“Mis carencias como empresario las suplo con sueños audaces”

El presidente de Valle del Este, Pedro Lope, anuncia una ampliación que doblará su oferta turística en Vera y convertirá su grupo en uno de los motores más importantes del ocio en Almería.

Pedro Lope

ALMERÍA HOY / 24·03·2019

Alto, con aire despistado, de poblado bigote, maneras educadas, humano y habla serena. Pero detrás hay fortaleza y hasta dureza fría en la negociación. Lope, de nombre Pedro, abogado reconvertido a empresario, decidió un día emprender una titánica iniciativa: reflotar un dañado trasatlántico llamado Valle del Este a punto de ser fagocitado por los bancos. Resta importancia a su capacidad y señala bastante a la suerte como elemento definitivo de un éxito que en cualquier momento puede tornar en fracaso. Es consciente de eso. Los pies siempre en el suelo.

Su visión es amplia, por eso habla de comarca aunque las preguntas le obliguen a referirse a su empresa. Recientemente ha recibido el Sol de Oro por su contribución al municipio. El lector atento encontrará en esta conversación algunas claves sobre el hombre que es.

- Felicidades por el Sol de Oro 2019. Es usted profeta en el pueblo que ha elegido para vivir. 
- La verdad es que el hecho de vivir en Vera, en esta comarca, me reporta la mayor de las satisfacciones. Si encima me conceden la distinción del Sol de Oro qué puedo decir, es extraordinario. Muchas gracias a mi pueblo, a mi alcalde por su generosidad, por acordarse de Valle del Este, por reconocer que trabajamos lo mejor que sabemos. Gracias.
- Objetivamente Valle de Este es una empresa importante, la mayor del sector turístico veratense. 
- Hombre, qué quiere que le diga. Para algunos somos la punta de lanza, una locomotora. Si dejo a la familia aparte, Valle del Este es el gran proyecto de mi vida. Soy consciente de todo lo que aporta social y turísticamente a esta tierra. No es poco. Trescientas familias comemos de aquí en temporada alta, mantenemos con gran esfuerzo abierto el hotel, el club de playa Maraú y el campo de golf todo el año, pagamos nuestros impuestos contribuyendo al bienestar de la sociedad. Piense, por favor, en lo que significa estar abiertos todo el año. El otoño y el invierno son duros y nosotros hacemos un gran esfuerzo para no cerrar. Comprenderá que no se trata de ganar dinero, sino de algo que para mí es muy importante. Me refiero a que deseo participar con el resto de empresas del sector en conseguir el objetivo de romper la estacionalidad, en intentar que el turismo no se reduzca a unos pocos meses, sino a todo el año. Se imagina cuánto crecería la zona si lo logramos. A mí me ilusiona pensar que es posible. Es más, me lo creo, por eso trabajo en esa dirección.
- ¿Y como rompemos la temida estacionalidad?
- No es fácil en un mundo donde existe tanta competencia y las empresas trabajan duro para mejorar. Nosotros tenemos también esas capacidades. Intentémoslo todos. Valle del Este ya lo está haciendo.
- ¿Qué necesita, a su juicio, el Levante almeriense para no estar en el furgón de cola turístico? 
- Para que Vera sea considerada destino de golf, mínimo 3 campos. Para hablar de comarca turística, 7. Valle del Este intentará aportar un segundo campo de golf.
- Créame que es esperanzador escuchar a empresarios que hablan en clave comarcal y están dispuestos a jugarse mucho en el desarrollo de la zona. 
- Le hablo desde a convicción y el compromiso más absolutos. Nosotros aspiramos a representar una idea que permita desarrollar un lugar concreto. Hoy somos la empresa que más invierte en el futuro de la comarca; un hotel con más de 140 habitaciones abierto todo el año; un campo de golf de 18 hoyos y Maraú. Y queremos más…
- Después hablamos de ese “querer más”. ¿Cuál es el antes y el después de llegar usted a la gerencia de Valle del Este? 
- Desde 2013 Valle del Este es una sociedad familiar que inició otra forma de gestión. El año anterior el hotel se había cerrado en invierno y supuso un golpe tremendo para la economía de la empresa, además de una gran pérdida de puestos de trabajo. Las cosas estaban difíciles y decidimos marcar retos para reflotar la sociedad y arriesgar todo lo que teníamos.
- Retrocedamos unos años. ¿Cómo llega usted aquí? 
- Fue un cúmulo de coincidencias. Por un lado, la empresa no iba bien y yo tenía el 5% de un grupo que poseía el 26% de las acciones, lo que vendría a equivaler un 1% del total. Y por otra parte, mi mujer Virginia y yo queríamos cambiar de aires. Vivíamos entonces en Zaragoza, y a mí me apasionaba Andalucía desde que, de joven, viví trece años en Cádiz. Cuando vine aquí, me sorprendió enormemente la zona. No era la Andalucía del Bajo Valle del Guadalquivir que yo conocía. Nos parecía que estábamos en Murcia, pero despertó un enorme interés vital en nosotros y acabamos decidiendo quedarnos.
