Nacho Vidal, pacifista

JOSÉ MARÍA BELLIDO

19·09·2015

En 1932, Albert Einstein mandó una carta a diferentes personalidades mundiales preguntándoles Warum Krieg?, ‘¿Por qué la guerra?’ La respuesta de Freud, lejos de la absoluta ingenuidad de abuelito que reducía el mundo a esfínteres y pililillas, está llena de observaciones más o menos agudas, pero propone también, como no podía esperarse de otra forma ni en él ni en Lisístrata, el recurso al Eros. Gonzalo Torrente-Ballester, al final de su Crónica del Rey pasmado, donde llama a apagar con esperma las hogueras inquisitoriales, y Camilo José Cela, en San Camilo 1936, donde se presenta como más razonable masturbarse analmente con los fusiles que usarlos como dispone la instrucción militar, defienden las mismas conclusiones, el segundo, además, con fines propagandísticos de la amnistía franquista.

Pues bien, siguiendo esa misma línea de pensamiento, el pornógrafo y caballero legionario Nacho Vidal protagoniza una campaña publicitaria de un conocido evento erótico-festivo transmutando, como ya habían hecho muchos humoristas, el «Podemos» de César Chávez, Didalco Bolívar, Barack Obama y Pablo Iglesias en «Follemos».
Muchos recriminan a Nacho Vidal que lance alegatos pacifistas siendo caballero legionario, e incluso no dejan de recordar los vínculos de la Legión con el 18 de julio, en una derivación que deja corta la relación Podemos-ETA-Venezuela que, como sabemos, es demagógica. Vamos. Muy demagógica.

El caso es que la Legión hace bastante que no entra en combate, sino que se limita a acciones de paz como la Cosecha Esencial para desarmar a la guerrilla albanesa en Macedonia. Sin embargo, si negamos a los caballeros legionarios el derecho a ser pacifistas, tendríamos que hacer también un buen despeje entre los Premios Nobel de la Paz, como, por ejemplo, Theodore Roosvelt, el de «habla bajo y lleva un buen garrote», desfacedor del entuerto Perdicaris con una grandísima mentira para la prensa —fingió mandar a la marina para rescatar a un ciudadano americano porque EEUU no paga rescates: Perdicaris no era americano sino griego, y la armada no fue enviada contra el montaraz secuestrador sino contra Marruecos para obligar al sultán a que pagara el rescate, que sirvió, más tarde, para que se produjeran nuevos secuestros—; Elihu Root, que se preocupó de la ampliación y perfeccionamiento de West Point y otros centros de formación militar —si vis pacem, para bellum—; el General Marshall; y, pasando ya a la galería de la vergüenza, el infame Woodrow Wilson, uno de los mayores artífices, con su irresponsabilidad al hacer aflorar los nacionalismos y formar microestados sin capacidad para defenderse, de la II Guerra Mundial; Jimmy Carter, el financiador de los integristas musulmanes en Afganistán; Henry Kissinger y su enemigo en Vietnam; Sadat y su enemigo Begin; y una larga hilera de ex terroristas reconvertidos en pacifistas: Seán MacBride y Betty Williams, del IRA, Nelson Mandela, del uMkhonto weSizwe —la página South African History Online, SAHO, escribe maliciosamente Umkhonto we Siswe en el artículo sobre la matanza de Amanzimtoti para que falle el hipervínculo al artículo sobre esta organización y cueste saber quién fue el que la llevó por el camino de la lucha violenta; Mandela también recibió el Premio Lenin de la Paz, al igual que MacBride, y el primer Premio Internacional Qaddafi de Derechos Humanos, que ya no se concede, no sabemos por qué—; y Yasir Arafat, de la OLP.

También tenemos al sospechosamente superviviente Pérez Esquivel, mediador con ETA; al absolutista Tenzin Gyatso, más conocido como “Dalai Lama”; al racista Willem de Klerk; a Rigoberta Menchú, cuyo mayor mérito es haber escrito unas memorias en las que miente desvergonzadamente, algo que ha reconocido con aún menor vergüenza —no quemaron a su hermano en una plaza pública, dice, pero podrían haber quemado al hermano de alguien—; a la Bienaventurada Madre Teresa de Calcuta, que no se sabe muy bien en qué colchón metió el dinero robado a los haitianos por los Duvalier y a los estadounidenses por Charles Keating, ya que, después de habérselo cedido a ella, tenemos más cuentos que cuentas; o al turbio Muhammad Yunus, cuya banca social y negocios sociales han sido investigados varias veces y no se diferencian demasiado en sus exigencias de los puramente capitalistas, salvo en su consideración externa.

De manera que no, no me parece suficiente para quitarle a alguien la credencial de pacifista el haber sido caballero legionario, si no se le quita a quien ha militado en el IRA. Mayor argumento sobre la hipocresía del pornógrafo me parece su relación con la mafia china, puesta al descubierto por la Operación Emperador, sus incursiones y conspiraciones para violar las leyes de la República de Cuba, y su visión general del mundo, que justifica la dominación e imposición de la fuerza a las mujeres, al considerar su trabajo un «irse de putas», con todo lo que sabemos que puede comportar ser puta —especialmente en países donde reina la escasez, como la isla de Cuba—. Algo que no sabía el Doctor López Ibor, que escribía cosas tan infames como esta en aquel Libro gordo de Petete para los pobres españolitos de entonces, El libro de la vida sexual: «Tampoco la trata de blancas o explotación de menores, tan cara a la literatura melodramática y a los espíritus impresionables, tiene existencia en España. Además, si algunas muchachas se han visto apresadas en las redes de este comercio que, ciertamente, funciona en algunos países orientales, se trata siempre de jóvenes ya predispuestas a ello y que no vacilan en aceptar el empleo que se les ofrece —bailarinas, coristas, camareras— aun con plena conciencia de lo sospechoso y arriesgado del asunto. Las ulteriores protestas y denuncias a la policía son más bien producidas por el hecho de que las ganancias no son tan substanciosas como se esperaba, y no porque la realidad del empleo se les ofrezca como algo imprevisto e inaceptable. Nadie puede afirmar en serio que a una muchacha que desee ganar su vida honestamente se le ocurrirá aceptar, por mediación de un individuo acerca del cual no existe ninguna garantía razonable, un empleo para ir a actuar de bailarina —la mayoría de las veces sin tener idea del baile— en un café cantante de Estambul, pongamos por caso». Mucho nos tememos que este nuevo educador sexual sea tan peligroso como aquel, y sus enseñanzas igualmente perniciosas y dañinas para esta generación que, si bien cuenta con más datos, no dispone de más inteligencia que sus padres o abuelos.