Vida y obra de Antonio Cano, "Antonio El Ciego"




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JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ DE HARO

LA PASIÓN POR lo propio se adueña a veces de algunas mentes. Bien por voluntarismo o por cierta necesidad de alumbrar algo de mérito, parece visible que hay demasiada "masa floja" en el relato de esta Comarca. Y a mi habría de importarme lo justo, pero creo más adecuado aportar lo que de conocimientos tuviera para esclarecer algunos temas que han suscitado interés.

Yo sólo puedo aportar algo sobre aquel pueblo donde nació y creció Antonio Cano. Algunos detalles y anécdotas de su vida según testimonios de dos personas que le conocieron bien: mi tío Juan Gerez y mi padre. Además del testimonio de otras personas que vivieron aquellos años. Los años primeros de su vida los pasa en Garrucha, donde fue muy conocido por su extraordinario ingenio. Aquí creció entre pescadores y especialmente atraído por la actividad de mercantes que cargaban y descargaban con enormes gabarras hasta la playa. Antonio se acercaba curioso entre la marinería y pronto comenzó a relatar historias de marineros que llegaban a Garrucha, añadiendo probablemente su propia fantasía. Por alguna enfermedad perdió la vista en su niñez pero esta condición no le apartaba de su deambular por las calles del pueblo. Según palabras literales de mi tío Juan, era "un ciego muy listo", se conocía los bordillos de las aceras y los cruces de las calles y caminaba ayudado de bastón, pero sin titubeos.

Y así comenzó a atraer la atención primero con relatos sobre historias de navegantes. Más tarde les fue dando forma de romances y coplillas que agradaban mucho a los amigos y a todo el que se paraba a escucharle. Antonio era un prodigio de espontaneidad y conocimiento de los usos y costumbres, las tradiciones y lo que era propio de relatos populares. Nada se escapaba a su observación. Me decía mi padre que sus primeros versos los improvisaba según la persona que le hablaba. Le reconocía por su voz y de inmediato le hilvanaba unos versos en forma de trovos.

En aquellos años de esplendor de la minería, Garrucha vivía un ambiente realmente extraordinario. Había dos casinos y lugares de reunión social y por sus calles paseaban en verano miembros de la aristocracia, industriales, cónsules extranjeros, empresarios, ingenieros y también artistas, sobre todo poetas. Entre los más conocidos habré de destacar a Álvarez de Sotomayor, nacido en Cuevas del Almanzora pero pasaba grandes temporadas en Garrucha. También el poeta nacido en Garrucha Pepe Durbán, cuya familia vivía en el Malecón, concretamente en la casa que fue del alcalde Juan Visiedo. También otros poetas de Almeria muy asiduos a la temporada veraniega de Garrucha, entre ellos José Jesús García, autor de la obra “Quitolis”, y otros de la Comarca, Miguel Flores Grano de Oro, Juan Antonio Castaños y algunos locales como Antonio Lacal o José Bueno. Formaban un grupo animado sobre todo por Pepe Durbán y Sotomayor y lograron algunas veladas poéticas de renombre en el local de la antigua Caseta de Sanidad Marítima, hoy sede del Club Marítimo de Garrucha.

Antonio Cano, por lo que he podido leer, en realidad no logra conectar con ellos, pero es seguro que Álvarez de Sotomayor conociera sobre su actividad. Sobre todo porque en aquellos años se habían popularizado una especie de “encuentros” de Antonio Cano con un trovero conocido como el “Torrao”, obrero del campo de Cartagena que trabajaba en Garrucha. Según relato de Juan Gerez, en invierno se encontraban en la taberna de Feliciana, en la calle Lope de Vega, y en verano a la puerta del casino de Carrasco, en el Malecón, muy cerca de la casa de Sotomayor. El encuentro consistía básicamente en simular que coincidían en ese lugar y de inmediato soltaban unos veros satíricos que el otro replicaba en forma de repentismo. Se congregaba mucha gente a su alrededor y con frecuencia les invitaban y recogían algunos dineros.

La ceguera de Antonio le llevó a Madrid y allí encontró dos personas muy ilustres que ayudaron definitivamente su porvenir. El doctor Ángel Pulido, especialista en enfermedades de la vista, y el escritor y periodista Antonio Zozaya. Cabe imaginar que escucharían los versos de Antonio Cano. Cabe además imaginar que ambos influyeran para que viera la luz la primera y única edición en Madrid de “Cantos de mi Pueblo” en 1909, que el autor dedica emocionadamente al Dr. Pulido. Antonio tenía entonces 26 años.

