Playa, sol y sensores: Roquetas de Mar nos guía hasta la celda de aparcamiento


Operario en las tareas previas de implantación de sensores

ALMERÍA HOY / 11·10·2025

El futuro ya está aquí, y es digital, inteligente y, sobre todo, omnipresente. La última perla en este collar de modernidad y vigilancia nos llega desde Roquetas de Mar, que con el pomposo respaldo de los fondos europeos NextGenerationEU, se lanza a la conquista de la "Gestión inteligente de los aparcamientos de playas". El objetivo, según la concejal de Turismo y Playas, Amalia López, es la noble meta de mejorar la movilidad, reducir el tráfico y, claro está, contribuir a un planeta más verde y a una imagen turística "moderna, accesible y digital".

La tecnología que se despliega es digna de una novela de ciencia ficción suave. Sensores magnéticos incrustados en el asfalto, con una precisión superior al 98%, espiarán si hemos osado ocupar una plaza. A esto se suman cámaras con visión artificial que, no contentas con contarnos, nos vigilarán las entradas y salidas. Todo esto, por supuesto, integrado en una plataforma en la nube, la flamante "Smart Parking", que enviará datos en tiempo real. Y para que no nos sintamos desamparados, una app y paneles luminosos nos guiarán, como un GPS celestial, hasta la plaza vacía. ¿Quién necesita la alegría inesperada de encontrar un hueco cuando una máquina puede optimizar cada movimiento de nuestra vida?

EL CONTROL INVISIBLE

El ayuntamiento subraya que la medida reducirá las emisiones y mejorará la calidad del espacio público. Pero a medida que se multiplican los sensores y las cámaras en la costa, uno no puede evitar la reflexión: ¿dónde está el límite entre la eficiencia y la hipervigilancia?

Para Roquetas, el control inteligente de aparcamientos será la joya de la corona en su "estrategia de movilidad inteligente". Sin embargo, esta estrategia ya la venimos sintiendo todos en nuestro día a día.

Nuestro teléfono móvil, ese apéndice vital, ya sabe dónde comemos, con quién hablamos y qué buscamos a las tres de la mañana. Cada pago que hacemos con tarjeta bancaria deja una huella inborrable de nuestros hábitos de consumo. Las cámaras de tráfico, de seguridad y hasta las de los porteros automáticos con Wi-Fi, nos registran en cada esquina.

Ahora, a ese Gran Hermano digital que nos acompaña se le suma el "pequeño hermano" magnético de la plaza de parking. El coche, que antaño era un símbolo de libertad y escape, se convierte ahora en un nuevo punto de dato. Y si bien la intención es "facilitar el acceso" y "reducir la congestión", el subtexto es que hasta el acto más trivial de nuestra vida pública –aparcar para ir a tomar el sol– debe ser medido, monitoreado y optimizado por un algoritmo.

LA IRONÍA DEL BIENESTAR

La ironía es sutil y brillante. Se nos vende la vigilancia como comodidad, la pérdida de privacidad como una mejora de la calidad de vida. Nos dicen que es por nuestra seguridad, por el medio ambiente y, por supuesto, por la imagen turística.

Los ayuntamientos, financiados con fondos que se vendieron como una oportunidad de "recuperación y transformación", están transformando nuestras ciudades en laboratorios de control digital. Y el ciudadano, en su búsqueda de una plaza libre en temporada alta, asiente y acepta la nueva realidad: una vida sin fricciones, sin misterio y, cada vez más, sin anonimato. Enhorabuena a Roquetas de Mar por su paso hacia la modernidad. El control, antes invisible y difuso, se vuelve tangible y preciso, hasta un 98% preciso. Podemos estar tranquilos: mientras buscamos un hueco en la playa, alguien está registrando fielmente nuestro paso por este mundo. La tranquilidad de estar vigilado. Qué lujo.
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