Puigdemont

Y aquí todos andamos perdiendo el culo, e incluso las témporas, hasta que el deseado tome al fin una decisión. Hasta el Tribunal Constitucional, que tardó cuatro largos años en decidir si el flagrante Estatuto de Autonomía Catalán era o no ilegal, es capaz de no santificar las fiestas y reunirse un sábado para, en tres o cuatro horas escenificar que el derecho será un arte, pero dista mucho de ser una ciencia


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

«Cuando el dedo señala la luna, el tonto mira a Puigdemont». Este antiguo proverbio persa sigue siendo de aplicación, al igual que ese otro que igualmente reza: «No llores porque no viene Puigdemont, porque las lágrimas no te dejarán ver las estrellas».

En Bélgica, el país donde la gente se alimenta de mejillones y patatas fritas, reside el Molt Honorable President 'in péctore' de la Generalitat, sin que el cónclave reunido al efecto en Barcelona se atreva a proclamar la fumata blanca tan esperada.

Y aquí todos andamos perdiendo el culo, e incluso las témporas, hasta que el deseado tome al fin una decisión. Hasta el Tribunal Constitucional, que tardó cuatro largos años en decidir si el flagrante Estatuto de Autonomía Catalán era o no ilegal, es capaz de no santificar las fiestas y reunirse un sábado para, en tres o cuatro horas escenificar que el derecho será un arte, pero dista mucho de ser una ciencia.

Algunos impacientes camaradas propugnan su sacrificio en aras de la causa del independentismo. Pero no parece la 'yihad' haya prendido, al menos por el momento, en su exaltado corazón. En realidad pocos de los partidarios de esta causa parecen dispuestos a la inmolación o al sacrificio propios. Ni siquiera en efigie.

Nada de esto, empezando por el propio personaje, tiene aparentemente grandeza histórica, es más bien un vodevil de enredos y mentiras del que nadie va a salir indemne.

El ministro del Interior expone detalladamente en la radio sus planes para tratar de que Puigdemont no entre en el Palau en el maletero de un coche, disfrazado de trapero o de rufián, ni a través de las rigurosamente vigiladas alcantarillas de la Generalitat. Al fin y al cabo el Molt Honorable es un presunto delincuente. Pero como no ha sido juzgado puede alcanzar la investidura purpúrea, lo que, al parecer, no conviene a los intereses del Estado, ya que ello no se qué problemas plantea para que acto seguido y una vez bebido el festivo cava, fuera directamente a las frías mazmorras do padecen sus compañeros de fatigas.

Otra alternativa sería para Puigdemont, dado que no ofrece de buen grado su pecho a los sayones españoles, solicitar asilo diplomático en la embajada de Venezuela en Bruselas, dado que en la embajada de Ecuador en Londres hay problemas de espacio. Se lo darían gustoso. Aunque probablemente sería menos confortable que la suite que el señor Gaspart gentilmente le ha ofrecido en precario. Es más política esa ubicación para una larga y brillante carrera en el exilio.

Al barón Giuseppe di Stéphano noble siciliano, por un crimen cometido por él pero que asumió su capataz, la mafia le condenó a vivir en un lujoso hotel de Palermo, sin poder salir a la calle, durante los veinte años que la justicia oficial asignó al sufrido capataz, destino que aceptó con resignación, ocupando varias suites del hotel, donde recibía a amigos e invitados y ajeno a la realidad y al paso del tiempo.