La larga y bella historia de España (3)

En esta última parte del artículo se da cuenta del significado que tuvieron para España la Revolución francesa y Napoleón Bonaparte, así como de lo sucedido desde entonces hasta nuestros días. Una mención merece el escritor canario Benito Pérez Galdós, el mejor conocedor del alma del pueblo español, cuya obra: ‘Episodios Nacionales’ narra con maestría los episodios más relevantes del turbulento siglo XIX


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ADOLFO PÉREZ

En esta última parte del artículo se da cuenta del significado que tuvieron para España la Revolución francesa y Napoleón Bonaparte, así como de lo sucedido desde entonces hasta nuestros días. Una mención merece el escritor canario Benito Pérez Galdós, el mejor conocedor del alma del pueblo español, cuya obra: ‘Episodios Nacionales’ narra con maestría los episodios más relevantes del turbulento siglo XIX.

Del bondadoso Carlos IV (1788-1808) se esperaba un reinado venturoso por su edad (43 años) y la formación recibida, y así pareció al principio, pero su simpleza, ingenuidad y nulo interés por la política frustraron las esperanzas. El gobierno lo puso en manos de su gran favorito, Manuel Godoy, que se convirtió en árbitro de los destinos nacionales. Coincide este reinado con la Revolución francesa. El gobierno de España hizo cuanto pudo para evitar su influencia en nuestro país, pero no pudo impedir los gérmenes revolucionarios que dejaron en suelo hispano los ejércitos napoleónicos, que tanto influyeron en buena parte del siglo XIX español.

Los sucesos de Francia dañaron la alianza que durante el siglo XVIII mantenían ambas naciones por los lazos familiares de los Borbones. En la guerra que Napoleón declaró a Inglaterra exigió el apoyo de España, de forma que la política española se ligó a la francesa en grado de servidumbre. La leal ayuda de nuestra escuadra se saldó con el desastre de Trafalgar (1805), que hundió para siempre nuestro poderío naval. Al no haberse sumado Portugal al bloqueo continental contra Inglaterra, Napoleón resolvió invadir la nación lusa coaligado con las tropas españolas, lo que supuso que llegara a España un gran ejército francés.

Es el tiempo en que el pueblo español escribió una de las páginas más bellas de su historia. La presencia de las tropas francesas en suelo hispano causó un vivo desasosiego entre los españoles. Esta situación dio lugar a que el príncipe de Asturias, Fernando, liderara el motín de Aranjuez contra Godoy. El motín concluyó con el odiado Godoy en prisión y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando en marzo de 1808, que retuvo la corona hasta el 6 de mayo siguiente en que, obligado por Napoleón, devolvió la corona a su padre, quien a su vez la cedió con todos los derechos al emperador, que designó como rey de España a su hermano José Bonaparte (1808 - 1813). El emperador tenía retenidos en Bayona a los reyes españoles y allí mandó llevar a los infantes y a la reina de Etruria. Cuando el 2 de mayo de 1808 el pueblo madrileño los vio salir del palacio real se levantaron contra las tropas francesas y contra el gobierno, dando así inicio a la Guerra de la Independencia, una catástrofe nacional, que tras heroicos episodios acabó en 1814 con la llegada a Burdeos de las tropas españolas, inglesas y portuguesas. Fue la primera y humillante derrota de Napoleón. Esta guerra fue el origen de una clase militar española deseosa de intervenir en la gobernación del país, como así sucedió.

Fernando VII (1808 - 1833). El rey felón. Durante su reclusión en Valençay se mostró sumiso y humillado con Napoleón hasta conseguir que le devolviera la corona en 1813. Fue el tiempo en que las Cortes Generales promulgaron en Cádiz la Constitución de 1812. Mientras, Fernando VII era el símbolo nacional con el apelativo de El Deseado. Sin embargo, cuando en 1814 llegó a España se apresuró a abolir la Constitución y restaurar la monarquía absoluta, que contó con la aprobación del pueblo, un pueblo que desconocía lo que era una constitución, que si bien era adecuada para ciudadanos preparados no lo era para la realidad de los españoles (94% de analfabetos en 1803), pues para ellos lo natural era que el rey mandara y los demás obedecieran. Debido a una conjura, en 1820 el rey fingió aceptar la Constitución hasta que en 1823, con la ayuda de Francia, repuso el absolutismo que duró hasta su muerte en 1833.

Fernando VII, en su deseo de que reinara su hija Isabel, promulgó la Pragmática Sanción, que restablecía el derecho de la mujer a la sucesión en el trono. Tal decisión no fue aceptada por el hermano del rey, Carlos María Isidro, que se consideraba legítimo heredero de la corona. El resultado fue el estallido de la lucha armada entre las dos Españas, que produjo a lo largo del siglo XIX guerras civiles (guerras carlistas), golpes de Estado, pronunciamientos militares, dictaduras, otro rey extranjero, república fallida, etc. Una buena Constitución, la de Cádiz de 1812, nunca se aplicó, y vinieron otras. El Estado español era un barco a la deriva.

