La llamada huelga de taxis


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AMANDO DE MIGUEL

La expresión “huelga de taxis” resulta contradictoria y ambigua. En griego la voz “taxis” significa “buen orden disposición adecuada”. Se aplicaba sobre todo a la organización militar. Por otra parte, “huelga” quiere decir que los trabajadores por cuenta ajena se rebelan contra los empleadores para exigir sus derechos. En el caso de la sedicente “huelga de taxis”, referida al transporte de personas en algunas ciudades españolas, no es en rigor ninguna de las dos cosas. No es una huelga sino más bien un “cierre empresarial” (lockout) porque son las empresas de taxis las que se coaligan para defenderse de las competidoras, las que regentan los vehículos de alquiler con conductor. No es de “taxis” porque aquí no hay orden ni buena disposición. Más bien es una huelga salvaje y violenta que en nada beneficia a quienes la plantean. Así como la huelga es un derecho constitucional, el cierre empresarial es algo prohibido por las leyes.

Es perfectamente natural que dos grupos de empresas competidoras entre ellas defiendan sus intereses legítimos. Pero habría que llamar a las cosas por su nombre. Imaginemos que en su día las empresas de radio se hubieran enfrentado a las de televisión porque les quitaban clientes; o las de los teatros respecto a las de los cines. Se trata de cambios tecnológicos que reordenan la clientela de distintas maneras. En este caso tanto los taxis como los vehículos de alquiler con conductor (falta una palabra para ello; las siglas son molestas) son dos formas de transporte individual de viajeros que van a tener que competir frente a nuevas modalidades. Se va a imponer la mayor facilidad de transporte automóvil sin conductor. En muchas ciudades el cliente pide un coche por teléfono y este le indica la localización más cercana. Lo coge, se traslada, abona el importe por el mismo teléfono y deja el coche en el lugar de destino. Para las personas que puedan conducir con soltura esta será la fórmula más barata. Todavía lo es más si el vehículo es una bici o un patinete eléctrico. Lo que resulta caro es el conductor. Solo se recurrirá a él en casos liminares de personas que no saben no pueden conducir un vehículo.

De momento, el sistema de alquiler con conductor previo acuerdo telefónico es más rentable que el taxi tradicional. Las dos partes en conflicto actual exigen al Estado que regule todavía más el transporte individual de personas. No, lo que hace falta es que regule menos. Por ejemplo, es gran tontería que el estado imponga un tiempo de espera entre el momento de pedir el transporte y el de realizar el viaje.En lugar de costosas licencias, monopolios y númerus clausus se aconseja también aquí el tradicional libre comercio. Es el que rige para la mayor parte de las actividades empresariales, aunque siempre hay que tolerar alguna forma de monopolio por razones tecnológicas. Pero ese tipo de monopolio suele ser efímero.

Lo que de momento se desaconseja es el uso particular de la fuerza para defender los legítimos intereses de uno u otro tipo de empresas. Quien recurra a la violencia a la larga perderá, aunque solo sea en la opinión de la hipotética clientela. Y si no, al tiempo, que casi todo lo cura.