La Participación Ciudadana y el Comité Vecinal

La partitocracia genera sectarismo, opacidad e ineficacia, y la participación es la única forma de insuflar apertura y equidad, transparencia y eficiencia al gobierno local y a la convivencia


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ALFONSO RUBÍ

El Comité Vecinal ha pedido al alcalde su disolución, porque la participación ciudadana en Almería está prácticamente muerta. Lo cual creo que es un problema importante, ya que la implicación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones y en todos los aspectos del gobierno local, es un instrumento imprescindible para la regeneración cada vez más necesaria de nuestro sistema democrático.

Las ciudades deben ser lo que sus ciudadanos quieran. Es necesario por lo tanto habilitar cauces para que esa voluntad pueda manifestarse de una forma ordenada y fructífera. No se trata de implantar métodos asamblearios y populistas que conducen al empobrecimiento de la sociedad y a una nueva forma de engañar y manipular a la población civil, sino de medios y procedimientos que enriquezcan la convivencia y reconduzcan a los gobernantes al camino del servicio a los intereses generales, del que nunca deberían haber salido.

Nuestro alcalde me ha llamado un par de veces en público «activista de la participación», y lo soy, porque estoy convencido de lo que digo. Los métodos con los que se nos gobierna son propios de la partitocracia, entendiendo el poder como capacidad de mandar y no como capacidad de servir, que es lo que significan respectivamente el sustantivo poder y el verbo poder según la distinción de mi amigo Fausto Romero sobre la que merece la pena meditar.

La partitocracia genera sectarismo, opacidad e ineficacia, y la participación es la única forma de insuflar apertura y equidad, transparencia y eficiencia al gobierno local y a la convivencia. Esta evidencia ha sido puesta de manifiesto por todas las doctrinas modernas sobre la gobernanza, que han inspirado directivas de la Unión Europea en los últimos treinta años y una serie de leyes y normas de ámbito estatal y autonómico. Que no se cumplen.

En Almería este incumplimiento es especialmente sistemático y grave. Ni nuestro equipo de gobierno municipal (que está en minoría) ni la oposición (que sería mayoritaria si fueran capaces de ponerse de acuerdo sobre las grandes cuestiones de esta ciudad), ni unos ni otros entienden lo que debe ser y como se debe implementar la participación ciudadana.

En la ley de grandes ciudades del año 2003, en el Reglamento municipal aprobado en 2012 y en la reciente ley autonómica se recogen principios y se establecen medios que en Almería seguimos ignorando, o al menos cumpliendo solo aparentemente, sin ninguna convicción de que haya que hacer las cosas de la forma que esas normas exigen. Y cuando la UE reclama que existan cauces participativos para acceder a sus fondos, tenemos que engañarla.

Nuestro municipio ya tuvo Reglamentos de Participación aprobados en 1992/93 y 1996 que, como tantas otras cosas en esta ciudad, se guardaron en el fondo de un cajón sin que nunca se aplicaran. En 2005 el Foro empezó a exigir el cumplimiento de la ley de 2003 y con un esfuerzo descomunal redactó una propuesta de actualización de esos Reglamentos, que fue definitivamente aprobado siete años después y guardado en el mismo cajón que los anteriores, si bien ahora en superficie para irlo aplicando de forma tímida y pobre.

Como fruto del mismo esfuerzo conseguimos que se hiciera un experimento de presupuesto participativo que, aunque fue un éxito rotundo (además de una paliza para los que lo dirigimos) no tuvo continuidad. También conseguimos que se constituyera un Comité Vecinal que es el que ahora hemos pedido que se disuelva, porque después de nueve años de vida no ha sido convocado ni una sola vez, ni ha conseguido ninguno de sus fines. En vista de lo cual hemos decidido reconducir nuestro camino y nuestra actividad.

Creemos que esta noticia de la disolución del Comité no ha tenido la difusión ni el relieve que merece por su importancia, por un lado por el control informativo al que están sujetos nuestros medios de comunicación, pero también por el desinterés general sobre estos temas. Una gran mayoría de almerienses no sabe lo que es participar ni está dispuesta a hacerlo, aunque sí están de acuerdo con la necesidad de que cambien las cosas.

Esta actitud de inhibición es una tragedia, porque aleja las soluciones. Tanto el partido que gobierna como los de la oposición deberían verlo como un problema a resolver y un obstáculo para nuestro desarrollo, pero la verdad es que todos miran a la participación con una mezcla de recelo, temor y desprecio, que les conduce a ningunearla y a intentar manipularla, lo contrario de lo que deberían hacer: respetarla, promoverla, organizarla y seguirla.