- ¿Vieron los demás socios en usted al hombre que podía levantar la empresa? 
- Supongo que sí, pues lo cierto es que en el año 2013 me vendieron la sociedad como la única posibilidad que barajaban para su salvación. Yo estuve en el Consejo de Administración desde el año 2002 y aprendí mucho de los errores que se pudieron cometer, que son buenos maestros para quien presta atención. Tenía una ventaja, y es que vivía aquí cuando estalló la crisis. Mis socios, que eran todos del sector inmobiliario, tenían problemas en sus empresas y no podían seguir adelante con el hotel ni aportar más dinero, pero no querían cerrarlo. Pusieron mucho interés en ello. No les importaba perder hasta el último céntimo invertido si eso significaba que el proyecto siguiera adelante.
- ¿A cuánto ascendía lo invertido hasta ese momento? 
- A una cantidad importante, muy importante.
- ¿Y la deuda? 
- A una cifra muy similar a la invertida, a la que había que sumar la deuda contraída con proveedores y las administraciones. La cifra era lo suficientemente alta como para no interesar a ningún comprador, porque el hotel llegó a estar en venta. El banco también intentó venderlo, pero sin éxito. Se disponía a cerrarlo porque no encontraba quien lo quisiera.
- ¿Entonces? 
- Bueno, como le he dicho, era el que lo tenía más fácil. Corrían tiempos de crisis y yo me veía viviendo en una zona que perdía su valor sin el hotel y el campo de golf funcionando. Y, además, pensando en las más de 500 familias que nos habían comprado sus casas. Así que, finalmente, decidí dar el paso. Convencí a un empresario mallorquín del sector turístico y el banco se puso a tiro porque entendió que nosotros éramos la única solución a un problema que había pasado a ser, en buena parte, también suyo. Pero el mallorquín se retiró y a mí me asaltaron las dudas. Ahí jugó un papel fundamental mi familia, que me ayudó a aceptar el reto.
- Así que el banco se lo puso fácil. 
- Más que ponérmelo fácil el banco entendió que a falta de otras opciones, conmigo había una oportunidad de no perder sus créditos, así que negociamos y a través de una refinanciación me ayudó a despejar las situaciones más complejas, por ejemplo el pago de parte de las deudas que se acumulaban con los proveedores. Sé que en aquellos días el banco hizo varias operaciones similares, quizá a la desesperada. No había muchas alternativas. O el banco se quedaba con todo y a ver qué hacía con ello, o se jugaba una última carta con alguien que al cabo de los años pudiera reintegrarles los créditos.
- ¿Continúan funcionando esas otras empresas a las que ayudaron entonces?
- No, sólo Valle del Este sigue viva y con futuro. Trabajar ha habido que trabajar mucho, pero también nos acompañó la suerte de coincidir con el cambio de ciclo económico en el resto de España. Eso se ha notado, aunque aquí, la verdad, no hemos salido aún de la crisis, no quiero pensar que podamos entrar en la próxima sin haber resuelto ésta.
- Ya, pero usted está pensando en invertir y duplicar Valle del Este sin la certeza de que caiga sobre nosotros una nueva crisis y, muy importante, tan sólo cinco años después de que la empresa estuviera a punto de desaparecer por incapacidad para sostener los gastos de mantenimiento y la devolución de los créditos. 
- Pues sí, espero no caer en la imprudencia y medir bien los pasos. Ser empresario no es sentarte y esperar a que te lleguen ingresos, no, supone asumir muchos riesgos. Un día podemos estar hundidos, al siguiente recibir un reconocimiento como el Sol de Oro y un mes más tarde volver a estar arruinados. Pero en casos como el nuestro nos preocupa nuestra empresa, pero también la sociedad en la que vivimos. Por eso hemos llegado a la conclusión de que tenemos que ampliar Valle del Este para seguir siendo locomotora. La zona está muy parada porque hay muchas trabas, pero también las había antes. Arriesguemos pues.
- ¿Será reconocible el sello Valle del Este en el nuevo proyecto? 
- No quiero repetir lo que ya existe. Tenemos que atraer a un público con mayor capacidad económica y, para eso, es necesario ofrecer un producto de más nivel.
- ¿Tuvo algún apoyo, aparte de la comprensión o el interés propio del banco, en ese giro que dio a su vida y a una empresa gravemente ‘tocada’? 
- Sí, fundamentalmente mi mujer Virginia y mis hijos. El resto de la gente me decía que estaba haciendo una estupidez.
- ¿Le han facilitado las cosas las administraciones? 
- Del Ayuntamiento de Vera, de sus políticos y de sus técnicos sólo puedo hablar bien. Siempre he recibido un buen trato y siempre han intentado solucionar los problemas que se presentaban. Especialmente debo referirme a Félix y Paco Vázquez, que en los difíciles años iniciales de Valle del Este estuvieron a nuestro lado ayudándonos. Siempre me he sentido apoyado por Félix y por José Carmelo. Creo que para los veratenses debería ser una satisfacción haber tenido esos dos alcaldes tan destacados que han contribuido al desarrollo de Vera.
