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ANTONIO GIL ALBARRACÍN*
El patrimonio cultural requiere del aprecio y cuidado de los ciudadanos y sus instituciones representativas y, en la mayoría de los casos, de actuaciones específicas: adquisición de su propiedad, excavaciones para conocer su pasado y restauraciones que afloren sus valores más destacados y aseguren su futuro. Se trata de lograr que esa fuente de identidad y riqueza que es nuestro patrimonio alcance mayores niveles de visibilidad y, por tanto, de atractivo para su visita.
Frente a desconocedores de su valor que consideran que las inversiones destinadas a la conservación del patrimonio son gastos suntuarios sin retorno. Nada más ajeno a la realidad. Está comprobado que cualquier inversión bien concebida incrementa el interés por el bien restaurado o recuperado y el territorio en general, pues el gasto en recuperación patrimonial, si está bien pensado y ejecutado, es una inversión que retorna multiplicada al territorio, en visitas, restaurantes, cafeterías y hostelería, dinamismo cultural, con ciclos de conferencias, congresos y en definitiva, visibilidad y atractivo de las poblaciones que se han impuesto como objetivo recuperar su patrimonio y promocionarlo como seña de identidad.
La provincia de Almería donde se acumulan una larga serie de disparates contra el patrimonio, que no viene ahora al caso enumerar, muestra también actuaciones positivas como la del Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora respecto a su notable patrimonio cultural, que sería largo de enumerar, centrémonos en esta ocasión en su castillo.
El antiguo palacio de los marqueses ya ha cumplido más de medio milenio de antigüedad, efeméride que fue conmemorada con un ciclo de conferencias en el que tuve el honor de participar.
En el siglo XVI el castillo de Cuevas era el centro logístico del marquesado de los Vélez, que incluía en su cerca perimetral, la torre del Homenaje, junto a la casa fuerte, la tercia para el almacenamiento de los granos y la función de albergar la artillería del marquesado. Hace ya años lo conocí cuando aún era una casa habitada.
La llegada de los Ayuntamientos democráticos y la sensibilidad creciente de muchos de los ediles electos incrementó el interés por salvaguardar el patrimonio de Cuevas del Almanzora.
Siendo Alcalde Antonio Llaguno Rojas, acometió entre 1987 y 1989 la compra de la fortaleza cuevana, con aportación económica de los vecinos, para transformarla en el principal centro cultural del municipio. Se acometió su restauración y la adecuación del entorno, demoliendo el mercado de abastos que ocultaba su fachada. En las salas restauradas del palacio se instaló el Museo Antonio Manuel Campoy, crítico de arte cuevano que donó sus colecciones al municipio que le vio nacer.
Quedó por restaurar entonces la Torre del Homenaje que es la parte más antigua del Castillo, aunque la falta de una excavación pertinente impide afirmar una cronología precisa, en cualquier caso la heráldica presente en puertas y ventanas y en los revoltones historiados de su techo permite acreditar que fue remozada en las primeras décadas del siglo XVI, pues en todos los emblemas heráldicos figura el escudo de Pedro Fajardo, I marqués de los Vélez, flanqueados por los de su segunda esposa, Micaela de la Cueva, y de la tercera, Catalina de Silva; el primer matrimonio, ausente de dicha heráldica, fue con Magdalena Manrique, hermana del poeta Jorge Manrique, pero la unión fue anulada por su esterilidad, desapareciendo cualquier referencia a dicha relación en la heráldica del marquesado.
El interior de dicha torre, que ya ha sido objeto de trabajos de restauración anteriormente, permite contemplar un extraordinario conjunto de pinturas, grafitos e imágenes formando bajo relieves a los que dediqué un amplio estudio inserto en el libro: El Castillo de Cuevas del Almanzora. Cinco siglos de historia e identidad, coordinado por Enrique Fernández Bolea, cronista oficial de Cuevas del Almanzora. La restauración aplicada a aquellas pinturas, excepcionales en las tierras almerienses, ha logrado su estabilidad y asegura su conservación.
Tras confirmar la existencia de incisiones y grafitos en la planta por la que se accedía a la torre mediante puente levadizo se ha programado, durante la alcaldía de Antonio Fernández Liria, la recuperación de dichos grafitos, que hasta finales de 2024 permanecieron totalmente ocultos por una capa de estuco, salvo las catas realizadas para confirmar su existencia.
Esta fase de restauración, que ha sido financiada por fondos de la Unión Europea, está siendo dirigida por Antonio Jesús Márquez Muñoz, concejal de Urbanismo, e Ismael Motos Díaz, arquitecto municipal, siendo realizado por la restauradora conservadora Rocío Pérez-Aguilera Sánchez, persona de amplia experiencia internacional en este tipo de trabajos.
Gracias a este trabajo, el importantísimo grupo de grafitos con el que ya contaba dicha fortaleza, se incrementará con otro novedoso conjunto, como se verá cuando la obra sea concluida y abierta al público, que aumentará, para cualquier persona interesada por la cultura, el enorme atractivo que tiene el patrimonio cuevano para quienes lo conocen o han tenido noticia del mismo.
