Disquisiciones y politiquerías


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AMANDO DE MIGUEL

Me fascina el espectáculo de las falsas polémicas políticas por lo que tienen de entretenimiento gratuito. Por ejemplo, esa controversia escolástica de si el intento de secesión de Cataluña, proclamada en el Parlamento regional, fue una sedición o una rebelión. (Me recuerda la fábula escolar de los galgos y los podencos). Es decir, si a los golpistas (más que presuntos para la opinión pública) les pueden caer 15 años de cárcel o 25. Para el Gobierno de la Generalidad no cabe ni una cosa ni otra: los golpistas fueron héroes de la nonata República Catalana. Todo el mundo sospecha que todo esto no es más que juegos florales: más pronto que tarde los golpistas van a ser exonerados o indultados. En cuyo caso, vuelta a empezar. (Ahora se dice “volvemos a la casilla de salida”).

Aquí está el nudo de la cuestión. No es que a unos cuantos políticos catalanes les diera un día la ventolera de proclamar la República Catalana. Es que no tienen más remedio que hacerlo en uno u otro momento. Está en su naturaleza, como la del alacrán es utilizar su cola venenosa para defenderse. La actitud rebelde, sediciosa o secesionista es consustancial con la realidad de los partidos separatistas catalanes. Que son varios y no se entienden bien entre ellos; esa es otra. Por tanto, si un delito hubiere, sería una especie de delito continuo. No es lógico que los promotores de la rebelión (o la sedición, tanto da) canten la palinodia y prometan que “no lo van a hacer más”. Sería una declaración bastante chunga.

El problema político verdadero reside en algo previo y sustantivo: el reconocimiento legal de los partidos políticos de tipo secesionista. Son una contradicción, sobre todo porque logran algunos escaños en las Cortes Españolas con todos los privilegios inherentes. Lo curioso es que no llame la atención tal disparate, que es la verdadera raíz del problema.

La existencia legal de partidos secesionistas no puede fundamentarse en el derecho a la libertad de expresión. Como todas las libertades, esta tiene también sus límites. Parece bastante absurdo que se sienten en las Cortes Españolas los que no se consideran españoles y van a hacer todo lo posible para que su región se separe de España. (¿Será con efecto retroactivo?¿Pedirán una gigantesca indemnización histórica por los siglos de opresión?). Tampoco vale el argumento de que a su región la consideran nación. Con esa misma forma de razonar, en Europa se podría plantear la existencia de un centenar de Estados, cuando históricamente no han pasado de la treintena.

Las paradojas no terminan aquí. En la anómala circunstancia política actual, el Gobierno de España necesitaimperiosamente la ayuda de los secesionistas vascos y catalanes para poder gobernar. Acabáramos. Así se explica el aparente galimatías y por qué todo esto no es más una forma de entretenimiento. También es cierto que puede acabar en tragedia, pero eso es solo un ejercicio de imaginación. Ya se sabe que es la loca de la casa.