- ¿Cómo ha conseguido darle la vuelta al negocio contra tanto pronóstico adverso? 
- En este momento sí se puede decir que le hemos dado la vuelta a la situación, pero ya veremos cómo estamos mañana. En cualquier caso, no ha sido tan difícil porque el producto es muy bueno. Una urbanización maravillosa, un gran hotel, un campo de golf magnífico… Y el club de playa. Sólo faltaba algo de cariño.
- Ya pero ¿cómo ha logrado revivir a la sociedad Valle del Este? 
- En principio potenciando el equipo comercial, subiendo el nivel de ocupación y el precio medio. Cuando a una habitación por la que el cliente paga alrededor de 60 euros empiezas a descontar las comisiones de agencias e impuestos, te das cuenta de que necesitas volumen de ocupación porque los márgenes son escasos. Además, no repartimos beneficios. Los reinvertimos hasta el último céntimo en la empresa.
- Ha mencionado el club de playa, que ahora es Maraú, el hotel, el campo de golf, la urbanización… ¿con cuántas viviendas cuenta Valle del Este en la actualidad? 
- Con cerca de 800.
- De esas cuatro patas de su negocio, ¿cuál cree que es la más importante? 
- A nivel local, Maraú. Fuera, el campo de golf.
- ¿Que es ahora Maraú? 
- Sobre todo un reto personal. Yo me muevo mucho por sentimiento. En 2002 me encomendaron la gestión del club de playa, pero no pude hacer lo que quería y acabamos arrendándolo a una empresa que hizo un trabajo excelente durante el tiempo que lo llevó adelante. En 2017 acababa el contrato. Lo más fácil hubiera sido renovarlo, pero yo quería hacer algo distinto y llamativo.
- No creo exagerar si aseguro que Maraú es de lo mejor que se puede encontrar en la costa española. ¿Está satisfecho con el resultado de la inversión que ha hecho en renovarlo?
- Le diré un sí sin ambages, aunque no es exactamente lo previsto inicialmente. Y me explico. El proyecto inicial era menos ambicioso pero nos fuimos calentando a medida que avanzábamos en el proyecto. El resultado final se parece poco al proyecto inicial. Desde el principio teníamos claro que no queríamos que fuera un establecimiento más. Contraté a José Luis Pulido, un gran diseñador, y nos fuimos a visitar los mejores lugares de Marbella y otras zonas similares. Lo que vimos nos dio muchísima envidia.
- ¿Envidia?
- Me refiero a que en esos otros lugares hay turismo todo el año, gente que valora lo que se le ofrece y está dispuesta a pagar por ello. Si me permite un ejemplo simple: un mismo refresco se cobra allí el doble que aquí y el cliente lo paga porque el entorno, los servicios que da el local, lo vale. Yo quiero ese turismo para esta zona. Yo quiero que el esfuerzo y el riesgo se vean al final compensados y todos nos beneficiemos.
- Entonces, pese a todo lo que nos ha contado, ¿no se considera usted un empresario capaz? 
- Mi capacidad empresarial, la que sea, no habría sido suficiente para levantar Valle del Este. Sin embargo aquellas carencias que pueda tener las suplo con mis sueños, que son mucho más audaces. He tenido la suerte de contar con un equipo muy capaz y me acompañó el momento económico. Si hubiera emprendido el reto un año antes, no estaríamos hablando como lo hacemos ahora.
- Supongo que reflotar una empresa hundida obligaría a tomar decisiones no siempre agradables. 
- Bueno, es cierto. Tuve que reformar la plantilla. Cuando me hice cargo del hotel no estaba de acuerdo con la forma de gestión y cambié el equipo que había por otro de mi confianza. E incluso acabé dándome cuenta de que, dentro de este nuevo grupo, había quien no se acababa de integrar. Cuando vives esto no es fácil, aunque nunca me tiembla la mano. Pero es muy duro despedir a alguien. En ese momento eres consciente de que cortas una trayectoria de vida y que tu decisión afecta al futuro de esa persona. Si acaso encuentras algo de calma en que lo que haces es lo correcto, lo mejor para la empresa y su plantilla.
- Entonces conoce perfectamente lo que significa la soledad del que manda. 
- La soledad del responsable, del empresario, es algo que no se entiende hasta que se vive. Yo echo muchísimo de menos los consejos de administración de ocho personas, como el que antes teníamos en Valle del Este.
- Valle del Este aparece a menudo como colaborador de iniciativas de corte social y cultural, ¿lo considera una inversión publicitaria o un deber cívico? 
- Claramente un deber cívico. Intento participar en todo aquello que me parece valioso para la sociedad. No es posible responder con un sí a cada llamada que solicita tu colaboración, pero entiendo que cualquiera, en la medida de sus posibilidades, debe cooperar.