*Antonio Gil Albarracín es doctor en Historia. Académico correspondiente de las Reales Academias de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada, de Alfonso X el Sabio de Murcia y de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia, ambas de Madrid.
Frente a desconocedores de su valor que consideran que las inversiones destinadas a la conservación del patrimonio son gastos suntuarios sin retorno. Nada más ajeno a la realidad. Está comprobado que cualquier inversión bien concebida incrementa el interés por el bien restaurado o recuperado y el territorio en general, pues el gasto en recuperación patrimonial, si está bien pensado y ejecutado, es una inversión que retorna multiplicada al territorio, en visitas, restaurantes, cafeterías y hostelería, dinamismo cultural, con ciclos de conferencias, congresos y en definitiva, visibilidad y atractivo de las poblaciones que se han impuesto como objetivo recuperar su patrimonio y promocionarlo como seña de identidad.
La provincia de Almería donde se acumulan una larga serie de disparates contra el patrimonio, que no viene ahora al caso enumerar, muestra también actuaciones positivas como la del Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora respecto a su notable patrimonio cultural, que sería largo de enumerar, centrémonos en esta ocasión en su castillo.
El antiguo palacio de los marqueses ya ha cumplido más de medio milenio de antigüedad, efeméride que fue conmemorada con un ciclo de conferencias en el que tuve el honor de participar.
En el siglo XVI el castillo de Cuevas era el centro logístico del marquesado de los Vélez, que incluía en su cerca perimetral, la torre del Homenaje, junto a la casa fuerte, la tercia para el almacenamiento de los granos y la función de albergar la artillería del marquesado. Hace ya años lo conocí cuando aún era una casa habitada.
La llegada de los Ayuntamientos democráticos y la sensibilidad creciente de muchos de los ediles electos incrementó el interés por salvaguardar el patrimonio de Cuevas del Almanzora.
Siendo Alcalde Antonio Llaguno Rojas, acometió entre 1987 y 1989 la compra de la fortaleza cuevana, con aportación económica de los vecinos, para transformarla en el principal centro cultural del municipio. Se acometió su restauración y la adecuación del entorno, demoliendo el mercado de abastos que ocultaba su fachada. En las salas restauradas del palacio se instaló el Museo Antonio Manuel Campoy, crítico de arte cuevano que donó sus colecciones al municipio que le vio nacer.
Quedó por restaurar entonces la Torre del Homenaje que es la parte más antigua del Castillo, aunque la falta de una excavación pertinente impide afirmar una cronología precisa, en cualquier caso la heráldica presente en puertas y ventanas y en los revoltones historiados de su techo permite acreditar que fue remozada en las primeras décadas del siglo XVI, pues en todos los emblemas heráldicos figura el escudo de Pedro Fajardo, I marqués de los Vélez, flanqueados por los de su segunda esposa, Micaela de la Cueva, y de la tercera, Catalina de Silva; el primer matrimonio, ausente de dicha heráldica, fue con Magdalena Manrique, hermana del poeta Jorge Manrique, pero la unión fue anulada por su esterilidad, desapareciendo cualquier referencia a dicha relación en la heráldica del marquesado.
El interior de dicha torre, que ya ha sido objeto de trabajos de restauración anteriormente, permite contemplar un extraordinario conjunto de pinturas, grafitos e imágenes formando bajo relieves a los que dediqué un amplio estudio inserto en el libro: El Castillo de Cuevas del Almanzora. Cinco siglos de historia e identidad, coordinado por Enrique Fernández Bolea, cronista oficial de Cuevas del Almanzora. La restauración aplicada a aquellas pinturas, excepcionales en las tierras almerienses, ha logrado su estabilidad y asegura su conservación.
Tras confirmar la existencia de incisiones y grafitos en la planta por la que se accedía a la torre mediante puente levadizo se ha programado, durante la alcaldía de Antonio Fernández Liria, la recuperación de dichos grafitos, que hasta finales de 2024 permanecieron totalmente ocultos por una capa de estuco, salvo las catas realizadas para confirmar su existencia.
Esta fase de restauración, que ha sido financiada por fondos de la Unión Europea, está siendo dirigida por Antonio Jesús Márquez Muñoz, concejal de Urbanismo, e Ismael Motos Díaz, arquitecto municipal, siendo realizado por la restauradora conservadora Rocío Pérez-Aguilera Sánchez, persona de amplia experiencia internacional en este tipo de trabajos.
Gracias a este trabajo, el importantísimo grupo de grafitos con el que ya contaba dicha fortaleza, se incrementará con otro novedoso conjunto, como se verá cuando la obra sea concluida y abierta al público, que aumentará, para cualquier persona interesada por la cultura, el enorme atractivo que tiene el patrimonio cuevano para quienes lo conocen o han tenido noticia del mismo.
*Antonio Gil Albarracín es doctor en Historia. Académico correspondiente de las Reales Academias de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada, de Alfonso X el Sabio de Murcia y de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia, ambas de Madrid.