Los verdaderos problemas de los españoles

La salud es el primer problema porque condiciona todos los demás. Luego vienen los múltiples desarreglos de todo tipo, empezando por las relaciones con las personas de nuestro círculo íntimo: familiares, parientes, amigos, vecinos, colegas, conocidos, jefes y subordinados. Aquí es todavía más peliagudo conseguir el equilibrio deseado


..

AMANDO DE MIGUEL

Los problemas que más inquietan a los españoles no son los que se dice: el paro, la desigualdad, la corrupción política, las pensiones, etc. Todo eso preocupa grandemente, claro está, pero son solo las cuestiones que la gente espera que las arregle el Estado. Que es algo así como el cuento de la buena pipa, es decir, el de nunca acabar. Los verdaderos problemas son los que tenemos que resolver nosotros mismos, es decir, los contribuyentes que llamamos ciudadanos. Y eso sin esperar grandes ayudas de los organismos públicos.

El primero es la salud. Se han generalizado las etiquetas de «centros de salud», «profesionales de la salud» o «consejerías de salud». Es un error. Se trata más bien de centros, profesionales o consejeros de sanidad. La sanidad es la organización que nos ayuda desde fuera a mantener nuestra salud, la de cada uno. La salud es un asunto personal que se propone mantener un equilibrio aceptable entre las distintas funciones corporales. Por muchas ayudas que recibamos, siempre desearemos tener mejor salud de la que disponemos. Nadie se queja de un exceso de salud. Nadie tiene la mente tan quebrantada como para comerse las brasas.

La salud es el primer problema porque condiciona todos los demás. Luego vienen los múltiples desarreglos de todo tipo, empezando por las relaciones con las personas de nuestro círculo íntimo: familiares, parientes, amigos, vecinos, colegas, conocidos, jefes y subordinados. Aquí es todavía más peliagudo conseguir el equilibrio deseado. Desde luego, es imposible que el Estado nos pueda ayudar en una empresa tan ardua. Además, en nuestro tiempo la red de relaciones es una maraña, por lo densa y compleja que resulta. Hay profesionales que pueden ayudar en los casos más conflictivos, pero, por lo general, uno tiene que resolver esta cuestión como Dios le da a entender. Algunas personas más cercanas pueden echar una mano, pero tampoco es un talismán. Resulta que la convivencia íntima con la pareja, los padres o los hijos también puede ser harto problemática. Es más, los odios y resentimientos, que suelen ser tan poco llevaderos, cuando se desatan en el círculo íntimo pueden convertirse en un infierno. Sartre dijo que el infierno son los otros; no, son los otros cercanos cuando el afecto se convierte en su contrario.

Resueltos mal que bien los problemas de relación dentro del círculo íntimo, queda en el aire el empeño de ser uno mismo. También aquí se han inventado mil ardides para salir adelante: una casa cómoda, vacaciones exóticas, actividades placenteras, aficiones diversas. Todo eso puede ser la solución a los problemas de soledad, de frustraciones sin cuento. Pero, a su vez, a veces son la fuente de nuevas dificultades. Recuérdese el hecho estadístico: los suicidios y los divorcios se producen con más frecuencia durante las vacaciones.

No cabe duda de que la sociedad actual, si la comparamos con épocas anteriores, proporciona más comodidades, mejor sanidad, más facilidades para el desarrollo personal. Pero al tiempo han crecido las ansias de felicidad, de éxito, de satisfacción vital. Por tanto, aumentan las insatisfacciones, los quebrantos morales. Puede que la esencia del vivir humano se encuentre en la perpetua disonancia entre los deseos y la realidad, las aspiraciones y lo conseguido.

Así pues, el paro, la corrupción política, los apuros económicos, todo eso son macanas. Son una forma de ocultar lo que verdaderamente nos preocupa.