La bella leyenda catalana del azor


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ADOLFO PÉREZ

Cuando realizaba un trabajo sobre los reyes y condes autónomos de la España cristiana medieval (publicado en mi blog), me encontré con una bella leyenda referida a los condes catalanes del siglo XI. Se trataba de la tierna historia de un azor, que por lo bonita que es merece la pena contarse. Como se sabe, el azor es un ave rapaz que se utilizaba para la caza de volatería, o sea, el arte de la cetrería.

Gran parte del territorio catalán fue dominado por los musulmanes, que incluso pasaron el Pirineo y sometieron a una buena porción de la región sudoriental francesa. Carlomagno inició la expansión de los francos por los territorios hispanos y encargó a los condes francos el empuje hacia el sur de la frontera con los musulmanes, de modo que les arrebataron los territorios comprendidos entre los Pirineos y los ríos Llobregat y Gavá, que constituyeron la base de la Marca Hispánica, unos territorios que salvaguardaban la propia frontera gala respecto a la musulmana y que además ampliaba el dominio francés; tales territorios hispanos se constituyeron en condados de manera que a comienzos del siglo IX la Marca Hispánica la componían diez condados catalanes feudatarios del reino franco, cuyos condes eran todos de ese origen, entre ellos el de Barcelona, y así siguieron hasta el último tercio del siglo IX en que los condes se valieron del declive de los francos para ir alejándose de ellos, hasta la llegada de Wifredo el Velloso (878 – 897), ultimo conde elegido por aquellos (los francos), que dominó seis de los diez condados catalanes. Con sus conquistas se formó la “Cataluña Vieja”. Fundó el monasterio de Ripoll. Sus sucesores, hasta Ramón Berenguer I el Viejo son de poco interés.

El gran conde catalán Ramón Berenguer I el Viejo (1035 – 1076). Era un hombre inteligente y virtuoso que amplió sus dominios hacia el sur, a la vista de Tarragona y hasta la región del río Segre. Dispuso que a su muerte el condado fuera gobernado conjuntamente por dos de sus hijos, o sea, un cogobierno.

Los hijos a los que Ramón Berenguer I dejó el condado para que conjuntamente lo gobernaran fueron los hermanos gemelos Ramón Berenguer II, Cap d’Estopes, Cabeza de estopa, (llamado así por su cabellera rubia) y Berenguer Ramón II el Fratricida. Ambos cogobernaron el condado entre los años 1076 y 1082. Aunque la herencia era pro indiviso (en común, no divisible), dadas las desavenencias surgidas entre ellos a los tres años hubo de repartirse la herencia, de modo que ambos se alternaban viviendo cada uno una parte del año en el palacio condal de Barcelona, aunque juntos firmaban con esta fórmula: “Nos duos fratres Comites Barchinonenses” (“Nosotros, los dos hermanos condes de Barcelona”). Pero las diferencias entre ellos hicieron la situación insostenible. En 1082, el conde Cap d’Estopes fue asesinado cuando cazaba en un bosque. Un crimen cuyas sospechas recayeron en su hermano Berenguer Ramón, beneficiario de su muerte.

Respecto a la muerte del conde cuenta la crónica una bella versión o leyenda del suceso: Cuando Cap d’Estopes cazaba, su hermano le traspasó y mató con un venablo, entonces el conde y sus cómplices arrojaron el cadáver al paraje aún llamado Gorg del conde (laguna del conde), pero el azor que solía llevar el conde muerto en un puño, que había quedado vagando en aquellos parajes, con su vuelo y sus graznidos guió a los monteros de su señor al lugar donde yacía. Luego el ave fiel voló delante del cortejo fúnebre hasta las gradas de la catedral de Gerona donde se rindió muerto. Cuando el capiscol y el cabildo salieron a recibir el cadáver y quisieron entonar el “Subvenite sancti Dei” (“Santos de Dios”), solo pudieron pronunciar la frase bíblica de Dios a Caín: “Ubi est Abel, frater tuus?” (“¿Dónde está Abel, tu hermano?”). El azor de la leyenda, esculpido en piedra en su tamaño, está adosado a una columna de la puerta del tesoro de la catedral de Gerona, lugar que recuerda el punto en que cayó muerto. El conde muerto, que dejó un hijo nacido un mes antes, sería Ramón Berenguer III el Grande.

El fratricida Berenguer Ramón II siguió gobernando el condado hasta 1096. No obstante haber asesinado a su hermano gemelo y en contra de la opinión de gran parte de la nobleza catalana, en cumplimiento del testamento de su padre gobernó todo el condado, una parte en nombre propio y otra en el de su sobrino Ramón Berenguer, hijo de Cap d`Etopes. El conde fratricida al parecer se apoderó de Tarragona. Cuando su sobrino, favorecido desde niño por la nobleza, llegó a la mayoría de edad retó a su tío, que le reconoció su crimen. No se sabe si murió a consecuencia de sus heridas o en peregrinación expiatoria de su crimen a Jerusalén.

Le sucedió su sobrino Ramón Berenguer III el Grande (1096 – 1131), hijo del conde asesinado, se casó tres veces, la primera con María, hija del Cid Campeador. Fue el verdadero fundador de la grandeza catalana. Su política exterior fue brillante, igual que la de unificación de Cataluña, con la vinculación al condado de Barcelona de varios condados catalanes.