“En los negocios no existe la mística” 

- ¿Con qué llena su tiempo libre? 
- Me seduce la historia, los ensayos, la música me acompaña mucho en el tiempo libre.
- ¿El Reggaetón?
- Yo odiaba el reggaetón, pero hoy es el gusto mayoritario de la gente.
- ¿Lo baila?
- Nunca me he movido en la pista. Soy un mirón de barra. Alguna vez me he visto obligado a hacerlo con mi mujer, que es una gran bailarina, pero sé que tengo muchas limitaciones y una de ellas es ésta. Me siento ridículo.
- Rajoy no.
- Eso no es bailar. Es sólo mover los brazos. Bailar significa tener un ritmo natural.
- Entonces, de bailar nada, ¿y de cantar qué?
- Canto muy mal. No lo hago ni en la intimidad. Me hubiera gustado enormemente saber bailar, cantar y pintar, pero, desgraciadamente, soy muy malo en esas tres disciplinas.
- Dejando el reggaetón aparte, ¿qué música suele escuchar? 
- Aparte de música clásica, también Pink Floyd, Supertramp o Queen. The Beatles fueron mi primer grupo. De ellos me quedo con Let it be y, como LP, Abbey road.
- ¿Cuáles son sus lecturas preferidas?
- La novela histórica. Me interesa aprender y, con este tipo de obras, comprendes que no han cambiado los problemas ni los hombres después de miles de años. Detrás siempre está el poder. Acabo de terminar una novela de Lismullin Henge sobre Egipto, ‘La tormenta de Thor’.
- ¿En qué época de la historia se detiene y le gusta bucear? 
- Me gusta muchísimo todo lo que concierne al Imperio romano en particular y a Roma en general. Me parece apasionante que una ciudad fundada en el 700 a.C dominara gran parte del mundo durante casi 2.000 años, hasta la caída de Constantinopla. También los mongoles. Ha sido el imperio más grande, aunque fuera efímero. Llegó hasta las puertas de Viena después de derrotar de una manera salvaje, prácticamente exterminándolos, a todos los reinos árabes y cristianos que encontró a su paso.
- ¿Con qué personaje histórico se queda?
- Hoy le diría que Kublai Khan, un nieto de Gengis Khan, pero los más grandes fueron Alejandro Magno y Aníbal. Me gustan los líderes. Una sociedad es mejor cuando tiene grandes líderes. Kublai Khan desarrolló un imperio enorme en muy poco tiempo. Sin embargo, el más grande fue Alejandro, que murió sin herederos. Las empresas familiares necesitan sucesores y, entre ellos, uno que decida. Ése es precisamente su gran problema.
- De sus viajes, ¿cuál le ha fascinado más?
- Israel. Cambió mi forma de pensar. Encontré a Jesús. Antes no era creyente, pero creo que estuvo allí. Que fuera en los lugares exactos que nos enseñan a los turistas, no lo sé, pero notas algo en esos sitios sagrados. Al igual que en el Muro de las Lamentaciones. Te encuentras raro entre tanto individuo con barba y tirabuzones, pero tocas la pared y te invade una sensación extraña.
- ¿Aplica esa mística a los negocios?
- En los negocios no existe la mística. Hago lo mejor para Valle del Este dentro de la legalidad. Una negociación es ética, no mística, y la ética siempre ha estado en mi vida. Es una herencia de mi padre.
- ¿Qué más le inculcó su padre? - Rigor. Mi padre era juez, y lo era las 24 horas del día. Le costaba expresar sus sentimientos, pero los tenía. Llevaba la toga en casa y se la quitó el día en que se jubiló, con 72 años. Murió con 94.
- ¿Le dijo su padre alguna vez “te quiero”?
- Le costó decírmelo. A mí también me cuesta. Tengo su impronta. Guardamos mucho los sentimientos.
- ¿Llora?
- Soy muy dado a lágrimas. Muy sentido. Debo tener problemas en los ojos. Se me empañan, pero procuro ocultarlo. No me gusta llorar. Y, cuando hablo de negocios, ni lloro ni se me empañan los ojos. Hay que echar mano de la parte menos emocional que uno tiene para llevar una empresa como Valle del Este.