Migraciones


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MARIO SANZ CRUZ

Hace unos días, el barco de la ONG “Open Arms”, desembarcaba en Algeciras a trescientos cuatro náufragos de la zozobra del continente africano. Entre ellos había unos ciento cuarenta menores que carecían de futuro en sus países de origen y, pese a su corta edad, se lanzaron al mar, cargados de esperanza. Por suerte los náufragos, en peligro de muerte, encontraron el barco salvador, pero, por desgracia, también se toparon con la insolidaridad de los países europeos, cada vez más herméticos, más fascistizados y menos sensibles a los derechos humanos.

Así ha vuelto a suceder lo mismo una vez más, el trabajo humanitario, el riesgo y el esfuerzo realizado por pescadores, marineros y voluntarios que rescatan a personas en peligro, se paga con el desprecio a las leyes del mar, con la falta de sensibilidad y de vergüenza de los gobiernos, obligando a los buques a realizar una penosa romería, mendigando víveres y combustible, hasta conseguir un puerto donde desembarcar. Por suerte para ellos, aunque vamos a menos, España aún sigue siendo un país que, con muchas reticencias, permite que se realicen los desembarcos.
Entretanto, la opinión pública se contamina de los mensajes xenófobos y alarmistas de la extrema derecha, que cada vez cala más en toda la sociedad, impermeable a los sentimientos y muy permeable al ataque continuo de los medios de comunicación, que nos anuncian el fin del mundo en cada telediario.

Es curiosa la falta de memoria que tenemos. Ya lo dice el refrán “no pidas a quién pidió ni sirvas a quién sirvió”. Este país nuestro ha sido históricamente emisor de emigrantes al mundo entero, ha poblado América de gente que trataba de labrarse el futuro que no encontraba en su tierra, ha buscado el sustento, para quitarse el hambre, en el norte de África; ha llenado Alemania, Bélgica, Suiza, Francia y otros muchos países de mano de obra barata; ha sufrido migraciones internas, que no siempre han sido comprendidas ni por sus propios paisanos, etc. Este país, con su enorme experiencia en migraciones propias, ahora que tiene que recibir a emigrantes de otras naciones, no empatiza, no comprende a los que llegan, no se ve reflejado en esas caras cansadas, que llevan grabadas las penurias pero conservan un rayo de esperanza en el fondo de sus ojos.
Por favor, no sigáis las consignas populistas que acusan de todos los males a los que cruzan el mar, no neguéis la ayuda a quien la necesita de verdad, no cerréis vuestro corazón a quien merece una oportunidad.

Eso sí, acordaros de criticar a quién de verdad lo merece, por ejemplo a los gobiernos africanos corruptos manejados por las multinacionales, al movimiento global de grandes masas de capital que destroza todo lo que toca, a las mafias que engañan y explotan a los desesperados, a los traficantes de drogas y de armas, a los que se van de putas sabiendo que son víctimas de trata, a los que emplean a los emigrantes en condiciones de esclavitud, etc., etc., etc.

Para recordar nuestro pasado migratorio, hay miles de ejemplos, pero voy a incluir aquí parte de un artículo que encontré en el periódico más longevo de Almería, “La Crónica Meridional”, publicado el 26 septiembre 1880: “…zarpó de este puerto para Orán el vapor “Victoria”. Era tan numeroso el pasaje para las playas africanas, buscando el pan que no encuentran en su patria, que puede calcularse en 600 personas; esto no es un día, sino todas las semanas. Hay pueblos en la provincia en los que sólo han quedado del sexo masculino, el cura, el médico y los señores que forman el ayuntamiento. Todo va bien, muy bien, como dijo La política. Siempre estamos igual.”

Pues eso, hoy por ti, mañana por mí. A ver si, para el año que entra, hacemosel propósito de ser un poquito más solidarios y un poquito más sordos a los eslóganes ultras.