Mención merecen los ‘afrancesados’. Fueron los españoles ilustrados, unos 12.000, que por una u otra razón abrazaron la bandera del rey José Bonaparte. Con el pueblo no hubo sombra de vacilación, se mantuvo unido y fiel a la monarquía española. El pueblo estimó que era una suprema deshonra someterse al capricho de un déspota extranjero, sin honor y sin moral.

En estos dos últimos reinados brilló el genial pintor Francisco de Goya (1746-1828), autor de lienzos tan impresionantes como el de ‘Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808’. Este lienzo es la más genial aportación de la pintura española a la europea del siglo XIX. Por cierto, Fernando VII fue el fundador del Museo del Prado. En el tiempo de Goya brilló el genio de la música alemana, Ludwig van Beethoven (1770-1827), autor de famosas piezas musicales, entre ellas el ‘Himno de la Alegría’. Dándose la curiosa circunstancia de que ambos padecieron una profunda sordera.

A Fernando VII le sucedió su hija Isabel II (1833-1868), que ocupó el trono bajo la regencia de su madre, María Cristina, y después por el general Espartero, hasta 1843. Durante su reinado se sucedieron numerosos gobiernos. Destronada por una revolución huyó a Francia y se hizo cargo del Gobierno Francisco Serrano. Entonces las Cortes eligieron rey al italiano Amadeo de Saboya (1871-1873); elección patrocinada por el general Prim, asesinado el día en que llegó don Amadeo. Pasados dos años el rey abdicó por falta de apoyo y se marchó.

El mismo día en que el rey abdicó (11.02.1873) la Asamblea Nacional proclamó la primera república, que duró once meses y tuvo cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar; según dice una cita: ‘En once meses que duró ni un solo día España respiró tranquila’. Cuando la Asamblea Nacional iba a nombrar un sucesor el general Pavía la disolvió y se constituyó el Gobierno del Poder Ejecutivo, siendo jefe del Estado por un año (1874) Francisco Serrano, duque de la Torre. El pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos puso en el trono al rey Alfonso XII, el Pacificador (1874-1885), hijo de la reina Isabel II. Le sucedió su hijo póstumo Alfonso XIII (1886 - 1931), cuya minoría de edad fue regentada por su madre, María Cristina (1885-1902).

La gran unidad moral del imperio español durante los siglos XVI y XVII se quiebra en el siglo XVIII cuando penetraron en América elementos disolventes que acabaron con la gran unidad moral, base de la Hispanidad. El resultado fue tan demoledor que entre los años 1810 y 1825 se independizó de España toda Hispanoamérica, pues Fernando VII fue incapaz de frenar el proceso de emancipación de las colonias americanas Hasta llegar al 10.12.1898, día en que se liquidó el resto de nuestro gran imperio colonial: Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico y otros pequeños enclaves; un final que produjo en España un profundo abatimiento.

El siglo XX, que en gran parte muchos hemos vivido, nos muestra en su primera mitad una España decadente. La España del reinado de Alfonso XIII (1886 - 1931), con sus continuos cambios de gobierno, la guerra de Marruecos y la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923 - 1930). El destronamiento de Alfonso XIII dio paso a la instauración de la segunda república (1931 - 1936) con sus dos presidentes: Niceto Alcalá Zamora (1931-1936) y Manuel Azaña Díaz (1936). Debido al desorden político y social, el 18 de julio de 1936 se produjo el levantamiento de parte del ejército que dio lugar a los tres años de guerra civil, a la desaparición de la república y a que se instaurara el régimen dictatorial del general Francisco Franco Bahamonde (1936-1975), represor de las libertades públicas aunque en su transcurso se resolvieron importantes problemas sociales y económicos.

La muerte del general Franco el 20 de noviembre de 1975 supuso la restauración de la monarquía con el rey Juan Carlos I (1975-2014), que promovió con éxito la transición política de un régimen dictatorial a una democracia parlamentaria con una monarquía constitucional, cuya dirección política corrió a cargo del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez González, junto con el consenso y la ayuda de la clase política y el respaldo del pueblo español, que aprobó mayoritariamente la Constitución de 1978. Desde entonces España disfruta de estabilidad política y prosperidad económica, ahora con el rey Felipe VI.

Después del somero recorrido efectuado por la historia de España en las tres partes de este artículo, creo que no exagero cuando digo que nuestra historia es larga, bella y apasionante.