Juego de reinas

En este país, que ha olvidado que al rey anterior lo puso Franco, se defiende a la familia real con uñas y dientes, y se echa la culpa de todo lo que pasa en palacio a los consortes sin sangre o a los asesores que andan por allí


..

MARIO SANZ CRUZ

Entre todas las cosas que dieron que hablar la semana pasada, a semana pasada, destacó la movida de la familia real, con los regates que le hizo la reina actual a su emérita suegra. Un buen juego de cintura para evitar que chupase cámara con sus nietas. Lo que en una familia normal es completamente normal, en una familia real se convierte en un real espectáculo.

A mí, que soy republicano, o mejor dicho, antimonarquías, antinoblezas y anti todo lo que huela a privilegios anacrónicos, que Leticia discuta con su suegra me da lo mismo, ni siquiera me caen bien ninguna de las dos, pero no puedo dejar de alucinar con los comentarios que escucho, poniéndola a caer de un burro porque no es de sangre real, porque es divorciada y por otras muchas razones fundadas o infundadas que circulan por los medios de comunicación y las redes sociales. No creo que ninguna persona merezca eso, aunque represente a una institución que no es de mi agrado, solo por no ser descendiente de trasnochados monarcas.

En este país, que ha olvidado que al rey anterior lo puso Franco, se defiende a la familia real con uñas y dientes, y se echa la culpa de todo lo que pasa en palacio a los consortes sin sangre o a los asesores que andan por allí. Obviamente, Marichalar no es un chollo como yerno, pero también es obvio que la infanta no es para tirar cohetes, y si ella, o quien sea de la Casa Real, lo eligió entre los posibles candidatos, también tendrá alguna responsabilidad, al menos la de tener mal ojo buscando marido.

Urdangarín es un pieza de mucho cuidado, y a él le echan la culpa de todas las movidas ilegales en las que se ha involucrado junto a su pareja; pero todas las instituciones del Estado se esfuerzan mucho para evitar que su real esposa sea condenada por ninguno de los delitos que se cocieron a su alrededor, en su propia cocina, y de los que, una vez cocidos, comió como el que más. Por mucho que jueces y fiscales se empeñen en negarlo, es imposible que alguien normal permaneciese ajeno a lo que pasaba alrededor, no preguntase de dónde salía el dinero para sus lujos y no viese lo que todo el mundo veía. No sé si habría sido mejor para ella reconocer los delitos, porque ese tipo de defensa hace que muchos sospechemos que ha habido trato de favor, y para los que no lo sospechan queda como si tuviese una inteligencia muy alejada de la media, por abajo, y eso que parecía la hermana lista.

Respecto al rey emérito, el que montaba los escándalos era él, pero tenía que apechugar con ellos y pedir perdón a su manera, porque la reina emérita también era de sangre real y no era cuestión de echarle las culpas a ella.

No seré yo el que defienda a una reina, por muy del pueblo que sea, pero considero injusto tratarla de manera diferente por haber nacido plebeya, según la injusta, anacrónica y ridícula clasificación de las personas que hacen los monárquicos. Lo que tenemos que hacer es tratar a todo el mundo por igual. Al que sea bueno que se le reconozca, al que sea malo que se le castigue, sin distingos ni privilegios.

Hablando de distingos y privilegios, podríamos empezar por quitar instituciones obsoletas llenas de privilegios, como la monarquía, y votar a un presidente o presidenta de república, renovable cada pocos años. Así no sería fácil que pasase algo como lo que está siendo tan comentado estos días. Si ella, él o su pareja discutiesen con sus suegros, seguramente lo harían en la intimidad, como hacemos nosotros con los cuñados en Navidad; porque los progenitores de los presidentes de república no pintan nada en los actos institucionales, viven en sus propias casas, no tenemos que mantenerlos los ciudadanos y no suelen ser objetivo de las cámaras.

En el fondo, lo que yo quería decir es que hay que ser justos a la hora de tratar a todo el mundo, pero, si no se aguantan ni entre ellos, no veo por qué tenemos que aguantarlos nosotros.