Como Pedro por tu casa

Por desgracia, la felicidad de los decentes políticos españoles nunca es completa. Siempre queda algún resquicio, algún hueco, por donde los miembros más abyectos de la sociedad civil renuncian a su derecho a ser atracados, los muy ladinos. Retorciendo la ley hasta extremos indeseables, exigen que desde el poder se respeten sus propiedades, incluso pretendiendo disfrutar de las viviendas que estén pagando ellos mismos o que les hayan dejado en herencia sus familiares después de adquirirlas con el esfuerzo de toda una vida


Manifestación en Almería contra el Impuesto de Sucesiones y Donaciones.

RAMIRO TÉLLEZ

El pasado fin de semana, Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE derrotando a la sultana andaluza, Susana Díaz. Ésta, como recordarán, llevaba entre sus propuestas la armonización al alza del Impuesto de Sucesiones y Donaciones en toda España, porque nadie duda de la injusticia de que un madrileño o un canario dejen de sentir el placer de pagar como lo hace un andaluz o un asturiano. Canarios y madrileños son ahora españoles de segunda, sufridores de una competencia fiscal entre administraciones que preocupa hondamente a la dirigente de la región más próspera de Europa. Pero no se preocupen, que Pedro Sánchez no va a abandonar el noble empeño de su abatida adversaria. Antes al contrario, el PSOE nunca ha dejado que una buena idea caiga en saco roto. Ganara quien ganara, ningún contribuyente se quedará con la congoja de dejar de pagar más impuestos si llega al poder, anhelo que dicho partido siempre colma con creces.

Tampoco deben temer al partido que hoy gobierna la nación. Sabedor el PP de que nada como un buen sablazo fiscal para elevar la moral, sobretodo en el trance por la muerte de un familiar, se ha arrepentido de su insolidaria promesa de bajar los impuestos y, henchido de buena intención, ha mantenido o subido los ya existentes y creado otros nuevos. ¡Que nadie pueda acusarlos de no proteger al pueblo! Además, para evidenciar la sinceridad de su acto de contrición y el deseo de expiar sus pecados, se ha impuesto como penitencia convertir a España en paraíso okupa por acción u omisión.

Por desgracia, la felicidad de los decentes políticos españoles nunca es completa. Siempre queda algún resquicio, algún hueco, por donde los miembros más abyectos de la sociedad civil renuncian a su derecho a ser atracados, los muy ladinos. Retorciendo la ley hasta extremos indeseables, exigen que desde el poder se respeten sus propiedades, incluso pretendiendo disfrutar de las viviendas que estén pagando ellos mismos o que les hayan dejado en herencia sus familiares después de adquirirlas con el esfuerzo de toda una vida.

Llegados a este punto, les voy a confesar algo: soy uno de esos energúmenos que no ansía entregar sus propiedades a Mariano, Pedro, Albert o Pablo Manuel, una bestia despreciable que no merece vivir. ¡Qué se le va a hacer! Y como “Dios los cría y ellos se juntan”, según reza el adagio, me he unido a otros renegados que, cual banda de herejes, predicamos la doctrina de que el político no debe meter su mano en nuestros bolsillos ni en la de nuestros familiares, aunque ello implique que la amargura más atroz se apodere del ánimo de nuestros compatriotas.

Nuestra vileza no conoce límites y, como no queremos que Pedro se pasee por su casa de Ud como si fuese suya de él, necesitamos unirnos a más infieles para lograr tan miserable meta. Sin duda por desconocimiento de nuestras pérfidas intenciones, nos han concedido permiso para manifestarnos el próximo tres de junio en Almería. No sabemos si la próxima ocasión tendremos tanta suerte y por eso lo animo a que, si también siente una inexplicable inclinación a evitar el pillaje de las propiedades de su familia a la hora de la muerte de un ser querido, se una a nosotros ese día. Sea valiente y exprese su mezquina rebeldía. Porque, por si todavía no se ha dado cuenta, los verdaderossalteadores de caminos son ellos, y el 3J se lo vamos a gritar en la calle.