Por aquellos tiempos en Garrucha se publican varios periódicos, uno de ellos, el Eco de Levante, comienza a incluir poemas de los poetas locales. También de otros de notable éxito popular, como el murciano Vicente Medina, quien podría haber influido en nuestro autor como puede apreciarse de un lenguaje muy cercano en la región murciana y el Levante Almeriense. Por las notas que he leído en el Eco de Levante, cuya única colección, si bien incompleta, guardo como un tesoro heredada de mi padre, los poetas que tienen proyección social leen sus poemas en el teatro Flores de Garrucha, en la Caseta de Sanidad y en múltiples veladas de música y poesía en la casa de Durbán o en su finca de Las Alparatas. Allí recita Álvarez de Sotomayor un bello poema dedicado a Garrucha; Pepe Durbán sus versos de amor a Anita Bueno, hija del director del Eco de Levante, y Antonio Lacal y otros tantos. Parece que Antonio el Ciego no era considerado en aquella Garrucha con el mérito que hubiera deseado y tampoco donde se juntaba la burguesía ilustrada, seguramente influyente en medios artísticos e intelectuales.

Tras la publicación de Cantos de mi Pueblo no se conoce obra escrita de Antonio Cano. Si bien él continuaba recitando y seguramente dictando sus poemas a un vecino no muy distante de su casa llamado Vicente el Fogonero, pero que se conozca no se ha conservado nada de esta etapa posterior. En estos años, se entrega a perfeccionar los conocimientos de guitarra y participa en comparsas. Era muy aplaudido por su conocimiento de los bailes populares, fandanguillos, parrandas, cantos mineros y boleros. Llega a ser profesor de guitarra para señoritas de las familias más acomodadas. De su obra poética se sabe poco. Tal vez frustrado y descontento por su escasa relevancia se marcha a Orán, donde tenía familia de calafates, y unos años después vuelve a Garrucha y casi sin pausa decide irse a Barcelona. Éste fue su destino definitivo porque jamás volvió a Garrucha. Según relataban garrucheros que vivieron en la Barceloneta, Antonio el Ciego se dejaba ver en algunas bodas o bautizos entre los paisanos que emigraron, pero jamás mostro interés por volver y sin embargo les recitaba poemas nostálgicos sobre costumbres del pueblo. Vivió sus últimos años como vendedor de cupones de la ONCE.

Si he de explicar lo que me ha llegado a mí por relatos orales, Antonio el Ciego no era tenido por un poeta en su pueblo natal. En realidad, en los años que comencé a averiguar sobre él no era muy conocida siquiera su existencia, tal vez por la escasa difusión de su única obra escrita, apenas veinte romancillos y también por el paso de tantos años. Hasta que el Ayuntamiento de Garrucha acordó imprimir en facsímil Cantos de mi Pueblo en 1980. En esas fechas alguien me pidió que le prestara la colección de periódicos del Eco de Levante, cosa que accedí sin dudarlo. También le presenté a mi tío Juan Gerez que conservaba la memoria intacta y había conocido muy bien a Antonio Cano, del que realizó el único apunte pictórico que puede darnos una idea de su físico. Hasta la fecha no se conservaban ninguna fotografía de este garruchero, ni en los periódicos el Eco de Levante, ni entre familiares o vecinos. Como detalle, y por reflejar la realidad que se pide a un escritor, he de decir que su busto en mármol que se emplaza en el Paseo Marítimo de Garrucha no se parece en absoluto al propio Antonio Cano, al menos en la cabellera y el porte, según refleja la pintura de mi tío Juan Gerez, la única que se conserva. Puede que el escultor, inspirado en el Rey Amadeo de Saboya, quisiera reflejar un busto romántico, pero no se informó a fondo del aspecto del personaje. Pequeño detalle que describe otras licencias al respecto.

Su mérito más destacado para los especialistas que han estudiado Cantos de mi Pueblo es el uso del dialecto del levante almeriense con carácter propio. Esta obra es esencialmente una muestra de cómo se expresaban entonces los nacidos en esta tierra, donde se refleja los sentimientos de un hombre que destacó por encima de su limitación. Pregunté a los viejos del lugar y afirmaron: "Era un hombre ingenioso, pero aquí nunca supimos que fuera un poeta, y él lo sabía". Añaden: "hubo otros como el Torrao que improvisaban ripios o trovos, también ciegos como Antonio Cano que mostraban enorme capacidad y enlazaban coplillas y romances sobe temas populares, el último fue un vendedor ambulante de cupones de la ONCE conocido como Manuel el Mero, pero este no estuvo nunca fuera de Garrucha y nadie le editó un libro".

Para mí, como garruchero y escritor, Antonio Cano acapara varios méritos y es justicia dedicarle estas líneas que pretenden de manera sincera que se conozca la realidad de su vida y su obra. Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura, afirmaba que no hay mejor tributo que la verdad