Homenaje en el Día Mundial de la Arquitectura: La sabiduría bioclimática de la construcción tradicional almeriense


Cortijada de Níjar

ALMERÍA HOY / 05·10·2025

Mañana, lunes 6 de octubre, el mundo celebra el Día Mundial de la Arquitectura. Esta fecha, instaurada por la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) en 1985 y ratificada por la ONU, se conmemora el primer lunes de octubre de cada año. La elección coincide con el Día Mundial del Hábitat, buscando resaltar el papel crucial del urbanismo y el diseño en la calidad de vida de las comunidades.

Mientras muchos expertos debaten sobre las tendencias modernas y contemporáneas, nosotros aprovechamos esta ocasión para rendir un pequeño pero merecido homenaje a la arquitectura tradicional almeriense, una lección magistral de eficiencia y adaptación al medio más árido de Europa.

LA CASA HUMILDE: SIN LUJOS, CON SABIDURÍA

La arquitectura popular de Almería es la manifestación constructiva de la lucha y la adaptación al clima seco y caluroso. Sus edificios, generalmente agrupados en la tipología del cortijo, responden a una máxima innegociable: la funcionalidad por encima de la estética.

Sus características fundamentales giran en torno a la inercia térmica. Los muros son masivos, construidos con materiales locales y modestos: la piedra en mampostería, o la tierra en forma de adobe o tapial. Todos ellos están intensamente encalados de blanco, una estrategia bioclimática que refleja la radiación solar, manteniendo el interior fresco. Los huecos son mínimos y pequeños, diseñados para permitir una ventilación controlada, defendiéndose así del calor exterior.

LA BATALLA POR LA FRESCURA: TECHOS, MUROS Y CORRAL

Un punto diferenciador de gran parte de la vivienda rural de almeriense es la escasa o nula importancia del patio interior centralizado. A diferencia de la casa andaluza occidental, la arquitectura almeriense se defiende con el muro ciego y macizo que aísla del exterior. La vida social y productiva se concentra en el corral exterior o en la era, evitando el lujo del patio ajardinado interior, que sería ineficiente en este clima.

La verdadera innovación se encuentra en la cubierta, donde la escasez de madera obligó a soluciones ingeniosas. La techumbre más tradicional, a menudo referida simplemente como entramado de cañas, se construía sobre las vigas de madera (pocas y finas) con una capa de cañizo o fajina (cañas entrelazadas), que se cubría con una mezcla aislante de barro y cal. Este sistema ligero y económico proporcionaba una primera capa de aislamiento térmico.

Casa adosada tradicional en Turre


Pero es en el Levante almeriense, en municipios como Turre, Mojácar, donde la cubierta plana alcanza su máxima expresión de impermeabilización. Aquí, el techo plano se remata con una capa final de tierra roya o arcilla de color rojizo, una tierra con alto contenido de óxidos de hierro que, al ser compactada y pisada, desarrolla una propiedad impermeabilizante casi total. Este método permitía a la cubierta servir como terraza o zona de secado, demostrando una eficiencia constructiva asombrosa.

INGENIO AUXILIAR: EL HORNO

La funcionalidad del cortijo se completaba con elementos auxiliares vitales. Entre ellos destacan los hornos semiesféricos circulares, construidos a menudo de mampostería y cubiertos con una cúpula de ladrillo o adobe. Estos hornos, que se encuentran de forma doméstica en los cortijos o en versiones comunales (hornos de poya) en los pueblos, eran esenciales para cocer el pan y otros alimentos. Su forma abovedada y sus materiales con alta inercia térmica garantizaban un calor uniforme y una gran eficiencia en el consumo de leña, demostrando que la construcción simple puede ser altamente especializada.

CARESTÍA DEL AGUA PERO ALTO RENDIMIENTO

Si hay un factor que define y moldea la arquitectura almeriense, es la carencia de agua. Esta obsesión por la gota preciosa obligó al hombre a convertirse en ingeniero, tejiendo una red de obras hidráulicas que son tan arquitectura como la propia vivienda.

La captación, la extracción y el almacenamiento se resolvieron con arte. Los aljibes y algibillos son bóvedas de cañón excavadas en la tierra que custodian el tesoro hídrico. Las acequias, a veces delicados cauces que serpentean entre bancales, y las norias de sangre, máquinas de extracción impulsadas por animales, son monumentos a la necesidad. El agua es el alma que está ausente, y por su falta, florece una arquitectura dedicada a su preservación.

Esta sabiduría constructiva, que hoy llamaríamos "sostenible", fue perfectamente documentada por estudiosos como el arquitecto y profesor Gil Albarracín, quien ha dedicado gran parte de su obra a destacar cómo la arquitectura popular almeriense es una síntesis de la tecnología constructiva mediterránea, una lección de cómo subsistir en un "territorio hermoso y difícil" a través de la sencillez. En este Día Mundial, celebramos una herencia que nos recuerda que la mejor arquitectura es a menudo la más humilde, la que mejor entiende y respeta el lugar donde se asienta.
<-- ANUNCIO ORIGINAL-->