España’ es un excelente trabajo.

Pero sin duda alguna, la gran tarea de la historiografía española, la de más calado entre nosotros es la historia de las Indias. Pocas veces, tal vez nunca, se dio el fenómeno de explorar, conquistar y colonizar un territorio como sucedió en América donde muchos de los que participaron fueron historiadores que observaban, relataban y juzgaban, siendo a veces historiador y soldado la misma persona. Empezando por el propio Cristóbal Colón de quien se conservan escritos muy atinados, y continuando por Hernán Cortés, que en estilo militar y sobrio, se mostró como un escritor veraz.

Entre la pléyade de historiadores de Indias destaca Gonzalo Fernández de Oviedo (1478 – 1557) con su’ Historia general y natural de las Indias’, obra asombrosa, acaso única en el mundo. Contemporáneo y enemigo suyo fue Fray Bartolomé de las Casas (1484 – 1566), que dejó una importante ‘Historia de las Indias’ y un libelo tristemente famoso, titulado ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’, con una gran falta de veracidad, sirvió para alentar la leyenda negra contra España. Interesante y valiosa es la ‘Historia general de las Indias y conquista de México’ del clérigo Francisco López Gómara (1511 – 1564), aunque nunca estuvo en América escribió su obra con datos suministrados por Hernán Cortés y otros exploradores. Inapreciable es la ‘Verdadera historia de los sucesos de la conquista de Nueva España’, escrita con gracia, verdad y realismo por el soldado Bernal Díaz del Castillo (1492 – 1584), obra sin par por su originalidad.

También en los aspectos religiosos de la mística y la ascética destaca el genio español con luz propia. El sentido ascético culmina en nuestra literatura en el siglo XVI. La mística se presenta con un sentido lenguaje realista y sencillo que combina con los hondos sentimientos humanos. Entre los escritores ascéticos que sobresalen destaca el sacerdote San Juan de Ávila (1499 – 1569 que escribió numerosas obras con un lenguaje claro, concreto y cercano. Se le atribuye el ‘Soneto a Cristo Crucificado’: ‘No me mueve, mi Dios, para quererte …’ , joya de la mística castellana.

Entre los escritores místicos hay que citar dos figuras ilustres. Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582). Carmelita descalza, proclamada doctora de la Iglesia. Entre sus obras mayores destacan ‘La vida’ y ‘Relaciones espirituales’. San Juan de la Cruz (1542 – 1591). Carmelita descalzo. Su obra maestra, seguramente, es ‘Cántico espiritual’.

Por último nos queda el género de la ‘prosa didáctica’, cuyos escritores son los que ahora se llaman ensayistas o pensadores, que en los siglos XVI y XVII son infinidad. Solo nos quedamos con los más señalados, Diego de Saavedra Fajardo (1584 – 1648). Brillante y profundo en su obra ‘Corona gótica’ y buen ensayista crítico en la ‘República literaria’. Francisco de Quevedo y Villegas (1580 – 1645). Eminente polígrafo español: gran prosista, mejor poeta, excelente novelista e inmortal satírico en ‘Los sueños’. Adalid del conceptismo: sentencioso y sutil, castizo y claro. ‘Política de Dios y gobierno de Cristo’ es una de sus grandes obras didáctico – políticas. Conceptista fue también el jesuita Baltasar Gracián y Morales (1601 – 1658). Entre sus obras destaca ‘El Criticón’, una alegoría de la vida humana. Por esta obra fue amonestado primero y después castigado por la Orden. A pesar del desafecto de la crítica, ya reivindicado, Gracián es uno de los orgullos del habla y de las letras españolas. Como se ha podido adivinar la magnitud del Siglo de Oro español es tan inmensa que para un limitado artículo de prensa solo me ha permitido esbozar unas ideas generales sobre el mismo y destacar sus figuras principales, junto con sus obras más sobresalientes, y eso con la ayuda bibliográfica del profesor Ciriaco Pérez Bustamante.